Asuntos Capitales

Sin privatización no hay internacionalización

“Se analiza la imposibilidad de internacionalizar la educación universitaria bajo el actual sistema de monopolio estatal de la educación. Se proponen las reformas necesarias para actualizar e internacionalizar a las universidades públicas.”


Santos Mercado
LUNES, 28 DE MARZO DE 2016

Las universidades públicas, es decir, las que viven del erario se enfrentan a exigencias cada vez más fuertes de parte de la sociedad. Se les ha pedido que mejoren su calidad, que se preocupen por tener más titulados, que formen gente emprendedora, y hoy se les impone un nuevo desafío: que se internacionalicen.

Ninguna de las exigencias se ha podido cumplir a cabalidad aunque se han gastado inmensos recursos en ello. Se compran más libros para la biblioteca, se modernizan las instalaciones, se adquieren nuevas tecnologías, se becan a muchos alumnos, se crean nuevas direcciones de emprendimiento, pero los resultados son realmente pobres: el índice de titulación sigue siendo muy bajo, la calidad se refleja en el alto nivel de desocupación de los egresados, en esencia los titulados siguen saliendo con mentalidad de empleados y ahora que se habla de internacionalización es muy probable que los resultados sean pobres si se continúa con la misma forma de trabajar en las universidades.

La internacionalización de las universidades es un llamado en contra del rezago en que han caído nuestras instituciones. Significa la intención de lograr lo mejor de la educación universitaria considerando estándares internacionales. Romper ese rezago y localismo de nuestro quehacer universitario es para sentar las condiciones de competir mejor en la economía de mercado global.

Podemos enumerar algunos puntos que implican la Internacionalización de la educación universitaria, centrándonos en México:

  1. Todos los alumnos que terminan una carrera universitaria deben dominar perfectamente el Inglés, el Español y de ser posible un tercer idioma de importancia internacional (Francés, Alemán, Mandarín, etc.).

  2. El nivel universitario en México debe ser competitivo con el de las mejores universidades del mundo de tal manera que sea indiferente estudiar en México, USA, Inglaterra u otros países de alto nivel.

  3. La educación universitaria en México debe impartirse en inglés.

  4. La planta docente de las universidades mexicanas debe tener un alto componente de profesores extranjeros, principalmente provenientes de países de primer mundo.

  5. Nuestros profesores deben participar activamente en intercambios docentes a fin de que impartan clases en otros países, principalmente anglosajones.

  6. Los sueldos de nuestros profesores deben estar a la par de los que se obtienen en las mejores universidades.

  7. La cantidad de patentes que producen nuestras universidades mexicanas deben ser casi del mismo número que el de las de las mejores universidades.

  8. Nuestros egresados deberán tener igual o mejor suerte en su desarrollo profesional que los de las mejores universidades.

¿Será posible lograr estos puntos con nuestras actuales universidades públicas? La respuesta es contundente: Negativo. Corremos el riesgo de alborotarnos un rato y en poco tiempo seguir con la misma rutina de siempre.

Veamos algunas de las enfermedades que impiden una respuesta sana, activa y entusiasta para el proyecto de la internacionalización:

  1. Las universidades públicas de México carecen de autonomía financiera. En otras palabras, funcionan solo con lo que el gobierno les otorga a fondo perdido cada año. Éste es quizás el peor problema de todas las universidades y escuelas de gobierno. Como tienen el presupuesto asegurado no tienen incentivos en hacer innovadoras y productivas a las instituciones, más aún, muchas de ellas tienen prácticamente prohibido hablar en términos comerciales de ganancias, competencia y negocios.

  2. Las escuelas y universidades públicas son “tierra de nadie”. No hay agentes propietarios que cuiden las instalaciones y por eso se deterioran rápidamente y solo hasta que el gobierno asigna presupuesto son reparadas.

  3. Las universidades públicas carecen de incentivos para crecer. Sólo si el gobierno les otorga un presupuesto para construir un nuevo edificio o crear un nuevo laboratorio es que se hace.

  4. Las universidades públicas carecen de autonomía académica. Esto a pesar de que todas cuentan con ostentosos letreros: “Universidad Nacional AUTÓNOMA de México”. Los planes y programas de estudio de muchas universidades públicas y privadas tienen que aprobarse  por una institución de gobierno.

  5. Algunas universidades públicas gozan de autonomía política, es decir, pueden elegir a sus propios rectores y directores, pero como están inmersas en una relación de dependencia de recursos respecto del gobierno, las elecciones son irrelevantes. Los rectores terminan por hacer prácticamente nada, a pesar de que muchos de ellos se pasan 16 horas dentro de la institución.

  6. Todos los profesores y funcionarios universitarios somos “burócratas de quincena”. La única liga legítima que tenemos con la institución es a través del sueldo quincenal. Estamos dispuestos a defender con todas las fuerzas la quincena, pero poco nos preocupará si, por ejemplo, los estudiantes hacen huelga durante tres, seis o un año. Mientras nos sigan pagando, que siga la fiesta.

  7. Muchos alumnos están en las universidades no por una gran vocación hacia la ciencia, sino porque no tienen nada que hacer en sus casas. Vienen como esparcimiento. Otros porque creen que con una carrera podrán conseguir chamba. Ante precios tan ridículos como de 20 centavos por año en la UNAM, se genera una demanda distorsionada por estar en la universidad y por eso se dan los altos índices de deserción y los bajos índices de titulación, los altos costos por mantener a un alumno inscrito o el altísimo costo para formar a un titulado que posiblemente nunca ejerza en su campo de estudio.

