A raíz de la
crisis financiera internacional, con significativas caídas en el precio de las
acciones de los diferentes mercados, la quiebra de varias instituciones
financieras y la necesidad de que diversos gobiernos hayan intervenido o
apoyado otras, junto con la expectativa de una significativa desaceleración de
la actividad económica al nivel mundial, inclusive experimentando algunas
economías nacionales una recesión, han aparecido en diversos ámbitos a lo largo
y ancho del mundo un conjunto de agoreros que pregonan el fin del capitalismo.
Patrañas, pamplinas. El capitalismo no ha llegado a su fin, ni llegará, simple
y sencillamente porque es el sistema económico más eficiente y es el único que
es compatible con la esencia del ser humano, como también es el único
compatible con la libertad individual. Quienes argumentan que la actual crisis
financiera es el resultado de la ambición desmedida de algunos individuos para
acumular riqueza simplemente no entienden al ser humano como tampoco entienden
qué es el capitalismo.
Los
individuos, todos, se enfrentan a una restricción inevitable: cuentan con
recursos escasos y, en consecuencia, con la información incompleta que poseen y
actuando dentro del marco institucional vigente compuesto por las reglas del
juego formales (el marco legal) y las informales (las costumbres), buscarán
asignarlos hacia aquél uso en donde el rendimiento sea el mayor posible. Los
individuos actúan así porque ello es lo que les permite, actuando como
consumidores, tratar de maximizar su nivel de bienestar y el de su familia y no
queda la menor duda que todos los individuos siempre van a preferir tener un
mayor nivel de bienestar que uno menor; los individuos, dada su racionalidad,
siempre prefieren más que menos de todo aquello que les brinde satisfacción. En
consecuencia, para poder alcanzar mayores niveles de bienestar, lo que buscarán
es acumular una mayor riqueza, no por la riqueza en sí misma, sino porque esto
es lo que les permite tener una mayor cantidad de satisfactores.
Dado el
interés individual por maximizar su nivel de bienestar y dada esa escasez de
recursos, la forma más eficiente de asignarlos es a través del mercado,
ejerciendo cada quién su libertad de elección. Todos los individuos actuando de
manera similar, bajo un arreglo institucional de igualdad de oportunidades en
mercados competitivos y eficientemente regulados, maximizarán no solamente su
propia riqueza y su bienestar sino también la riqueza y el bienestar de la sociedad
en su conjunto. Y eso es un sistema capitalista.
La actual
crisis financiera no es el resultado de la ambición, así es la naturaleza del
ser humano. La crisis es el resultado de graves errores cometidos por
diferentes gobiernos, particularmente por no haber establecido en el marco
legal un conjunto de reglas eficientes que llevará a una asignación eficiente
de los recursos financieros. No reconocer que los gobiernos se equivocaron y
pregonar que lo que se requiere es una intervención directa del gobierno en la
economía con políticas fiscales expansivas y restringiendo la libertad de
elección de los individuos a través de la imposición de barreras de acceso a
los mercados, solo tendrán como resultado un menor nivel de bienestar de la
población.