No sólo han
sido días de tremendos sobresaltos en los mercados financieros, también han
sido días para una borrachera demagógica en los medios de comunicación de la
aldea. Los eternos objetores de la sensatez económica, de la ortodoxia fiscal y
de la prudencia monetaria, dan por fin su beneplácito a un gobierno al que, sin
razón alguna, habían calificado como “neoliberal” y afín a la libre competencia
en los mercados.
De entre
varios diagnósticos instantáneos de la “comentocracia”
mexicana tomo uno como muestra de esta orgía de ignorancia económica y
propaganda barata: El Ejecutivo “formuló
un plan de acción inmediata, sorpresivo también por su contenido. Se trata de
un programa explícitamente contracíclico (el propio
Calderón usó la palabra, que es anatema para el credo liberal, mercadólatra, a que su gobierno estaba afiliado), es decir,
que propuso aumentar el gasto público en vez de achicarlo como recomienda la
ortodoxia” (Miguel Ángel Granados Chapa, ayer).
Aunque
Granados acierta, sorprendentemente, al calificar de heterodoxo lo que es
insensato (que el gobierno proponga gastar más, cuando reconoce que sus
ingresos se verán menguados), comete varios errores: 1. El gobierno de Felipe
Calderón -por desgracia- no ha dado motivo alguno para que se le acuse, ayer u
hoy, de haber estado afiliado al credo liberal, 2. No es novedoso el uso del
adjetivo contracíclico, lo ha usado profusamente este
gobierno, y en el mismo sentido que ahora, desde hace muchos meses y en
multitud de ocasiones, y 3. En realidad también la ortodoxia fiscal usa el
adjetivo de marras, pero en otro sentido: No hay mejor política contra cíclica
que unas finanzas públicas en superávit o, al menos, en equilibrio.
En contraste,
un político priísta independiente (poquísimos, pero los hay), Federico Berrueto, señaló una verdad que resalta como una catedral: “…no hace mucho sentido eso de que nadie
pagará costos. Quienes generan bienestar y empleo son las empresas, éstas
empiezan a reducir planes y a padecer los embates de la crisis global. Una
refinería o muchas carreteras o viviendas no dan para compensarlo. Los
políticos viven del gobierno y eso les impide advertir, con oportunidad y
precisión, lo que ocurre en el mundo real.”