Nuevamente
sale toda clase de charlatanes a decir que la crisis financiera de EU es
producto de las “fallas inherentes a los mercados libres.” No, nuevamente no
hagamos caso a estos creadores de paralogismos. La causa de la crisis
financiera en EU es resultado del fracaso de las políticas económicas
intervencionistas. Me explico.
A raíz de la
crisis bursátil de 1929, el keynesianismo se impuso como escuela de pensamiento
económico en el mundo. Durante los años en que la teoría keynesiana dominó a la
política económica ejercida por los gobiernos, la intervención y la regulación
gubernamental aumentaron considerablemente. Las consecuencias no se hicieron
esperar, y el resultado final de instrumentar políticas fiscales y monetarias
expansivas, fue el recrudecimiento de la inflación y el estancamiento
económico.
A principios
de los años ochentas, el desempleo y la inflación en naciones desarrolladas
como EU y Gran Bretaña empezaban a molestar de sobremanera a los ciudadanos de
esos países, lo que se tradujo en derrotas electorales contundentes de los
partidos de izquierda que apoyaban fuertemente el estatismo keynesiano. En el
resto del mundo democrático, las cosas fueron similares.
En respuesta
a las fallidas políticas keynesianas, cobraron fuerza las teorías monetaristas
y la llamada economía de la oferta (supply-side economics), que hacían
énfasis en un más estricto control monetario que redujera las presiones
inflacionarias, así como en la reducción de los impuestos y en general en la
reducción del tamaño del gobierno para dinamizar nuevamente a la economía.
Con el paso
del tiempo y ante las numerosas debilidades de la teoría keynesiana pura,
surgen entonces los nuevos keynesianos (neokeynesianos).
Están encabezados por economistas como Gregory Mankiw,
Oliver Blanchard, Larry Summers (exsecretario del Tesoro
de Bush Jr. y que al parecer
renunció por el keynesianismo exacerbado de su entonces jefe), George Akerlof y por supuesto no
podemos olvidar al actual Presidente del Banco Central norteamericano (FED), Ben Bernanke. Estos economistas neokeynesianos están convencidos de que es necesaria la
intervención en los mercados por medio de activas políticas fiscales y
monetarias.
Por su
parte, la teoría económica neoclásica evolucionó hacia la llamada escuela de
las expectativas racionales, cuyo énfasis principal es que la intervención en
los mercados por medio de las políticas monetarias y fiscales activas no sólo
no funciona, sino que puede empeorar las cosas. Los ponentes principales de
este pensamiento son Robert Lucas, Robert Barro, Edward Prescott, Thomas Sargent, Martin Feldstein, Robert Hall, Neil Wallace y John Taylor.
¿Por qué
hago esta reflexión de las escuelas de pensamiento económico? Porque el
desastre financiero que vive EU es producto de las políticas neokeynesianas intervencionistas. Sí, desde que Bush Jr. tomó el poder, el neokeynesianismo ha dominado entre los asesores económicos
del Presidente. Prueba de ellos son las cabezas de
La historia
económica muestra que la intervención activa de los gobiernos vía políticas
monetarias y fiscales activas acaba cuando no en mayor inflación, en un
desastre financiero. El énfasis estocástico de la escuela de las expectativas
racionales finalmente da la razón a la viejísima escuela austriaca cuyos
ponentes principales encontramos en Friedrich Von Hayek y Ludwig
Von Mises. Sí, en la toma de decisiones en la
economía el pasado cuenta poco y en cambio son los valores esperados de las
variables lo que contabilizan los agentes en sus decisiones de ahorro, consumo
e inversión.
La sabiduría
de la escuela austriaca se demostró desde que Hayek
pronosticó (sin hacer uso de la “magia econométrica”) la gran depresión de
1929. Años antes de la caída de la bolsa, Hayek había
observado cómo la manipulación monetaria hecha por el sistema bancario y los bancos
centrales se traducía en precios mentirosos para inversionistas y consumidores.
Esta teoría
se centra en que las tasas de interés son una señal esencial para la toma de
decisiones de consumo e inversión a lo largo del tiempo. Si el volumen de
ahorro aumenta, entonces la tasa de interés baja, lo que incentiva a los
agentes económicos a asignar mayores recursos a la producción de bienes de
capital, bajando su gasto en bienes de consumo. A la inversa, si baja el
volumen de ahorro, la tasa de interés subirá y se asignarán menos recursos a la
producción de bienes de capital y más a la de bienes de consumo. Ahora bien,
esto funciona sin alteraciones en la estructura productiva de la economía hasta
que las tasas de interés ya no reflejan la escasez de crédito, lo que violenta
la asignación de recursos de una etapa a otra de la estructura de la producción.
