No sé cuánto
dure la crisis financiera estadounidense, lo que sí me temo es que nos
aproximamos a una nueva era de capitalismo de Estado. Sí, ese capitalismo que
tanto daño le ha hecho a las economías latinoamericanas. El capitalismo puro,
que debería ser practicado exclusivamente por particulares, revienta cuando el
gobierno ya no se limita a garantizar el cumplimiento de los contratos en el
intercambio, sino que ya interviene como un agente económico activo, que
produce y crea barreras a la entrada de nuevos participantes, que frena nuevas
innovaciones en la industria, que maneja a las empresas con criterios políticos
y no económicos, que derrocha y vive de los subsidios del contribuyente, que
incentiva la creación de monopolios gubernamentales, sí, ese capitalismo estatista que esclaviza y expolia a los consumidores.
Aunque es
cierto, ya antes el gobierno estadounidense ha intervenido temporalmente en
algunos mercados, los actuales rescates rebasan por mucho toda proporción
pasada.
Francamente
no sé de dónde obtendrán tantos recursos para rescatar a todo mundo en Wall Street. Técnicamente
provendrán de los contribuyentes (vía mayor deuda y luego más impuestos), pero
lo preocupante es si será a un costo que termine estancando a la economía
norteamericana y por ende al resto del mundo.
Más
preocupante aún es la forma de intervenir del gobierno estadounidense, mediante
la toma de las acciones de empresas privadas. Verdadero capitalismo de Estado
al que ya se ha unido
Lo peor, se
ha incrementado la popularidad del candidato demócrata Barack
Obama, quien defiende ideas mercantilistas (está en
contra del libre comercio) y cuyo pasado comunista se ha reflejado en expresar
sus intenciones de “expropiar” las refinerías, establecer un salario mínimo más
alto, aumentar las regulaciones y subirle impuestos a los dizque más ricos. No,
si las intenciones de Obama -y si gana las
elecciones- son reales, entonces sí, una nueva depresión podría estar a la
vuelta de la esquina, en donde el nefasto capitalismo de estado prevalecería.
La historia ha demostrado que el populismo estatista,
el estado de bienestar social burócrata se traduce sólo en estancamiento con
inflación, atraso tecnológico y aumento de la pobreza. Ojalá
que alguien les advierta a los norteamericanos que las propuestas de Obama se han practicado con intensidad en Latinoamérica y
sólo han dejado pobreza y miseria.
Por cierto,
no entiendo en qué se basan aquellos que ya temerariamente afirman que esta
crisis financiera ya rebasó a la de 1929. Perdón, pero la gran depresión -que
se gestó años antes- se tradujo en una disminución de cerca de una tercera
parte del PIB norteamericano. El desempleo y la caída brutal en el consumo fue
el pan de cada día. Al día de hoy, aunque la economía norteamericana muestra ya
síntomas de recesión (disminución sistemática en el crecimiento del PIB y un
ligero aumento en el desempleo), las variables reales aún muestran fortaleza.
Claro que podrían empeorar, eso dependerá de si
A raíz de la
crisis de 1929 persiste la idea keynesiana original de que las fuerzas del
mercado no funcionan solas para reestablecer el equilibrio tras una recesión,
pues hay ciertos precios clave de la economía como los salarios y las tasas de
interés que no son muy flexibles (sobre todo los salarios) y no responden con
celeridad a choques externos en la economía.
La
intervención keynesiana sugería “estabilizar” los mercados mediante políticas
activas de gasto público (gobiernos gastando más), así como en el uso intenso
de políticas monetarias que monetizaran el exceso de gasto gubernamental (usar
a la “maquinita” de hacer dinero para sustentar el creciente gasto público).
Este tipo de intervenciones se acompañaron de mayores intervenciones
gubernamentales en la economía. El resultado final no fue la salida a la
crisis, sino un aumento de la inflación con estancamiento. La teoría general estatista keynesiana sobre el interés, la ocupación y el
dinero terminó por ser la bandera de los izquierdistas que enarbolaban mayor
intervención gubernamental en los mercados. Sin querer, Keynes
sembró la semilla del capitalismo de Estado. El tiempo demostró las
equivocaciones keynesianas.
La crisis de
1929 -al igual que la actual- se gesta en errores de política monetaria
cometidos por
Por su parte,
la teoría de los ciclos económicos reales también ha enterrado al keynesianismo
al demostrar que muchas de las perturbaciones económicas no provienen de
problemas de demanda efectiva, sino de shocks
externos por el lado de la oferta.
Otros
autores como Charles Kindleberguer han enriquecido el
análisis sobre la gran depresión al argumentar que un elemento esencial en la
profundización de la crisis que inició en 1929 fue la política gubernamental
proteccionista que se aprobó en 1930 con la llamada ley Smoot
Hawley que imponía aranceles por arriba del 50% al resto
del mundo. La respuesta no se hizo esperar, y los socios comerciales de EU
respondieron de igual modo con lo que el intercambio comercial mundial se
redujo dramáticamente, lo que profundizó a la gran depresión, así como alargó
el período de su duración.
El problema
es que aún persiste la idea en muchos políticos de que los mercados no
funcionan, de que es necesaria la intervención gubernamental para evitar
“excesos.”
Ahí están
los neokeynesianos asesorando a Bush
y convenciéndolo de que la salida a la actual crisis financiera de EU es
inyectar más y más liquidez. No, eso sólo empeorará las cosas. Insisto, ojalá alguien les advierta a los norteamericanos sobre las
terribles consecuencias del capitalismo de Estado, sobre las terribles
consecuencias de que el Estado planee, conduzca, coordine y oriente a la
actividad económica de los particulares. Vaya que si los latinoamericanos
sabemos de esto.