Es
el Troubled Asset Relief Plan (TARP, Plan de Alivio de los Activos en
Problemas) o, si usted prefiere, el Gigantesco Fondo Público de Paulson & Co. para
Administrar Activos Financieros Tóxicos. Decir que no es “la solución” a esta
crisis global es decir una obviedad. En el mejor de los casos, y con mucha fortuna,
servirá para poner algunos precios provisionales que podrían ayudar a combatir
la parálisis de los mercados de crédito.
El
TARP ha recibido tres tipos de críticas, pertinentes y contundentes:
1.
Incrementa la
pedagogía de la irresponsabilidad (riesgo moral) para los agentes económicos
que incurrieron en las conductas temerarias que provocaron la actual crisis.
Estos agentes económicos son: A. Los políticos que impulsaron – e impusieron en
varios casos- el otorgamiento de créditos hipotecarios a personas no solventes,
B. Los banqueros centrales que, por miedo a la recesión, inundaron el mundo de
liquidez, C. Los intermediarios financieros que empataron artificiosamente
deudas de largo plazo – sustentadas en un valor inflado de los bienes raíces y
no en la capacidad de pago de los acreditados- con activos financieros de muy
corto plazo, D. Las agencias calificadoras (¡otra vez fallaron las “murallas
chinas” entre intermediarios financieros y calificadoras!), E. Los reguladores
omisos, y F. Los acreditados que aprovecharon las gangas hipotecarias sin
detenerse a evaluar su capacidad de honrar tales deudas.
2.
El TARP no va a la
raíz del problema, que es el precio inflado de las viviendas. Martin Feldstein ha propuesto un
programa más sólido: apoyar la reestructura de las hipotecas, a partir de una
revaloración, con descuento, del mercado de los bienes raíces; hoy, cerca del
30% de las viviendas hipotecadas en Estados Unidos tiene un valor de mercado
inferior al valor nominal de la misma hipoteca…, y contando.
3.
Tampoco atiende a
otra raíz del problema, que es la insuficiente capitalización de las
instituciones financieras. Urge que los bancos globales elevan su cociente de
capital contra activos.
Haciendo
caso a la sabia frase de Churchill no hay que perder
la esperanza. Tarde o temprano aplicarán la receta correcta, después de
intentar (casi) todo lo demás. Esperemos que sea más temprano que tarde.