El huracán asesino que continúa agrediendo los mercados
financieros mundiales, provoca ya que muchos analistas comparen a George W. Bush con el tristemente
célebre Herbert Hoover, a
quien se identifica como el progenitor de
Hay muchos ingredientes en el potaje que hoy provoca la
avalancha de los mercados financieros mundiales, de los cuales, tal vez el que
menos participe en la sazón del venenoso platillo se llama George
W. Bush. Pero para efectos de nuestro análisis nos
concretaremos a definir tres de tales ingredientes.
Durante los últimos 15 años, cortesía de Greenspan,
el mundo ha sido inundado con cientos de billones de dólares emitidos por el
Fondo de
La administración de Clinton,
reinterpretando la era de de Carter, se dio a
politizar las prácticas bancarias. Utilizando el Community
Reinvestment Act, el
gobierno forzó a los bancos para que probaran que no eran discriminadores y así
pasar a la aprobación de préstamos a minorías y diversos grupos comunitarios de
izquierda sin importar el riesgo. El Senador Phil Gramm bautizó esto como el esquema de una vasta extorsión
en contra de la banca americana. Pero los bancos no protestaron puesto que, con
un Mr. Raines—nombrado por Clinton—al frente de Fannie Mae, era dulce reducto para ese papel chatarra que estaban
produciendo.
Durante los años 80 los problemas financieros de los EU eran
mucho más serios que los actuales. Los intereses, liderados por el Prime, se
ubicaban por encima del 21%. El PIB decrecía. Los bancos de ahorro cargaban con
una insolvencia de varios cientos de billones de dólares, la inflación casi
alcanzaba el 20% y el desempleo se acercaba al 10%. Los grandes bancos de los
EU estaban inundados de la deuda con la que arropaban al tercer mundo la cual
era absorbida por países como México y Brasil, los que Milton Friedman definiera en banca rota. Ante dicho panorama la
economía se hundía en una grave recesión y el sector agropecuario navegaba ya
en una depresión.
Cuando Ronald Reagan
asumiera la presidencia, lejos de implementar soluciones estilo Hoover o, presionado por Los Revisionistas, cambiar el
sistema económico a imagen y semejanza de Japón, se dio a la cirugía sin
anestesia y, con un hombre valiente en el Fed, se
diera a la reducción de las emisiones de
dólares, haciendo lo mismo con impuestos, desregulando
y abriendo más la economía al libre comercio. Al inicio ello provocaba el que
los EU sufriera masivos problemas en los mercados crediticios. Más de 3,000
bancos se fueron a la quiebra y desaparecieron. Cuando la quiebra de
Continental Illinois, arrasaba con ella a cientos de bancos agrícolas
regionales y miles de pequeños bancos de ahorro.
Pero el panorama podía haber sido peor. Los diez bancos más
grandes de los EU se ahogaban con la deuda del tercer mundo valuada a 1 centavo
de dólar. Si en la contabilidad de esas instituciones tales préstamos se
hubieran registrado a los precios de mercado, todos ellos hubieran sufrido la
insolvencia. Es decir, los diez bancos más grandes de EU tenían invertidos en
préstamos muertos más de su capital y reservas lo que, con base a los
principios contables actuales, los hacía sujetos de quiebra o rescate.
Pero en estos momentos, en la cúspide de la crisis, los EU
no sufren los problemas de los años 80. La inflación está controlada, el PIB,
hasta el trimestre pasado, crecía de forma aceptable, el desempleo aun es bajo
y, hasta hace un año, no se percibían mayores problemas de crédito en el
sistema bancario.
La nube negra eran los $1.3 trillones de dólares de
hipotecas basura respaldadas por valores emitidos de los cuales, 300 billones
estaban en los portafolios de los bancos asegurados. El resto se encontraban
repartidos alrededor del mundo. Las pérdidas potenciales de esos activos se
estimaban en un 20% y podrían haber sido preocupantes mas no fuera de control,
es decir, eran manejables. ¿Cómo es que se convirtieron en la pesadilla que
ahora vivimos?
La principal causa es el cambio en los estándares contables
que el Consejo de Contabilidad Financiera y el SEC establecieron durante los
últimos cinco años. Ese sistema contable dicta que las instituciones
financieras con instrumentos en sus balances, deben contabilizarlos a valor de
mercado. Pero ¿Qué fue lo que hicieron cuando el mercado se congeló y las
ventas se detuvieron?
La respuesta la obtuvieron del SEC y demás autoridades
reguladoras obligándolos a registrar sus activos a valor mercado cuando dicho
mercado era inexistente. Es decir, los obligaron a registrar pérdidas antes de
realizarlas y los despachos contables, temblando ante posibles litigaciones
futuras, aun en contra de sus propios principios aceptaron llevar a cabo esa
contabilidad totalmente confundidos con el concepto de valor. Las autoridades
financieras también introdujeron una serie de confusas reglas para la capitalización
de los bancos las que, en periodos de turbulencia, a base de modelos
matemáticos irreales, los obligan a recapitalizar sus bancos de forma
innecesaria.
Cuando se presentan problemas temporales afectando el valor
de los activos producto del mercado, los reguladores deben dar espacio y
oportunidad de navegar por esas tormentas temporales. Los activos no se deben
de ligar a precios de venta inexistentes en esos momentos.
Si durante los años 80 se hubiera utilizado el mismo sistema
contable, se hubieran tenido que nacionalizar todos los grandes bancos de los
EU y miles de bancos regionales hubieran ido a la quiebra. Ante ese panorama,
los EU, sin lugar a dudas, se hubieran hundido en los pantanos de otra Gran
Depresión.
Si los EU no se avocan a estas tres causas de la bacanal, el
cáncer de las finanzas seguirá avanzando hasta liquidar al enfermo. Ahora, si
analizamos las propuestas de Barak Obama, a él sí lo podemos bautizar como el Hoover de la modernidad.