Lo más oscuro del “lunes negro” no fue la caída dramática en
los mercados globales (de por sí, la peor caída en la historia bursátil
moderna), ni siquiera el rechazo del paquete de asistencia financiera
presentado por la administración Bush. No. Lo más
negro del lunes negro sucedió en la periferia, en todas las coordenadas de la
geografía política, reflejando una serie de protagonismos, analfabetismo
financiero y cortoplazismo imperdonable.
Ni hablar, axial son estas criaturas, axial se dan estas
oportunidades. Por ejemplo, Nancy Pelosi, Nancy
“Pelada”, la flamante vocera del Congreso
estadounidense, aprovechó el pánico para incendiar los ánimos, evangelizando
sobre las fuerzas del mal capitalista, cómo la crisis ha sido resultado de la
derecha desalmada, de la desregulación de mercados, como si un acto de
intercambio en el mercado financiero tuviese una particularidad política.
Bien nos podríamos imaginar a Pelosi
y su mafia de iluminados pretendiendo ser los reguladores por excelencia del
mercado financiero global, equipados con un bagaje de muy primorosas
intenciones, con algún algoritmo fulminante, con la dosis correcta de pureza
ideológica. Empero, desconociendo que estos mercados no duermen, desconocen el
tiempo, desconocen las fronteras, las ideologías, los partidos políticos, y se
rigen por una sola regla, cada microsegundo de cada momento: un equilibrio
entre el riesgo y el rendimiento.
¿Será posible regular un mercado tan fluido, con acceso a
tanta información? Igual, sin duda, hubo errores fundamentales de política pública,
entre ellos, la inundación, vía las tasas de interés, de liquidez, junto con un
consumismo que permitió estacionar un problema de inflación en deudas
personales. Es una larga y complicada historia, pero ciertamente no reducible
al evangelio de Nancy y su talibanismo financiero.
En forma similar, es triste observar cómo académicos como
Joseph Stiglitz exploten la coyuntura para predicar
en contra de la fe capitalista, como si esto fuese una batalla entre religiones
económicas. Stiglitz se atrevió a sentenciar que la
caída de Wall Street es
algo así para el capitalismo, lo que la caída del Muro de Berlín fue para el
comunismo. Sin duda, una declaración “cool” de un
neo-pirrurris de la comunicación económica. Empero,
en nada ha contribuido a entender el problema, a cómo mitigarlo, y a cómo
evitarlo en el futuro.
No faltaban los empresarios protagonistas, millonarios del
mercantilismo moderno, que se curan en salud al decir, con toda la autoridad
que sus billones representan, que esto es lo peor que ha sucedido desde
Sin duda, el mismo contenido del rescate prevaciaba lo negro
del lunes negro. Hay rescates, y hay rescates. La masiva socialización de la
irresponsabilidad financiera daba lugar a riesgos, ya no morales sino
inmorales. Faltaría agregar un paquete de rescate para las deudas incobrables,
para los créditos vencidos de automóviles, para todo aquel que preste y pida
prestado.
Lo que sucedió el 29 de septiembre fue dramático, un
episodio histórico en los anales del mercado financiero. Hay que estudiar, no
evangelizar, proponer, no predicar. Y, ante todo, insistir en la flexibilidad
necesaria para neutralizar los efectos nocivos de esta gran borrachera
monetaria-financiera.