Los principales beneficiarios de que el Congreso rechace la iniciativa enviada por el Presidente Felipe Calderón, como lo documento en el libro “Los dueños de PEMEX”, son las grandes empresas petroleras norteamericanas.

Parte de la gasolina que consumimos en México la refinan empresas trasnacionales privadas norteamericanas en Texas. De aprobarse la reforma, que permitiría a empresas particulares refinar petróleo para PEMEX en México, se refinaría una menor proporción del petróleo mexicano en Texas.

En el Golfo de México hay más de 30 empresas trasnacionales norteamericanas asociadas con otras de alta tecnología de diversas partes del mundo que, de no aprobarse la reforma, podrán extraer petróleo de los mantos mexicanos en el Golfo de México mediante el efecto popote.        

Las compañías trasnacionales norteamericanas tienen funcionando en las aguas profundas del Golfo de México cerca de 2 mil pozos, que producen más de un millón de barriles diarios; en México sólo se han perforado 6 pozos, de los cuales 5 no han dado resultado, pero le han costado a Pemex cientos de millones de dólares.

Si no pasa la reforma, PEMEX seguirá perforando lentamente mediante contratos con empresas trasnacionales, las que sin ningún riesgo y cobrando altos precios generan pocos o nulos beneficios para PEMEX.

La izquierda radical en México dice que la reforma estregará a PEMEX al capital extranjero; en la realidad las petroleras estadounidenses serán las beneficiadas del rechazo a la iniciativa de la reforma petrolera, pues podrán refinar más petróleo mexicano en Texas y extraer a sus anchas más petróleo en aguas profundas del Golfo de México.

Una de las tesis que fundamento en mi libro “Los dueños de Pemex” es que las posturas de los radicales de izquierda mexicana en relación a la reforma petrolera, van de la mano con los intereses de las trasnacionales petroleras norteamericanas.