Ningún país puede gastar más de lo que gana. Este principio, que
durante mucho tiempo el gobierno estadounidense reiteró constantemente a los
países latinoamericanos, hoy debe ser aprendido y aceptado por Washington.
La crisis de las hipotecas se ha ampliado y ha afectado a virtualmente
todos los segmentos de la economía estadounidense. La falta de crédito, de
hecho, podría provocar una depresión similar a la que se registró en el mundo
en la década de
La estabilidad que hasta hace poco tuvo la economía estadounidense se
debió a las buenas políticas aplicadas por Bill Clinton en los años noventa en que fue presidente. Clinton eliminó el déficit de presupuesto que heredó de su
predecesor, George Bush
padre, e impulsó una tasa de crecimiento sustentable. Pero George
W. Bush, quien asumió la presidencia a partir del
2000, incurrió una vez más en una política irresponsable al caer en un creciente
déficit de presupuesto.
Primero la excusa fue el combate contra el terrorismo. Después Bush se lanzó a dos guerras simultáneas, una en Afganistán
y la otra en Iraq. Recortó también los impuestos a
los grupos más ricos de la sociedad. Con todo esto aumentó de manera
estratosférica el déficit de presupuesto y la deuda pública del país.
Pero no quedaron ahí las cosas.
El presidente George W. Bush
ha presentado un plan de rescate del sistema bancario con el apoyo de
Y quizá el rescate sea imposible de
evadir. Ningún país se puede dar el lujo de permitir el desplome de su sistema
financiero, porque el costo económico y social se dispara. El problema es que
de nada sirve estar rescatando bancos si el problema de fondo, la mala política
económica que ha provocado la falta de ahorro y el excesivo endeudamiento, no
se resuelve.