Es una verdadera decepción que las
autoridades centrales decidieron intervenenir en el
mercado cambiario, para “estabilizar” los recientes movimientos ultra-erráticos
del tipo de cambio.
Hace tan sólo un trimestre habíamos
presenciado un nuevo debate sobre el “super-peso,”
siendo que la paridad estuvo a punto de romper la barrera psicológica de los
diez pesos por dólar. Los empresarios,
los exportadores, los analistas, la gente cotidiana, hasta el primer ejecutivo,
hacían llamados para evitar la apreciación de la moneda nacional, aun cuando
este proceso es inevitable si se mejora el régimen de inversión.
Otros decíamos ver un escenario
cambiario más cercano a los nueve pesos que a los once pesos—y, de hecho, ese
es el nivel que determinaba el simpático criterio del Big
Mac, elaborado por The Economist: un nivel cambiario de
alrededor de 9.3 pesos por un dólar estadounidense.
Las cosas cambian, de la noche a la
mañana. Y, en un sistema de flotación del tipo de cambio, la paridad se mueve
de acuerdo a las necesidades, y las percepciones, de oferta y demanda de las
divisas. Al intervenir, por más que sea para “neutralizar” episodios de extrema
especulación, se está enviando una señal contraria a la flotación, es decir,
que el interventor central sabe más o menos donde debe situarse el nivel
cambiario.
Sin embargo, si consideramos que
trece o catorce o quince pesos por dólar es un nivel irreal, los actores en el
mercado cambiario presumiblemente lograrán realizar esa misma decisión. Según
algunos, un nivel de catorce por dólar implica que la compra de pesos es una
ganga. Según otros, la gente debe refugiarse en lo más seguro posible. A la
postre, la flotación suaviza sus propios movimientos cambiarios irracionales.
Si es así, otra señal equivocada, y
peligrosa, del intervencionismo cambiario es que, al fin del día, las reservas
internacionales, además de ser costosísimas, serán usadas para estabilizar el
tipo de cambio. En un esquema de flotación, estos voluntarismos están fuera de
orden. Además, no funcionan. Si el mercado cambiario piensa, en efecto, que el
peso debe estar a niveles 40 por cierto superiores a los niveles de hace apenas
tres meses, no hay reservas en el mundo que puedan aguantar esa decisión
colectiva. Se nos acaban en unas dos o tres semanas, sino es que menos.
Hasta ahora, la emergencia de
“estabilizar” los movimientos del tipo de cambio ante la brutal derrama financiera
parece haber logrado su propósito—a costas de que, al manipular el nivel del
tipo de cambio con intervenciones artificiales, se dio una injusta
transferencia de recursos bajo niveles cambiarios subsidiados por las
instancias centrales.
Mejor, pase lo que pase, ni lo
toquen. Cada vez que se ha tocado el tipo de cambio, el costo de la medicina
resulta ser mucho más doloroso, más caro, que la enfermedad de irracionalidad
cambiaria que se pretende erradicar.
¿Somos, o no, un sistema de
flotación? Parecería que sí, pero sólo a los niveles que determinen los
intervencionistas cambiarios.