Asuntos Capitales

La congruencia de Carlos

“Una de las virtudes más difíciles de practicar en la vida es la congruencia, vivir como pensamos. La congruencia se complementa en una sociedad plural y democrática con la prudencia y la tolerancia. Carlos, a quien conocí desde hace más de 40 años, practicaba desde entonces esas tres virtudes: congruencia, prudencia y tolerancia.”


Luis Pazos
VIERNES, 5 DE DICIEMBRE DE 2008

Una de las virtudes más difíciles de practicar en la vida es la congruencia, vivir como pensamos. La congruencia se complementa en una sociedad plural y democrática con la prudencia y la tolerancia. Carlos, a quien conocí desde hace más de 40 años, cuando ambos estudiábamos en la Escuela Libre de Derecho, practicaba desde entonces esas tres virtudes: congruencia, prudencia y tolerancia.

 

Nunca ocultó como estudiante, directivo de empresas o en su papel de alto funcionario público, como se dice coloquialmente, “la cruz de su parroquia”. Por no ocultar como funcionario sus creencias, que es un signo de modernidad y democracia, fue objeto de burlas, señalamientos y hasta de acusaciones de radicalismo.

 

Su prudencia y tolerancia quedó en manifiesto durante el ejercicio de uno de los cargos más importantes en el Gobierno Federal: Secretario de Gobernación. Durante su gestión practicó la tolerancia y la prudencia, lo que le ganó la confianza y el aprecio de los izquierdistas, priístas y perredistas que dialogaron con él. Hasta los maestros huelguistas de Oaxaca reconocieron su apertura al diálogo.

 

Ninguno de los actores políticos serios que dialogó con él, en su carácter de Secretario de Gobernación, lo calificó de imprudente o intolerante; los que así lo hicieron, fueron los que sin conocerlo, sin tratarlo o por su intolerancia, descalifican a todos los que no están de acuerdo con ellos.

 

Carlos rompió mitos en la política mexicana. Demostró que se puede practicar públicamente una  religión como funcionario público y, a la vez, convivir y llegar a acuerdos con quienes no la practican ni comparten sus principios.

 

Recuerdo que cuando murió el líder de la CTM, Leonardo Rodríguez Alcaine, le hizo en su rostro el símbolo de la cruz como un gesto de la amistad que tejió con él por sus frecuentes encuentros en su carácter de Secretario del Trabajo. No le importó “el qué dirán” de los hipócritas.

 

Las actitudes y la vida de Carlos nos dejan muchas enseñanzas, pero las principales son su congruencia, su tolerancia y su prudencia, principios que si practicaran muchos de nuestros políticos, México sería mucho mejor.