En un reciente
artículo, Luis Pazos anotó que la penalización o
despenalización del aborto debía decidirse “en base a criterios científicos”,
es decir, que sea la ciencia la que determine si lo que trae dentro una mujer
embarazada puede catalogarse o no como un ser humano.
El criticado
artículo ciertamente deja un mal sabor de boca por desdeñar la argumentación
jurídica y moral, pero después de la “muy constitucionalista” resolución de
Avoquémonos,
pues, a la ciencia como solicita Pazos. Investigando, encontré que existe entre
los especialistas un virtual consenso sobre el momento en que el “producto” ya se
puede considerar un ser humano:
·
“En el día 1 de la concepción
–explica el embriólogo Keith L. Moore-,
el cigoto unicelular es ya un organismo único de la especie homo sapiens,
con sus 46 cromosomas definitorios”.
·
El especialista en bioética, Gonzalo
de Miranda, explica que un ser vivo es aquél que ha iniciado su ciclo vital y
aún no lo ha terminado, y cuyas partes forman un todo. Tal es la realidad del
embrión. Inmediatamente después de ser concebido empieza a producir enzimas y proteínas
humanas y a dirigir su propio crecimiento y desarrollo. Se trata de un ser
humano, “una nueva, genéticamente única, recién existente, vida humana
individual”.
·
Según el genetista Jerome Lejeune, “Cada uno de
nosotros tiene un único principio, el momento de la concepción (...) Tan pronto
como los 23 cromosomas llevados por el espermatozoide se encuentran con los 23
cromosomas llevados por el óvulo, la información general necesaria y suficiente
para concebir todas las características del nuevo ser ha sido recogida (...)
Cuando esta información llevada por el espermatozoide y el óvulo se ha
combinado, entonces un nuevo ser humano es definido, lo cual nunca ha ocurrido
antes ni nunca ocurrirá otra vez (...) El cigoto, y las células producidas en
las subsiguientes divisiones no son simplemente células no descriptivas, o una
“población” o “colección” suelta de células, sino un individuo muy
especializado, (...) alguien que se construirá de acuerdo con sus propias
reglas”.
Así pues, desde
un punto de vista científico, un ser humano lo es desde que el cigoto es creado
a partir de la unión entre un espermatozoide y un óvulo. El embrión NO es
meramente una masa de células, simple tejido, vaya, ni siquiera es un ser
humano “en potencia” sino un ser humano en acto, definido genéticamente y con
capacidad para auto-desarrollarse. Por lo tanto, la continuidad de su proceso
evolutivo hace ARBITRARIO cualquier intento de fijar su “humanidad” en algún
punto entre el día de su concepción y el día de su defunción. Durante este espacio
de tiempo, pese a las distintas etapas evolutivas, estamos en presencia de un
mismo ser humano.
Como
liberal, defiendo el derecho absoluto de las mujeres a decidir qué hacer con
nuestra vida y con nuestro cuerpo. Como liberal, también, defiendo –aún antes
de la propiedad y la libertad- la vida humana desde su inicio; y éste se
verifica desde el momento de la concepción. Y como liberal me atengo a la
racionalidad para sustentar que es en ese momento cuando esa “cosa” ya no es mi
cuerpo ni me pertenece y por lo tanto no tengo ya ningún derecho para
determinar si debe seguir existiendo o no.