Los seres humanos nos portamos bien
(es decir: respetamos los derechos de los demás), por una de tres razones:
convicción, conveniencia o miedo. La tarea de la ética es formar al ser humano
de tal manera que se porte bien por convicción, para lo cual ayuda tener
presente la formulación coloquial del imperativo categórico de Kant: “No hagas lo que no quieras que te hagan”.
¿No quieres que te roben? No robes.
¿No quieres que te secuestren? No secuestres. ¿No quieres que te asesinen? No
asesines. Evidentemente que lo anterior no quiere decir que, si tú no robas, no
secuestras y no asesinas, a ti no te robarán, secuestrarán o asesinarán. Obviamente
que no estoy enunciando una relación causal, sino un principio ético, el
imperativo categórico kantiano, cuyo respeto es indispensable para la
convivencia civilizada: “Obra de modo tal que puedas querer que lo que haces
sea ley universal” o, enunciado de manera coloquial, “No hagas lo que no
quieras que te hagan”, porque si te lo hicieran estarían violando tus derechos.
Ahora bien, es un hecho que muchas
personas le hacen a los demás lo que no quieren que las hagan y, por lo tanto,
reconociendo que su acción no puede ser elevada a rango de ley universal. Y,
sin embargo, lo hacen. Es entonces que debe aparecer el gobierno, con la fuerza
suficiente (que siempre será producto de su honestidad y eficacia) para
castigar a quien le hizo a otros lo que no hubiera querido que le hicieran,
castigo que debe ser ejemplar, en el sentido de que el mismo, y el miedo al
mismo, disuada a otros de ir por la vida portándose mal. Y esa, infundir miedo
al castigo, es la principal tarea de cualquier gobierno, sobre todo si
aceptamos (y ante la evidencia no resulta difícil hacerlo), que el gobierno es
incapaz de garantizarle a todos, todo el tiempo, la seguridad y la justicia.
Pero lo que sí puede hacer es infundir, en todos los delincuentes, y hacerlo
todo el tiempo, el miedo al castigo, independientemente de cuál sea la
probabilidad de que la autoridad pesque al delincuente. Insisto: esa, infundir
miedo al castigo, es la principal tarea de cualquier gobierno.
Si aceptamos, uno, que el respeto a
la vida, la libertad y la propiedad de las personas, depende más de la ética de
las mismas que de la honestidad y la eficacia de los gobernantes, y, dos, que
ningún gobierno es capaz de garantizarle, a todos los ciudadanos, todo el
tiempo, la seguridad contra la delincuencia y la impartición
de justicia, debemos reconocer que el grado de inseguridad alcanzado en México
tiene su causa principal en la crisis ética que padecen mucho mexicanos, ética
que, por ejemplo, en la educación de los niños y jóvenes ha sido descuidada,
sino es que francamente olvidada. Ahora bien, lo anterior no quiere decir, ¡de
ninguna manera!, que los gobernantes no tengan culpa, y por lo tanto
responsabilidad, en lo que, en materia de respeto a los derechos de las
personas, está sucediendo. La tienen y grave, y es preocupante ver cómo se
rehúsan a ser gobierno, es decir, cómo se niegan a hacer valer los derechos que
son violados, siendo la mejor muestra de ello, e insisto en el ejemplo porque
es muy claro, las manifestaciones, marchas y plantones que, sobre todo en
Infundir miedo al castigo es la
principal tarea de cualquier gobierno, siendo que el gobierno mexicano tiene
miedo de castigar, es decir, tiene miedo de ser gobierno. Así, ¿quién podrá
defendernos? Muy sencillo: nosotros mismos, para lo cual requerimos de los
medios, comenzando por las armas, tema que ya trataré en otros Pesos y Contrapesos.