En economía hay un
principio que afirma que el alza de un precio, siempre que el gobierno no
intervenga, pone en marcha un proceso que termina con la baja en dicho precio,
lo cual quiere decir que, ¡efectivamente!, los mercados, que no son otra cosa
más que las personas intercambiando, se regulan, ¡siempre y cuando el gobierno
no intervenga!, es decir, siempre y cuando permita que ese proceso, que pone en
marcha el alza del precio, pueda llevarse a cabo. Pongo un ejemplo, a partir
del alza en el precio del dólar.
Conforme aumenta el
precio del dólar la compra de productos mexicanos se vuelve más atractiva para
los consumidores extranjeros, al tiempo que la adquisición de productos
extranjeros se vuelve menos atractiva para los consumidores nacionales. La razón
es la siguiente. Si el tipo de cambio es 10 pesos por dólar, por cada dólar que
pagan los consumidores extranjeros reciben 10 pesos de mercancía mexicana. Si
el peso se devalúa frente al dólar y llega, digamos, a los 15 pesos, ahora por
cada dólar que pagan los consumidores extranjeros reciben 15 pesos de mercancía
mexicana, ¡el 50 por ciento más! Lo dicho: el aumento en el precio del dólar
hace que la compra de productos mexicanos se vuelve más atractiva para los
consumidores extranjeros, por lo que las exportaciones aumentarán.
Veamos la otra cara de
la moneda. A un tipo de cambio de 10 pesos por dólar el consumidor mexicano
tiene que pagar, por cada dólar de mercancía importada que compra, 10 pesos. Si
el peso se devalúa hasta los 15 pesos por dólar dicho consumidor tendrá que
pagar, por cada dólar de mercancía importada, 15 pesos, ¡un 50 por ciento más! Lo
dicho: al paso que aumenta el precio del dólar la adquisición de productos
extranjeros se vuelve menos atractiva para los consumidores nacionales, por lo
que las importaciones se reducirán.
Que la devaluación
beneficie a las exportaciones, ¡se exporta más!, y perjudique a las
importaciones, ¡se importa menos!, supone que, al menos por concepto de
comercio exterior, aumenta la entrada de dólares al país, y por lo tanto su
oferta, al tiempo que, por el mismo concepto, disminuye la salida de la divisa
estadounidense y, por ello mismo, su demanda. Y esa combinación, mayor oferta
con menor demanda, presionará a la baja el tipo de cambio, sin necesidad de que
el banco central comprometa sus reservas y, de paso, le haga el juego a los
especuladores.
Este es un ejemplo de
cómo el alza de un precio (el de cualquier divisa incluido), siempre que el
gobierno no intervenga (intervención que el gobierno mexicano sí ha realizado),
pone en marcha un proceso que termina con la baja en dicho precio, lo cual
quiere decir que, ¡efectivamente!, los mercados se ajustan, y que lo hacen a
partir del actuar egoísta y racional de los agentes económicos, en el ejemplo
anterior los consumidores extranjeros de productos nacionales, y los
consumidores nacionales de mercancías extranjeras, siendo que los primeros, al
recibir más pesos por cada dólar, de manera egoísta y racional aumentan sus
compras de productos nacionales, al tiempo que los segundos, al recibir menos
dólares por cada peso, actuando igualmente de forma egoísta y racional,
disminuyen sus compras de productos extranjeros, aumento y disminución de
compras de unos y otros que no es otra cosa más que ese proceso puesto en
marcha por la devaluación de la moneda nacional frente a la divisa, que termina
con la revaluación de la primera frente a la segunda.
Por lo pronto, con esta entrega pongo fin a esta serie sobre la crisis, para
dedicarle espacio, a partir del próximo Pesos
y Contrapesos, al tema de la reforma (reformita) de PEMEX.