Siguiendo con aquellos elementos dentro del marco
institucional que inhiben el crecimiento económico en México, trataré en este
artículo dos que son muy relevantes, la baja escolaridad en conjunto con una
mala calidad del capital humano y legislación laboral vigente.
El sistema educativo nacional basado en la provisión
gubernamental de la educación y sin una efectiva rendición de cuentas tanto por
parte de las autoridades gubernamentales en la materia y menos aun por parte de
los encargados de ofrecer directamente el servicio, es decir los profesores,
aglutinados en un sindicato que por tener un enorme poder político y económico
los protege de su ineficiencia (y sus prebendas surrealistas como las de los
maestros de Morelos que se creen dueños de sus plazas para heredarlas o
inclusive venderlas) y todo esto enmarcado en una absoluta ausencia de
competencia y de libertad para elegir de los padres en qué escuela quisieran
que sus hijos estudiaran, ha derivado en una muy baja calidad de la educación.
Profesores (sic) que no saben la materia que enseñan y que inclusive reprueban
los exámenes que se supone deben aprobar sus propios alumnos, es una muestra de
que el sistema educativo nacional, tal como está diseñado y como opera es un
estrepitoso fracaso. Niños que terminan la primaria como analfabetos
funcionales, jóvenes que terminan la secundaria sin tener los conocimientos
básicos de matemáticas, ciencias, historia, geografía, etcétera y que son, en
muchas ocasiones, incapaces de entender un razonamiento lógico, jóvenes que en
la preparatoria presionan a sus profesores para que les otorguen una
calificación mínima para garantizar su ingreso a la universidad aun sin haber demostrado
que tienen los conocimientos necesarios para aprobar la materia y más, ha
tenido como resultado que la mayor parte de la población mexicana cuente con un
capital humano de muy mala calidad y, en consecuencia, de muy baja
productividad cuando se incorporan al mercado laboral, lo que dificulta la modernización
tecnológica de la producción, principal fuente de crecimiento económico.
Y esto nos lleva al segundo punto. Una fuerza laboral con
una muy mala calidad de su capital humano labora en un marco institucional
notoriamente ineficiente definido por la legislación laboral. Un análisis de
esta “joya” de la legislación mexicana nos permite ver que el mercado laboral
mexicano es extremadamente rígido y con un enorme sesgo en contra de la
productividad. Contratar trabajadores es extremadamente caro debido a que
despedir trabajadores es también muy caro y las empresas no pueden contratar
trabajadores a prueba; la cláusula de exclusión sindical le quita libertad de
contratar a los dueños o administradores de las empresas y genera una enorme
corrupción de los líderes sindicales; escalafón ciego que inhibe la
capacitación en el trabajo y la introducción de cambios tecnológicos; horarios
laborales rígidos; contribuciones al sistema de seguridad social (IMSS) que
actúan como un impuesto a la utilización de mano de obra y un largo etcétera
hacen que la legislación laboral sea, efectivamente, una significativa traba
para lograr un mayor crecimiento económico.
A pesar de que es urgente modificar la estructura del
sistema educativo nacional y que es necesaria una completamente nueva
legislación laboral, esto difícilmente se va a lograr porque los intereses
políticos lo impiden.