La crisis financiera global está
causando las primeras bajas fuertes en México y en la economía real, y en el
selecto grupo de las grandes corporaciones que cotizan en la bolsa, como quedó
demostrado ayer con la solicitud de concurso mercantil que debió hacer
Controladora Comercial Mexicana, S.A.B. de C.V. Pero esta baja –y las que podrían surgir más adelante-
no obedece tanto a la virulencia de la crisis global, sino a la temeridad de
los afectados.
El mercado de los derivados
financieros, de los futuros, de las coberturas de márgenes de riesgo es tan
difícil de entender como fascinante una vez que alguien lo domina. Encontrar
una “veta” de apuestas ganadoras (por ejemplo, la utilidad derivada de apuestas
aparentemente seguras aprovechando el diferencial de tasas de interés entre
pesos y dólares, en un entorno de gran estabilidad del peso) seguramente debe
provocar adicción. Una variedad de la ludopatía que los psiquiatras deben
estudiar.
Cuando tal ludopatía se instala nada
menos que en la tesorería de una gran corporación muy eficiente en su ramo,
competitiva, sus efectos a mediano o largo plazo pueden ser devastadores. La
afición apostadora puede hacer añicos años de esfuerzo y de trabajo esmerado de
miles de personas, algo similar a los efectos destructivos que un adicto al
juego puede causar en una familia de personas normalmente trabajadoras,
inteligentes, dedicadas.
Esta historia trágica, que lo mismo puede
escribirse como una emocionante novela que como un tedioso expediente en un juzgado o
como un capítulo en un libro de texto acerca de la eficacia o ineficacia de la
regulación, apenas la estamos conociendo.
Esta historia trágica es, en
realidad, tan antigua como la naturaleza humana. No es ninguna advertencia
acerca del próximo fin del capitalismo, es otra versión de la vieja historia
del ser humano usando irresponsablemente los mismos grandes instrumentos y
medios que su inteligencia le ayudó a dominar, como la energía atómica…, o los
derivados.
Alguien lo dijo anoche con una cruda
metáfora: “El Pelícano se intoxicó, cierto; pero sabía muy bien lo que se
estaba metiendo entre pecho y espalda”.