Reza el
popular refrán: “Mas sabe el diablo por viejo que por diablo.” A esto yo le
agregaría como ingrediente principal la sabia filosofía ranchera de los
sonorenses forjados en los trabajos de la tierra, para de esa forma sentar bien
el cuadro de mi relato.
Era mi
primer año fuera de la Universidad y orgullosamente hacía mi debut en la
ganadería en los ranchos heredados de mi abuelo. Un buen día visito a mi padre
en su oficina del negocio de la familia, y al hacer mi entrada soy identificado
por mi tío Federico Valenzuela—hermano mayor de mi padre y el patriarca de la
misma. De inmediato me hace una seña indicándome entrar a su oficina, le
gustaba jugar vencidas conmigo. Lo hago y me asombro al no verlo arremangándose
la camisa para iniciar la competencia. Siéntate me ordena.
Me clava
su famosa mirada y afirma preguntando; ¿que ya te metiste de ganaderito no? Así
es tío le reviro orgullosamente. ¿Estás comprando becerros? Me interroga con
intensidad; así es le respondo. ¿Y cuantos tienes? me aborda de nuevo. Poco más
de mil le digo ya con cierta soberbia. Ah, que bien ya andas volando alto. ¿Y
debes dinero? Pues sí, le respondo, al banco de Londres. ¿Y por qué le debes? Me
interroga ya con seriedad. Pues es el préstamo que conseguí para comprar el
ganado, le respondo de nuevo ya nervioso. ¿Ah sí? Me afirma de nuevo
interrogando; pues entonces no tienes nada porque ese ganado es del banco. Cuando
tengas más de mil becerros y no le debas a nadie, entonces podrás andarte
moneando como ganadero—ahorita lo único que eres es
un pidiche.
Abandoné
la oficina con una gran lección. Para “volar alto” en los negocios o en las
actividades económicas de cualquier clase, especialmente en las actividades de
la economía de la política, primero hay que lograr algo muy importante; crear
capital; y la creación de capital se provoca cuando las condiciones del entorno
son las adecuadas por medio del ahorro de las personas y la reinversión de las
utilidades de las empresas. En el caso de los gobiernos si las condiciones son
tales que empresas y personas puedan prosperar vía un gobierno “hands off” de la economía, los
ingresos del estado vía impuestos deben ser suficientes para los compromisos de
gobernar con sobriedad—no hay que ir a pedir al banco porque entonces como
decía mi tío; no tenemos nada y somos una bola de pidiches.
Los ya
veteranos casos—insólitos por cierto--de franca declaratoria de quiebra del
Seguro Social con un faltante de 100,000 millones de dólares por un lado, y el
ISSSTE por otro donde todavía no se cuantifica el problema pero da luz a
nuestra afirmación de una deuda de mas del 100% del PIB, es solamente la
confirmación de algo que hemos venido gritando desde hace tiempo ante oídos
sordos de la comunidad; “La quiebra del Estado”—y aclaro, no del país. Hemos
ignorado el “elefante en la sala” como dicen los alcohólicos anónimos, pero es
un elefante que ya se dirige a otros aposentos de la residencia amenazando con
derrumbarla.
Hace unos
meses un excelente periodista, Ricardo Medina Macias, tocó el tema de la forma
que ya lo identifica, directo y con dolorosa honestidad, al mismo tiempo
haciendo un llamado para resolver con carácter de urgente la precariedad fiscal
del Estado Mexicano. Independientemente de las reformas ya de “vida o muerte”
requeridas en la estructura económica—política del país, el verdadero problema
es ese: ¿Cómo salvar al comatoso enfermo? En pocas palabras; finalmente se
acabaron el cuerno de la abundancia y a diferencia de los países europeos que
crearon capital durante todo el siglo XIX y parte del XX—y de esa forma se
pudieron dar el lujo de agredir sus economías los últimos 50 años—el nuestro no
soportó las agresiones revolucionarias por eso; porque nunca creamos capital.
La
Revolución de 1910 acabó con el escaso capital que se había formado y
supuestamente concentrado durante el convulsionado Siglo XIX, pero capital al
fin. La Constitución de 1917 y las luchas intestinas entre los revolucionarios
no permitieron establecer un plan congruente de recuperación. Finalmente Calles
con su famoso Pacto, organizó las demandas gansteriles
de la familia para así entregarle el país a Lázaro Cárdenas quien terminaría de
aniquilar el capital remanente con sus expropiaciones, repartos agrarios y más
grave; el ataque al concepto de la propiedad privada—base de la formación de
capital--a través del fomento de la cultura del colectivismo y la dependencia. Surgía
así una nueva generación de empresarios pegados a la ubre de las políticas
estatales de fomento y protección arancelarias, que los pusieran a salvo de la
competencia de las importaciones y del capital extranjero. Nos entregábamos al
agrarismo, socialismo y sindicalismo de Cárdenas y Lombardo Toledano.
En los
años 40, invitado por Don Luis Montes de Oca, el
maestro Von Mises estuvo en México para hacer una
evaluación del daño causado por la plaga Cardenista. El viejo economista
produjo un librillo con su diagnostico, una serie de recomendaciones para el
tratamiento del comatoso, y lo más importante; una advertencia de las
consecuencias potenciales de no cambiar el rumbo. Von
Mises luego de unos meses en la capital mexicana, repentinamente renunció a su
cometido comentándole a su esposa Margarit: “Este
país no tiene remedio, las raíces Cardenistas son ya muy profundas y solamente
el fracaso total hará que los mexicanos se den cuenta de su grave error.” Obviamente
el rumbo nunca se cambió, la profecía de Mises ha cobrado vida.
Ah, la
sabiduría de Von Mises. Como dice el poeta: “Ahora es
tiempo de pasar las apreturas. Cosecha amarga que tú levantarás. Frutas
podridas tan sólo encontrarás. Y así te hundes mientras tú más te apresuras.”
Me parece
ha llegado la hora que los mexicanos durante muchos años evadimos; el debut del
cirujano de hierro para salvar al enfermo. Ese cirujano que se atreva a llevar
a cabo la delicada operación que ya urge pues el enfermo se desangra. Aquí no
se trata de usar términos elegantes de ingeniería financiera; se trata
simplemente de usar el sentido común y no seguir de limosneros—el concepto que
me describía mi tío. Se trata de actuar con el valor de un héroe para no
heredarle a generaciones futuras el México que a nosotros nos heredaron los
revolucionarios, y ahora amenaza con explotarnos en la cara.