¿La razón?
El diseño del sistema bancario que se soporta en un monopólico banco central.
Cuando el sistema bancario funciona bien, habrá un equilibrio natural de ahorro
e inversión. Así, no habría ahorros que no hallen inversión ni inversiones que excedan
al ahorro. Tal equilibrio podría producirse si no se interpusiera la función
monetaria.
Si la oferta
de dinero fuera rígida, los ahorros serían la única fuente de donde podrían
hacerse inversiones y el mero propósito de obtener ganancias máximas haría que
los bancos procuraran que todo ahorro encontrara su objetivo de inversión.
Cuando la oferta monetaria no es rígida (elástica) entonces puede aumentarse la
inversión sin que aumente el ahorro ó disminuirse aunque no cambie este último.
Si las tasas de interés se mantienen por debajo de la de equilibrio, entonces
se provoca una mayor expansión de los créditos y la inversión excede al ahorro.
El proceso continuará mientras las tasas de interés sigan a la “baja.” De la
misma manera, si la tasa de interés es superior a la tasa de equilibrio,
entonces el ahorro excede a la inversión. El proceso igualmente continúa
mientras las tasas de interés son “altas.”
El problema
esencial es que los bancos pueden “crear” dinero, pues prestan más recursos
para inversión que los depósitos de sus ahorradores. La razón se sustenta en la
relación de los bancos comerciales con el banco central. Peor aún, si ya de por
sí los bancos comerciales conceden créditos por encima de sus depósitos, una
política monetaria expansiva instrumentada por el banco central, agudiza aún
más la expansión irresponsable del crédito, lo que intensifica de sobremanera
las inversiones tanto en la industria de la construcción como en general en la industria
de bienes de capital.
Este ritmo
se revienta, cuando presionado por presiones inflacionarias, el banco central
comienza a contraer la oferta monetaria, lo que provoca que los bancos también
contraigan su crédito, dejando sin liquidez a los empresarios de la
construcción y de bienes de capital en general. Éste ha sido el ritmo dominante
en los ciclos económicos por los que ha atravesado EU en las últimas décadas.
Sin embargo,
la intensificación de las recesiones ocurre cuando la política monetaria se
vuelve súper laxa, pues entonces no sólo los bancos comerciales exceden sus
prestamos, como ya mencionamos, a sus depósitos, sino que peor aún, la ilusión
de liquidez sin límite les hace asignar recursos a deudores con dudosa
capacidad de pago. No sólo los bancos caen en este juego, sino también los las
agencias inmobiliarias (que fue en donde comenzó a gestarse la actual crisis
financiera de EU), bancos y fondos de inversión (peor aún, cuando los créditos
hipotecarios se bursatilizan y los fondos adquirieren
carteras con problemas de pago). La pesadilla surge cuando los bancos centrales
terminan con la liquidez ilusoria (mediante contracciones continuas de la
oferta monetaria que presionan a la alza a las tasas de interés) y entonces
quiebras, deudas y fraudes están a la orden del día.
La crisis inmobiliaria
y financiera de EU tiene su raíz en el mandato perverso que rige a
Lo ideal
sería que las personas pudiéramos tener la libertad de realizar nuestras
transacciones con la moneda que escogiéramos libremente, lo que implicaría que
los bancos funcionaran más bien como bancos de inversión responsables. Como
esto es un sueño guajiro, un avance al menos sería corregir el mandato constitucional
que rige a
La solución
no es mayor regulación y “fobaproas” gringos. Ello
sólo llevará a la economía norteamericana a la estanflación,
en donde el endeudamiento, el alza de impuestos, el desempleo y la inflación se
vuelven el pan de cada día.
La solución
es parar de una vez por todas el uso indiscriminado de
las políticas fiscales y monetarias. La solución es acabar con las políticas
económicas intervencionistas. El próximo Presidente estadounidense lograría más
si se pusiera a corregir su déficit fiscal, reducir el tamaño del gobierno y
los impuestos.
Por el
momento no veo un panorama claro. El gobierno gringo ha optado por la salida
fácil de inyectar liquidez y rescatar a instituciones con cargo al
contribuyente. Ello sólo empeorará la crisis. La semana pasada
Ojalá
no estemos en la antesala de un nuevo capitalismo de estado, en la antesala de
la estanflación y el intervencionismo gubernamental.