10/13/2008
Un pelícano intoxicado
Ricardo Medina

La crisis financiera global está causando las primeras bajas fuertes en México y en la economía real, y en el selecto grupo de las grandes corporaciones que cotizan en la bolsa, como quedó demostrado ayer con la solicitud de concurso mercantil que debió hacer Controladora Comercial Mexicana, S.A.B. de C.V. Pero esta baja –y las que podrían surgir más adelante- no obedece tanto a la virulencia de la crisis global, sino a la temeridad de los afectados.

 

El mercado de los derivados financieros, de los futuros, de las coberturas de márgenes de riesgo es tan difícil de entender como fascinante una vez que alguien lo domina. Encontrar una “veta” de apuestas ganadoras (por ejemplo, la utilidad derivada de apuestas aparentemente seguras aprovechando el diferencial de tasas de interés entre pesos y dólares, en un entorno de gran estabilidad del peso) seguramente debe provocar adicción. Una variedad de la ludopatía que los psiquiatras deben estudiar.

 

Cuando tal ludopatía se instala nada menos que en la tesorería de una gran corporación muy eficiente en su ramo, competitiva, sus efectos a mediano o largo plazo pueden ser devastadores. La afición apostadora puede hacer añicos años de esfuerzo y de trabajo esmerado de miles de personas, algo similar a los efectos destructivos que un adicto al juego puede causar en una familia de personas normalmente trabajadoras, inteligentes, dedicadas.

 

Esta historia trágica, que lo mismo puede escribirse como una emocionante novela  que como un tedioso expediente en un juzgado o como un capítulo en un libro de texto acerca de la eficacia o ineficacia de la regulación, apenas la estamos conociendo.

 

Esta historia trágica es, en realidad, tan antigua como la naturaleza humana. No es ninguna advertencia acerca del próximo fin del capitalismo, es otra versión de la vieja historia del ser humano usando irresponsablemente los mismos grandes instrumentos y medios que su inteligencia le ayudó a dominar, como la energía atómica…, o los derivados.

 

Alguien lo dijo anoche con una cruda metáfora: “El Pelícano se intoxicó, cierto; pero sabía muy bien lo que se estaba metiendo entre pecho y espalda”.



«Regresar a la página de inicio