1/12/2011
Suspensión del carrusel
Arturo Damm

Dado que el gobierno estadounidense incumplió con uno de los acuerdos pactados en el TLC, el referente a la entrada de transportistas mexicanos a su territorio, el gobierno mexicano, de manera más visceral que cerebral, pero eso sí, de acuerdo a lo políticamente correcto, corrección política que, en estos casos, siempre termina siendo incorrección económica, impuso sanciones arancelarias (impuestos a la importación) a noventa productos estadounidenses, castigo que se aplicó de manera rotativa, a veces a unos productos, a veces a otros. De allí el nombre de carrusel.

Recientemente, consecuencia de que el gobierno estadounidense propusiera medidas para permitir el ingreso de transportistas mexicanos a su territorio, la Secretaría de Economía anunció la suspensión del carrusel, lo cual, independientemente de lo que haga o deje de hacer el gobierno de los Estados Unidos con relación al ingreso de transportistas mexicanos a su territorio, es correcto, y ello por tres razones. 1) Los aranceles no castigan al gobierno estadounidense, responsable de haber incumplido con lo pactado en el TLC, sino a los productores estadounidenses de dichas mercancías, mismas que, consecuencia del impuesto, se encarecen en el mercado mexicano. Pagan justos por pecadores. 2) Los aranceles castigan al consumidor mexicano, ya que, por obra y gracia del mismo, las importaciones así gravadas aumentan de precio. Nuevamente pagan justos por pecadores. 3) Los aranceles, al tener como consecuencia el aumento en el precio de la mercancía importada, generan un efecto proteccionista a favor de los productores mexicanos que compiten con el producto importado, proteccionismo contrario a la competencia, y por lo tanto a la competitividad, siendo que ésta, la competitividad, y en concreto la falta de la misma, es uno de los talones de Aquiles de la economía mexicana que impide alcanzar un mayor progreso económico.

Por las tres razones expuestas, más otras muchas que no viene al caso mencionar por el momento, la pretensión de castigar a un gobierno, que ha incumplido con algún pacto a favor del libre comercio, con la imposición de aranceles a las importaciones provenientes de su país, es una medida que, por más que parezca políticamente correcta, resulta económicamente incorrecta porque, al final de cuentas, va en contra de la competencia que genera el libre comercio, misma que es la condición necesaria para la competitividad (hacerlo mejo que los demás), misma que aumenta en la medida en la que se incrementa la productividad (hacer más con menos), misma que es condición necesaria para minimizar, ¡que nunca resolver!, el problema económico fundamental, que es, como todo mundo lo sabe, el de la escasez: no todo alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos al precio que cada uno quisiera pagar, que en última instancia es cero.

Por todo lo dicho hay que aplaudir la decisión del gobierno mexicano de suspender el carrusel y exigirle, sobre todo en nombre de los consumidores mexicanos, que nunca más vuelva a imponer aranceles, mucho menos por motivos de represalia contra otros gobiernos. ¿Será posible? Ya veremos.



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