  8. A todo esto le podemos agregar que con la estructura actual se forman incentivos para crear mafias que luchan por el poder en los puestos de dirección. Los contendientes para una rectoría no presentan la fórmula para sacar de la crisis a nuestras instituciones sino que son producto de componendas entre grupos rivales que quieren estar cerca del presupuesto.

Todos estos factores impiden que nuestras instituciones se preocupen por la internacionalización educativa. ¿Qué se puede hacer?

Propuestas:

  1. AUTONOMÍA FINANCIERA DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS. Ninguna universidad pública debe vivir de subsidios que le otorgue directamente el gobierno. Ésta es la primera reforma que se requiere sine qua non. El recurso dado directamente del gobierno a las universidades las pervierte tarde o temprano. Si el gobierno construyó los edificios para una universidad, no tiene o no debe ser quien se encargue de los sueldos, salarios y gastos de mantenimiento porque si lo hace sienta las bases para destruir lo construido.
  2. No estamos hablando de PRIVATIZAR  las instituciones, puede seguir siendo una universidad de “propiedad gubernamental” pero no tiene por qué ser subsidiada cada mes o cada año y todos los años. Hay que darse cuenta que la garantía del subsidio hace que se elimine el riesgo, es decir, la institución entra en su zona de confort y no necesita preocuparse por el dinero pues papi gobierno la mantiene.

  3. GRATUIDAD DE LA EDUCACIÓN. Algún día se entenderá cuánto ha perjudicado este concepto a la sociedad. Por ahora basta decir que es perfectamente compatible la AUTONOMÍA FINANCIERA y la gratuidad de la educación. Entendemos por “gratuidad de la educación” en el sentido de que quien estudia no gasta de su bolsillo para pagar la colegiatura. Por ejemplo, se puede aplicar el SISTEMA DE VOUCHERS que ya se aplica en otros lugares del mundo. Quiere decir que el presupuesto universitario se parte en pedazos a fin de darlo directamente a la demanda, es decir, al alumno. El estudiante recibe su cheque o voucher para pagar en la escuela que libremente elija. Cada mes debe pedir su voucher y pagar en la institución educativa solamente. El voucher es intransferible y no sirve para ir a la tienda pues solo una institución educativa lo puede hacer efectivo. Nótese que la educación sigue siendo gratuita pues no paga el alumno de su bolsillo ni se le cobrará el monto del voucher cuando termine la carrera. Con el voucher se pretende que la institución educativa perciba que vive del cliente, es decir, del alumno. Eso crea una fuerza poderosa para atender de mejor manera a ese alumno. Se observará que inmediatamente baja la tasa de deserción. Los profesores se preocuparán porque el alumno no abandone las aulas pues será un cheque menos que impactará en su sueldo. La institución recogerá cientos o miles de esos voucher y los hará efectivos en el banco. Una vez que tienen el dinero en efectivo, los profesores mismos determinarán sus sueldos y salarios y cuánto personal de apoyo tendrán. El gobierno no debe intervenir en absoluto aunque quizás sea sano que transparenten el uso de los recursos. Con el sistema del voucher, todas las escuelas estarán deseosas de que se inscriban los alumnos y empezarán a competir para tener más clientes. Esa competencia es la clave para que se interesen en mejorar su calidad académica, su nivel de servicios, su índice de titulación, etc.

  4. PRIVATIZACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS. Sería muy deseable que el inmueble y la figura jurídica institucional se vendieran a los propios profesores que allí laboran. Es un gran salto lograr que los profesores pasen de ser burócratas de quincena a propietarios de sus universidades. Sabrían que si se cae un edificio estarían poniendo en riesgo su propiedad; si la institución no funciona bien, podrían en riesgo a su fuente de ingresos. Esto haría que cada profesor se convierta en un vigilante de la institución y del inmueble. Además, siendo copropietarios, se preocuparían por alcanzar mejor prestigio pues ello repercutiría en sus ingresos. De esta manera, un profesor accionista puede recibir ingresos por trabajo y por regalías. Es una forma de transformar a los profesores de burócratas a empresarios y eso va a tener un buen impacto en la formación de sus alumnos. Al menos se abre la posibilidad de que no sigan reproduciendo el viejo esquema de “burócratas producen nuevos burócratas”. Nuestro país no tiene urgencia de burócratas sino de empresarios, gente emprendedora capaz de tomar riesgos, gente que sale no a buscar chamba sino a reunir trabajadores para sus empresas.

  5. INTERNACIONALIZACIÓN. Lograr que las universidades mexicanas estén a la altura de las mejores universidades del mundo es una tarea que no solo depende de la buena voluntad de alguna autoridad. Se requiere que todo el personal universitario, profesores, investigadores, funcionarios y trabajadores de apoyo compartan la visión y sientan la necesidad de ese objetivo. Esto no es posible si continúan con su papel de “empleado de quincena”, necesitan compartir el riesgo y sufrir las pérdidas o disfrutar las ganancias si hacen un buen trabajo de internacionalización. La clave radica en introducir la dinámica del mercado en el sistema universitario. Es una tarea no tan simple considerando que hemos estado más acostumbrados a los sistemas burocráticos centralizados muy semejantes a los que implantaron los viejos países comunistas. Lo cierto es que si no se aplican las reformas mencionadas antes es IMPOSIBLE que nuestras universidades alcancen un buen nivel de internacionalización, apenas llegarán a unos cuantos intercambios de estudiantes y quizás de algunos profesores.

¿Son posibles las reformas propuestas aquí? Considero que son perfectamente posibles, sólo falta convencerse de ellas y tomar la decisión política para aplicarlas a nivel nacional, estatal, municipal o para una institución educativa.