La semana
pasada señalé tres elementos que son trabas para que la economía mexicana
crezca a tasas más elevadas: la debilidad del estado de derecho entendido como
una ineficiente definición de los derechos privados de propiedad y una muy
deficiente protección de estos derechos, una regulación de los mercados
ineficiente y excesiva que aumenta los costos de transacción y genera una alta
incidencia de corrupción y la existencia de prácticas monopólicas
gubernamentales y privadas. En este artículo trataré otros tres elementos que
son barreras al crecimiento: el sistema tributario, la ineficiencia del gasto
gubernamental y un sistema dual de seguridad social.
Respecto del
sistema tributario, tal como están diseñados y aplicados los diferentes
impuestos, particularmente el ISR y el IVA, generan incentivos perversos sobre el
trabajo, el ahorro y la inversión. Una estructura rápidamente creciente de las
tasas del impuesto sobre la renta a las personas físicas generan un desincentivo
al trabajo y al ahorro y en consecuencia a la inversión, mismo que se agrava al
no tener un IVA homogéneo; además, se generan significativas distorsiones de
los precios relativos que deriva en una asignación ineficiente de los recursos
en la economía. La introducción del IETU y la eventual desaparición del ISR a
las empresas es un paso en la dirección correcta, pero falta aun reducir las
tasas marginales del ISR a las personas físicas y homogeneizar el IVA para que
el sistema tributario deje de ser una traba al crecimiento económico.
En cuanto al
gasto gubernamental, sea el que ejerce directamente el gobierno federal o el
que ejercen los gobiernos estatales y municipales, tiene como característica
esencial la ineficiencia en su aplicación. El sector público mexicano gasta
mucho y gasta mal, no solo porque la mayor parte del presupuesto se destina al
gasto corriente, particularmente sueldos, salarios y pensiones, sino también
porque para la mayor parte del gasto público la rentabilidad social que se
obtiene es negativa, es decir, ni siquiera se cubre el costo de oportunidad de
los fondos públicos. Rentabilidad social negativa, junto con el desplazamiento
que el gasto gubernamental hace del gasto privado, deriva en que el gobierno lo
que efectivamente está haciendo con parte de su gasto es destruir una fracción
de la riqueza nacional y, consecuentemente, inhibir el crecimiento económico.
Respecto del
tercero, como bien señala Santiago Levy en su libro Good Intentions, Bad Outcomes, la existencia
de un sistema dual de seguridad social (IMSS e ISSSTE junto con el seguro
popular) deriva en que si uno de los miembros de la familia ya cuenta con el
seguro médico del IMSS o ISSSTE, los demás miembros de la familia tienen el
incentivo para emplearse en el sector ilegal de la economía, ya que de esta
manera tanto el empleador como el empleado ganan al repartirse entre ellos lo
que hubieran tendido que pagar de cuotas al IMSS o al ISSSTE. Este sector, por
su naturaleza, opera con muy pequeñas empresas para reducir la probabilidad de
que sean detectadas operando en la ilegalidad, por lo que no generan economías
a escala en la producción y utilizan tecnologías obsoletas, lo que deriva en
una muy baja productividad de los factores de la producción. Por lo mismo, es
necesario desparecer al IMSS y al ISSSTE y moverse hacia un sistema de
seguridad universal financiado con la recaudación general de impuestos.