Mi sombrío pronóstico de la semana pasada sobre el curso de la economía mundial en 2011, generó reacciones y comentarios de mis estimados lectores que mucho les agradezco. La mayor parte de ellos expresó su escepticismo, apoyándose en el consenso de los agoreros económicos que ven con optimismo el porvenir.
Estoy habituado a tales suspicacias al igual que Casandra, personaje de la mitología griega cuyo destino fatal era pronosticar con precisión las terribles tragedias que veía para el futuro, que nunca nadie creyó porque Apolo decidió maldecir con la incredulidad universal la gracia profética que él mismo le había otorgado.
Hay que recordar que el consenso de los economistas nunca ha predicho un corte radical en la tendencia futura de las variables financieras y, por ello, sus previsiones invariablemente fallan cuando hay un cambio abrupto, lo que Nassim Taleb calificó como “cisnes negros,” eventos impredecibles de consecuencias colosales.
Siempre son unos cuantos agoreros quienes presagian el giro inesperado, basándose en su experiencia sobre la imposibilidad de que ciertos fenómenos sigan ocurriendo en forma indefinida, como el incesante aumento en los precios del petróleo en el México de José López Portillo o en la deuda de EU con China hoy en día.
Sin embargo, en la semana transcurrida desde que mi texto fue publicado han sucedido varios hechos que hacen que la probabilidad de que mi vaticinio se concrete, haya aumentado de manera no trivial:
1. El precio de las acciones en el mercado bursátil de Portugal se desplomó el viernes pasado a sus niveles más bajos en 17 años, mientras que la tasa de interés en los bonos de su deuda pública alcanzaron alturas nunca vistas desde la creación del euro, conforme crecen los temores de que ese país está a punto de requerir un rescate financiero como los de Grecia e Irlanda. Hoy, la deuda de Portugal se cotiza a niveles de riesgo sólo superados por estas dos naciones más Venezuela.
Mientras esto ocurría, las acciones de los bancos europeos se fueron en picada a consecuencia de la recomendación contenida en un reporte de la Comisión Europea que sugiere que los tenedores de bonos bancarios preferentes deben compartir las eventuales pérdidas derivadas de la quiebra de bancos, parte importante de cuya cartera se encuentra invertida en activos de países como Portugal.
2. La gestión administrativa para elevar el techo de la deuda del gobierno federal de EU, había sido un trámite más o menos automático: el Ejecutivo pedía el aumento necesario y el Congreso lo autorizaba, a veces con algún teatro político, pero sin dudas serias de que el aumento sería aprobado. Ello ha ocurrido once veces en los últimos quince años.
Empero, ahora hay un abultado número de nuevos diputados, muchos de ellos del llamado Tea Party, nombre inspirado en los ciudadanos de la ciudad de Boston que para expresar su rechazo a los nuevos impuestos de la Corona inglesa tiraron cargamentos de té al mar, acto con el que empezó la guerra de independencia de EU.
Estos bisoños legisladores, que hoy tienen enorme influencia en la Cámara de Diputados, se oponen tajantemente a la creciente intervención del Estado en la economía, y consideran con seriedad rechazar el aumento solicitado por el gobierno de Barak Obama al techo de la deuda pública, que se alcanzará en marzo próximo.
Ello provocaría, según la carta que el secretario de Hacienda Timothy Geithner envió al líder del Senado el pasado 6 de enero, a que “el Tesoro se vea obligado a declarar la moratoria en la deuda de EU causando un daño catastrófico a la economía, potencialmente mucho más grave que la crisis financiera de 2008 y 2009.”
La opción de que el Congreso obligue al gobierno a suspender el pago de su deuda pública, que yo no había considerado en mi artículo de la semana pasada, se suma a la situación crítica de las finanzas de algunos de los estados más grandes del país, y siembra nuevas dudas sobre la confiabilidad de la inversión en pasivos de EU.
Ya veremos en las semanas próximas qué tan seria es la amenaza de los nuevos diputados, pero su desplante, sumado a una situación que en Europa se agrava en forma preocupante, puede sembrar el pánico entre los inversionistas antes de lo que yo pensaba y provocar una renovada crisis financiera en el primer semestre del año.