La
actual crisis del sistema financiero en Estados Unidos no demuestra las
presuntas fallas del mercado libre, sino el reiterado fracaso del
intervencionismo gubernamental.
Hubo
quien con toda oportunidad anticipó, tan temprano como en 2002, los peligros
que hoy se han convertido en realidad. Un análisis de la revista Business Week (“The homes keep
selling”, 11 de marzo de 2002) preveía con gran
perspicacia cómo la combinación de: (a): una política monetaria pretendidamente
anti-recesiva instrumentada por
La
venta de más de 900 mil nuevas casas tan sólo durante 2001 configuraba un boom de vivienda que crecería
exuberantemente durante los siguientes años. Los ingredientes detrás de esa
gigantesca burbuja fueron dos: 1. Dinero fácil, con tasas de interés negativas
(la estrategia de Alan Greenspan para lograr un
“aterrizaje suave” de la economía después del estallido de la burbuja de las
acciones “punto com”) y 2. Una decidida intervención
gubernamental para que los bancos otorgasen cada vez más préstamos hipotecarios
a sectores pobres de la población, préstamos en condiciones ventajosas frente a
las que habrían prevalecido en el mercado comercial, gracias al aval implícito
del gobierno en los valores emitidos, para fondear los créditos, por dos
grandes hipotecarias: Fannie Mae y Freddie Mac. Instituciones
clasificadas como empresas de patrocinio gubernamental (Government Sponsored Entreprise
o GSE).
Los
mercados no fallaron, fue otra vez el gobierno el que distorsionó los mercados
y fabricó no sólo un fracaso, sino una gigantesca debacle.
Hoy,
los políticos y el gobierno se presentan como los únicos que tienen la
salvación… frente a un desastre que ellos crearon con gran esmero.