El proceso para seleccionar candidato a la presidencia de los principales partidos políticos de México refleja su grado de madurez. Si son verdaderamente democráticos o se han quedado todavía en la etapa predemocrática, que imperó en México la mayor parte del siglo pasado.

Durante muchos años la designación de candidatos en el PRI fue por el llamado “dedazo”. El Presidente de la República, a la vez autoridad máxima en ese partido y caudillo, decidía quien sería su sucesor.

Esa forma de decidir candidatos todavía prevalece en el PRI y el PRD, aunque no tengan un Presidente de la República de su partido. El único partido que hasta ahora ha seleccionado democráticamente a su candidato a la presidencia, Felipe Calderón, es el PAN.

El PRD sigue siendo un partido de caudillos. Esos caudillos se apoderan del partido y deciden quien será el candidato, que ha sido el caudillo en turno. En el caso del PRI, como ya no tienen a quien fuera su gran elector, el presidente, ahora fue sustituido por el presidente del partido quien, usando todos los medios descritos por Maquiavelo, eliminó a sus adversarios políticos y se autonombró candidato.

La gente se pregunta ¿si así se tratan entre los priístas, qué podrán esperar sus contendientes en el próximo proceso electoral? Si los miembros de un partido no respetan ni practican la democracia entre ellos, nadie espera que se comporten democráticamente con los adversarios políticos de otros partidos.

Si el PRI y el PRD han demostrado que en su casa no cambia nada, difícilmente podremos esperar que lo hagan en el país.

La gente pensante sabe que si llega el PRD, cuyos principales operadores y candidatos son ex priístas o el PRI a la presidencia, será un regreso al pasado, pues en los últimos cinco años no ha habido ningún cambio de fondo en esos partidos.