Se le llama “señoreaje” a la acción
del Estado que consiste en la fabricación de dinero para ponerlo en circulación
en la economía. Antes se fabricaban billetes según la cantidad de metales
preciosos que se extraían de la mina. Digamos que por cada onza de oro se podía
fabricar cien nuevos billetes de un peso, que se entregaban al minero para que
éste adquiriera los bienes que satisficieran sus gustos, necesidades o preferencias.
Fabricar más dinero que no tuviera
respaldo en oro, se consideraba un fraude. Además, durante casi dos siglos esta
actividad la realizaba un agente privado, quien estaba a cargo de
Pero desde 1944, por el Acuerdo Bretton Woods bajo la influencia
de John Maynard Keynes, se eliminó la regla de emisión respaldada en oro y
cada país podría emitir billetes bajo sus propios criterios. Desde entonces el
mundo ha vivido los peores desastres económicos y financieros. Muchos gobiernos
tomaron a la maquinita que fabrica billetes como una fuente inagotable de recursos
monetarios y provocaron devaluaciones, hiperinflaciones y destrucción de sus
economías y las de sus vecinos.
Todos estos desastres se deben a que
no se logra entender la función fundamental del dinero. El día que se entienda
se comprenderá, entre otras cosas, el por qué nunca se debe dejar que los
gobiernos administren la maquinita que hace billetes. Los políticos y
burócratas son los menos adecuados para decidir sobre política monetaria.
Se puede decir que el dinero es uno
de los instrumentos más maravillosos que ha inventado la humanidad. Gracias al
dinero se acabaron las guerras, los hombres pudieron relacionarse con sus
semejantes aún cuando no hablaran la misma lengua y tuvieran religiones
diferentes.
Los hombres encontraron en el dinero
un gran incentivo para trabajar, crear, construir y fabricar los bienes que les
permitían ganar dinero y luego intercambiarlo por bienes de su gusto. La
función principal del dinero es facilitar las relaciones sociales y los
intercambios libres y voluntarios. Algunos aprendieron a moverse en el sistema
económico y acumularon grandes fortunas, sin dañar a nadie, más aún,
beneficiando a todos sus semejantes.
Pero cuando la administración del
dinero queda en manos inexpertas, abusivas o demagogas puede llegar a destruir
en pocos días a cualquier economía.
Es necesario tener claro por qué
fabricar dinero es un acto criminal. Suponga que en una economía ya hay cien
millones de pesos (en billetes de distinta denominación). De pronto el gobierno
decide fabricar otros cien millones de pesos. Para ponerlos en circulación acude
a las colonias más pobres para regalar mil pesos diarios a cada ciudadano.
Estos ciudadanos acuden a la tienda a comprar zapatos. Quiere decir que se
incrementa la demanda de zapatos y en consecuencia los precios suben. Aquellos
que no recibieron el dinero nuevo, acuden a la tienda pero ven que los precios
son más altos que antes. Es decir, su poder de compra se redujo y ya no pueden
comprar los zapatos que tenían planeado. Su primera reacción quizás se
concentre en el vendedor de zapatos pues creerá que su ambición de ganancia lo
llevó a subir los precios. Pero la realidad es que la pérdida de su poder
adquisitivo se debe a la fabricación de nuevo dinero. El fabricante de dinero
(el gobierno) le robó su poder de compra sin que el parroquiano se diera
cuenta. Este robo furtivo es lo que constituye un crimen pues golpea
fundamentalmente a los trabajadores que tienen ingresos fijos y pactados por
largo tiempo (digamos de un año). Pero no sólo daña a los trabajadores, también
a los empresarios pues creyendo que la compra de sus mercancías es una demanda
del mercado (y no una demanda artificialmente creada por el Estado) se dispone
a comprar más maquinas, materia prima y contrata a más trabadores. Al rato se
da cuenta que las ventas se detienen abruptamente (en cuanto el gobierno deja
de repartir dinero) y las mercancías se le quedan en la bodega, las máquinas se
detienen y tiene que echar a la calle a los trabajadores innecesarios.
Es difícil enumerar todos los daños
que ocasiona un gobierno cuando echa a andar la maquinita que imprime billetes.
El caso más palpable es la actual crisis financiera que viven los Estados
Unidos de América con el gobierno de George Bush.
Por eso es que Ludwig
von Mises recomendaba que la cantidad de dinero
circulando en un país fuera constante, es decir, ni se fabricaran nuevos billetes,
ni se retiraran de circulación, pues eso también perjudica a una economía.
Aquel gobierno que haya cometido el
error de fabricar dinero debe ser sancionado quitándole, cuando menos, el poder
sobre la máquina de billetes. En otras palabras, el Banco Central no debe estar
en manos de los políticos gobernantes, sino en manos privadas que apliquen la
regla de “cantidad de dinero fija”. En otras palabras. Para acabar con el
señoraje y evitar nuevos crímenes de Estado, es necesario privatizar