1/6/2011
Las escuelas de gobierno garantizan el fracaso de un país
Santos Mercado

Pocos advierten cuán perversa puede resultar  la idea de que “la educación es la clave del progreso”, pero es una frase que dice todo y nada. Bien entendida puede llevar a la prosperidad pero también puede conducir al peor de los infiernos.

Los gobiernos de pocas luces o con intenciones perversas convencen a sus pueblos de la importancia de la educación y de que ellos son los indicados para abordar el tema. Así, se disponen a cobrar impuestos y usar una gran parte del erario para construir  miles de escuelas y universidades. Un error que, con el tiempo, se paga muy caro.

Por ejemplo, la Cuba comunista de Fidel Castro  adoptó esta engañosa creencia. Dedicó la mayor parte de sus recursos a la alfabetización, la educación básica, media y universitaria. En la montaña, la costa, la pradera y en cualquier rincón de la isla se pueden ver escuelas de gobierno llenas de niños, jóvenes y adultos. El gobierno comunista regalaba  uniformes,  libros, alimentos y les proporcionaba vivienda y diversión, todo para crear al “hombre nuevo” que prometía la  revolución socialista. Así se formaron miles de ingenieros, abogados, matemáticos, músicos, agrónomos, arquitectos, historiadores, economistas y de muchas profesiones más. Caminando por el malecón o en los parques públicos se ven a cientos de jóvenes durmiendo a pierna suelta o tomando el sol, y todos ellos tienen profesión o al menos la preparatoria. Las “jineteras” son licenciadas en derecho, economía o administración de empresas. Cualquiera diría que Cuba tiene un excelente sistema educativo a juzgar por la escolaridad de la gente. Los índices internacionales colocan a Cuba en buenos lugares comparados con los países más avanzados como Estados Unidos, Francia o Japón.

Pero  hay un pelo en la sopa. Resulta que la economía cubana no refleja el supuesto buen nivel educativo de su pueblo. De hecho, Cuba ha estado al borde de las hambrunas y la miseria desde que se inició la revolución comunista de Fidel Castro. Sólo por el apoyo externo, antes de la URSS y ahora de Venezuela es que los cubanos no han llegado al extremo de la miseria. Los grandes subsidios que recibía de los rusos daban la impresión de que la isla gozaba de salud económica. Cuando desaparece la URSS (1992) Cuba sufre una gran descalabro pues su producción no era capaz de alimentar medianamente a su gente. De las diez millones de toneladas de azúcar que alguna vez soñaron apenas recogían poco más de una. No había frijol, ni maíz, ni carne, ni leche para los niños y el sistema de racionamiento causó estragos y ceguera en mucha gente. De pronto, Cuba se hizo el pueblo más esbelto apenas comparado con los biafranos.

¿Cómo era posible que Cuba, con tantos profesionistas, administradores de empresas, economistas y demás no fuera posible crear sistemas productivos que garantizaran el alimento para su pueblo? Muchas escuelas, muchos profesionales pero  mucha hambre y miseria  señalaban una gran contradicción. Simplemente se rompía el mito de que la educación es la base del progreso. Al menos las miles de escuelas en Cuba no  han servido para lograr prosperidad. Más bien, sirvieron para legitimar y eternizar a Fidel Castro y su mafia en el poder, es el lado perverso del discurso.

En la vieja Unión Soviética los gobiernos comunistas también erigieron innumerables escuelas y universidades. Millones de profesionales de todo tipo y color fueron incapaces de sostener su sistema socialista.

En Francia, donde el sistema educativo es predominantemente gubernamental también se ven las consecuencias negativas.

¿Cuál es la moraleja? ¿Acaso podemos deducir que tener escuelas y universidades conduce a la ruina de un país? Definitivamente tampoco es una buena conclusión.

El problema no es tener escuelas, sino quién es el dueño de las escuelas. En la desaparecida URSS todas las escuelas y universidades eran del gobierno y por eso fracasó. En Cuba todas las escuelas y universidades son del gobierno y por eso tienen 50 años de doloroso fracaso. En México más del 80% de las escuelas y universidades han sido del gobierno y por eso la educación es pésima y el país es pobre.

Por lo tanto, la moraleja correcta es “mientras más escuelas de gobierno tenga un país, tendrá más garantía de fracaso”.

La razón radica en que las escuelas de gobierno no están diseñadas para formar gente activa, pensante, innovadora y competitiva. La escuela pública no forma profesionales  capaces de desarrollarse en una economía de mercado. El egresado de escuela pública no aspira a ser hombre de negocios, empresario que miran las oportunidades para hacer ganancias; más bien quiere obtener un empleo fijo que le garantice las quincenas de por vida y luego se jubilen para recibir sueldo sin trabajar.

Por lo tanto, si un país quiere salir de la pobreza y lograr los mejores estándares de vida, tiene que olvidarse de las escuelas de gobierno y construir un nuevo sistema educativo que no esté contaminado por el control gubernamental.



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