Hace algunos años platiqué con un ex procurador General de la República de Colombia en relación a Escobar Gaviria, uno de los narcos más poderosos del mundo. Me dijo: “tardamos más en sacarlo del narco, que otros narcos lo reemplazaran”, y me comentó: “Mientras en Estados Unidos no cambien el esquema jurídico para combatir al narcotráfico, nunca podremos terminar con ese mal social”.     

En México han muerto más mexicanos en la guerra contra el narcotráfico que americanos en la Guerra de Irak. En EUA, principal receptor de las drogas que salen de México, el narcotráfico no está entre los principales problemas nacionales. Más del 30% de las drogas se consumen en fiestas por consumidores ocasionales y el otro 70% por adictos, cuyos ilícitos por comprar droga no constituyen todavía uno de los principales problemas sociales para la opinión pública norteamericana

Si bien hay una cooperación del gobierno norteamericano con el mexicano en cuanto a recursos e información para combatir el narcotráfico, no hay ningún esfuerzo serio para buscar en EUA un nuevo entorno jurídico eficiente para combatirlo.

Los legisladores mexicanos deben iniciar un diálogo con los legisladores norteamericanos, no para legalizar la droga, sino para que se la suministren a los adictos a bajos precios en hospitales o clínicas, con supervisión médica y la condición de entrevistarse con orientadoras sociales. Mediante ese expediente, que ya mostró sus bondades en algunas clínicas de los Ángeles, se le puede quitar parte del mercado a los narcotraficantes.

Los detalles de esa solución u otras parecidas, deben analizarse por funcionarios y legisladores de ambos países, si en realidad quiere el gobierno de los Estados Unidos reducir el narcotráfico y no solo sobrellevarlo con altos costos sociales para su vecino.

La prohibición indiscriminada de las drogas, como pasó en las década de los 20 con el alcohol, genera poderosas mafias que pusieron en aquel tiempo en jaque al gobierno de Estados Unidos y ahora al mexicano y al colombiano. A esos gobiernos los narcos los tienen envueltos en  una guerrilla interna, con tremendos costos políticos, económicos y sociales.