Hay otros poderosos argumentos en
contra de la patraña de desigualdad = crimen, a saber:
ü Muchos delitos ni
siquiera tienen una relación indirecta con la “distribución de la riqueza”.
ü La mayoría de los homicidios
no ocurren en el marco de disputas por la “distribución de la riqueza”.
ü La gran mayoría de las
“víctimas” de la desigualdad no delinquen.
ü Quienes pertenecen a
los grupos con menores ingresos no son los principales protagonistas de los
delitos
ü Los partidarios de la
superchería de desigualdad igual a crimen, nunca han podido construir en forma
plausible el proceso de causalidad.
Por ejemplo, si se analiza la
composición de los 1,578,680 delitos del fuero común
denunciados en 2007 en México, resulta que 55% son de tipo patrimonial o
relacionados con la búsqueda de un beneficio económico, pero 45% no.
¿Que tiene que decir la etiología
socialista sobre ese 45%? Nada. ¿Acaso alguien viola porque se siente triste de
tener mucho menores ingresos que Carlos Slim?
La gran mayoría de de los homicidios
así como de las lesiones dolosas no tienen que ver con atracos o secuestros. Y
ni siquiera se ven afectados mayormente los datos sobre móviles de los
homicidios, por la terrible matanza en curso entre narcotraficantes.
Si la desigualdad en los ingresos
llevara a la gente a delinquir, quienes ganan menos y que son la gran mayoría,
delinquirían y en forma habitual, pero no es así. Además, personas que no son
de bajos ingresos no deberían delinquir, pero en la realidad no pocos lo hacen,
ya se trate de grandes defraudadores, políticos corruptos, narco-juniors, comandantes policíacos o playboys
metidos de secuestradores. La comandante de la AFI que participó en el
secuestro de Fernando Martí, con sus 70 mil pesos mensuales de sueldo ¿parece,
acaso, una víctima de la desigual distribución de la riqueza?
Los indígenas reciben mucho menos
ingresos que los mestizos y los criollos; las mujeres menos que los hombres; los
ancianos que los jóvenes; los minusválidos que los que no lo son. Pero el
perfil promedio del delincuente es el de hombres jóvenes, mestizos y sin
discapacidades. ¿Que pasó con aquello de que a más desigualdad más crimen?
Los partidarios de la patraña de
desigualdad = crimen tienen la carga de probar sus aseveraciones, pero no se
trata de solamente de que presenten correlaciones estadísticas, sino que
expliquen con rigor lógico cómo la supuesta causa conduce al supuesto efecto.
No lo han hecho y no lo pueden hacer porque su tesis es falsa, porque no se
corresponde con la realidad.
Los creyentes de desigualdad =
crimen, pueden ser humorísticos, aun si proponérselo. Por ejemplo, el inefable
Marcelo Ebrard propone que en las ciudades con mayor
incidencia criminal y violencia, se creen programas urgentes de empleo.
Veamos el caso de Tijuana, donde
prevalece un alto grado de inseguridad, incluso superior al de la capital del
país. Desde hace más de 10 años hay una situación de pleno empleo ¿Qué hacemos
señor Ebrard?, ¿obligamos a los tijuanenses
a que trabajen horas extras para que no tengan malos pensamientos y caigan
exhaustos por las noches?
Combatir a la desigualdad en los
ingresos no va a reducir el crimen y tal combate no puede ser más que criminal
en sí mismo, aunque sea legal.
La desigualdad no es un mal, el mal
es la pobreza. La aspiración legítima es enriquecerse tanto como sea posible
mediante el esfuerzo propio y en el marco del respeto a los derechos -para
todos- a la vida, la propiedad y la libertad.
La igualdad en los ingresos no es
una aspiración legítima, ni a sus promotores los mueve ningún sentimiento noble
ni apelan tampoco a sentimientos nobles, sino a exaltar uno de los peores
defectos morales, que es la envidia.
Para los chupasangre de la clase política, la redistribución
de la riqueza es el clavo ardiente al cual se asen, como única justificación
“legítima” para su existencia parasitaria. Para los totalitarios sinceros (y
que son los peores) la obsesión por la igualdad en los ingresos se corresponde
con su manía uniformadora, con el pretender anular a cada individuo y hacer de
cada uno de nosotros un ladrillo más en la pared.