Cualquier periodista del mundo sabe que si se juntan los
financieros con los políticos habrá “nota”. Sucederá, o al menos se dirá, algo
“notorio”, digno de hacerse noticia y transformarse en comentario, análisis y
crítica pública más o menos estentórea.
Ambos grupos – financieros y políticos – tienden a tener acerca
de sí mismos una imagen más grandiosa de lo que les corresponde en la realidad.
El político cree, de veras lo cree, que lo que dice o lo que
hace tiene repercusiones contundentes e inmediatas en millones de seres
humanos. Pero pocas, muy pocas veces es así. La vida cotidiana sigue y en la
mayoría de los casos “la gente” (es decir el 98 por ciento o más de las
personas) ni se da por enterada, sigue trabajando, riendo, llorando, comprando,
vendiendo, especulando, rezando, maldiciendo, criando hijos, consintiendo
nietos, amando, cultivando gozos o amarguras. Y eso sin importarle un rábano lo
que hagan o digan los políticos.
Algo similar sucede con los financieros. Se creen más de lo
que son en realidad: Más poderosos, más influyentes, más decisivos para el
cosmos. Pobres.
Hay un tercer grupo social, el de los periodistas, donde también
somos extremadamente vanidosos; soñamos que el mundo se estremece
cotidianamente al influjo de nuestros mensajes, pero poquísimas veces es así.
Con un agravante: Alimentamos la vanidad y la grandilocuencia de políticos y de
financieros.
Políticos, financieros y periodistas: Un club selecto que
cree ingenuamente que domina al mundo.
Casey B. Mulligan,
profesor de economía en
Lo más probable, en medio de esta crisis político-financiera
global, es que el mundo NO necesite ser salvado de la recesión o de la depresión
económica. Y es un hecho, además, que políticos, financieros o periodistas no
somos confiables como redentores.
Ni siquiera somos capaces de curar una gripa o de calmar un
corazón atribulado. La economía sigue funcionando como siempre. Pregúntenle a
la señora que fue al supermercado ayer y que ni siquiera sabe, ni le importa,
que los accionistas de esa empresa están en medio de la peor tormenta
financiera de los últimos 50 años.