En materia económica, para México, la primera década del siglo XXI resultó mediocre, en primer lugar, por la falta de reformas estructurales, cuyo fin es multiplicar y fortalecer los cimientos de la actividad económica, lo cual supone reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente los derechos a la libertad individual (para trabajar, emprender, producir, invertir, distribuir, intercambiar, consumir y ahorrar) y a la propiedad privada (sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción). En segundo término, esta primera década del siglo resultó mediocre por obra y gracia de la recesión, que nos vino de los Estados Unidos, y que, por la falta de las mentadas reformas estructurales, nos “agarró fuera de lugar”, razón por la cual los estragos que causó fueron mayores que los que hubiera causado si las reformas estructurales (fiscal, laboral, energética, monetaria, educativa, etc.) se hubieran realizado.
La mejor muestra de que los resultados en materia económica fueron mediocres la tenemos en el comportamiento del PIB, el Producto Interno Bruto, que es la producción de bienes y servicios que se realiza, por nacionales o extranjeros, en el país, y que de 2001 a 2010 (suponiendo que en el 2010 el PIB haya crecido 5.0 por ciento) registró un crecimiento promedio anual del 1.7 por ciento, en buena medida por el efecto de la recesión estadounidense en 2009, año en el cual el PIB mexicano se contrajo 6.6 por ciento, pero también, en mayor medida, por la falta de cimientos, suficientes y fuertes, que, independientemente de lo que pase en el resto del mundo, apuntalen la actividad económica de los mexicanos.
¿Cuál hubiera sido el crecimiento promedio anual del PIB si en 2009 y 2010 la producción de bienes y servicios hubiera crecido lo que, en promedio, creció de 2001 a 2008? 2.3 por ciento, más que el 1.7, pero mediocre desde todos los puntos de vista, si bien es cierto que dentro de lo normal: entre 1982 (año en el que perdimos el crecimiento elevado y sostenido) y 2008 (el año anterior a la recesión), el crecimiento promedio anual del PIB en la economía mexicana fue 2.4 por ciento.
Para comprender la importancia del PIB hay que tener presente que al producir no solamente se producen los bienes y servicios con los que los consumidores satisfacerán sus necesidades, ya que, al mismo tiempo, se generan los ingresos de todos los que aportan factores de la producción a la misma, de tal manera que el crecimiento promedio anual del PIB, de solamente 1.7 por ciento, entre 2001 y 2010, es, también, el crecimiento promedio anual del ingreso de los mexicanos, lo cual, dada una tasa de crecimiento demográfico del 1.0 por ciento, a lo largo de los últimos diez años, da como resultado un aumento en el ingreso por habitante de 0.7 por ciento. Para todo efecto práctico estamos como estábamos hace diez años, y lo estamos en materia de ingreso, del cual depende el bienestar de la gente.
Esta segunda década que inicia, ¿será mejor?
Continuará.