“Lituanos, polacos, checos, eslovenos e irlandeses creen que las cosas en la Unión Europea van en la dirección correcta. Pero en cambio, los franceses, los alemanes y los ingleses no parecen satisfechos con el rumbo que sigue la Unión Europea.”
El país más rico de la Unión Europea
(UE) –en términos de Producto Interno
Bruto por habitante- es Luxemburgo. Su PIB per capita
es casi 1.6 veces mayor que el PIB per capita
promedio de la UE (25
países sin considerar a Bulgaria y Rumania de reciente ingreso) pero sólo 29
por ciento de los luxemburgueses cree que las cosas van en la dirección
correcta dentro de la UE.
En contraste, en Lituania, cuyo PIB per
capita sólo es 0.55 del PIB per capita de la UE, 57 por ciento de los
encuestados cree que las cosas en la Unión marchan bien.
No se crea que el asunto es que los miembros “pobres” están
satisfechos y los “ricos” a disgusto. Más bien parece de expectativas y de
oportunidades. Tomemos los casos de Irlanda –donde predomina el optimismo
acerca del rumbo de la UE,
con 51 por ciento de los encuestados afirmando que las cosas van en la dirección
correcta- y del Reino Unido –donde son mayoría los pesimistas acerca de la UE, ya que sólo 24 por ciento
de los encuestados consideró que las cosas van en la dirección correcta.
¿Cuáles son sus respectivos PIB per capita respecto
del promedio de la Unión
y cómo han evolucionado de 1997
a la fecha?
Hace diez años el Reino Unido e Irlanda estaban a la par en
términos de PIB per capita: Ambos países registraban
un PIB por persona 12 por ciento mayor que el PIB promedio de toda la Unión; pero para
2006, el PIB por persona del Reino Unido se calcula que fue sólo 17 por ciento
mayor que el promedio de la UE;
en cambio el PIB por persona de Irlanda al cierre de 2006 habría sido 39.2 por
ciento más alto que el PIB per capita de la UE ese mismo año. Esa
diferencia notable debe alimentar, sin duda, el optimismo irlandés.
Cierto. Irlanda recibió significativos beneficios con su
incorporación a la UE,
pero su sorprendente crecimiento de los últimos años no se debe principalmente
o tan sólo a las subvenciones de la Unión, sino a una decidida e inteligente oleada
de reformas estructurales, dirigidas a incrementar la productividad.
Aprovecharon los incentivos de la
UE, pero hicieron la tarea y son ellos, los irlandeses, los
artífices de su éxito.
Porque la existencia misma de la gigantesca burocracia que
controla la UE no
es ninguna ganga. Se estima que para el periodo 2007-2013 le costará cada año,
en promedio, unos 95 euros a cada habitante de los países miembros (algo así
como mil 355 pesos mexicanos) y en los siete años alrededor de 665 euros por
cabeza (unos 9 mil 485 pesos mexicanos). Nada barato.