10/8/2008
De la crisis (I)
Arturo Damm

¿Afectará el problema de la economía estadounidense a las actividades económicas de los mexicanos? Sí. ¿Cómo? Lo primero que hay que hacer, para responder esta pregunta, es identificar los canales a través de los cuales el problema de la economía estadounidense afectará en México. Dichos canales son: remesas, exportaciones, inversión extranjera directa, turismo y precio del petróleo. En la medida en la que cada una de estas variables se contraiga tendrán consecuencias que van, desde la devaluación del peso frente al dólar, hasta la aparición de presiones recesivas: menor producción, menos oferta de bienes y servicios, más desempleo.

 

El buen desempeño de cada una de las variables mencionadas, y sus consecuencias positivas sobre la actividad económica de los mexicanos, depende del buen desempeño de la actividad económica de los estadounidenses (desde la inversión hasta el consumo) que, por el grave problema que enfrenta el sector bancario (sobre todo la banca de inversión), puede llegar a deteriorarse, siendo el primer efecto de todo ello una menor entrada de dólares al país, con la consecuente devaluación del peso frente al dólar, depreciación que podría reforzarse si, por falta de confianza en la capacidad de la economía mexicana para capotear el vendaval, ahorradores, inversionistas y especuladores cambian sus pesos a dólares y los sacan del país.

 

Una menor actividad económica en los Estados Unidos se puede traducir en un menor envío de remesas hacia México; en menos exportaciones de productos mexicanos hacia los mercados estadounidenses; en un menor flujo de inversión estadounidense hacia la economía mexicana; en menos turismo estadounidense; en una menor demanda de petróleo y, por lo tanto, un una baja de su precio. Cada uno de esos eventos se traduce en una menor entrada de dólares hacia el mercado cambiario mexicano y, por ello, en un aumento en el precio de la divisa estadounidense, tal y como ha sucedido del lunes 4 de agosto hasta ayer 6 de octubre, periodo en el cual el tipo de cambio aumentó 2.28 pesos, incremento equivalente a una devaluación del 23 por ciento.

 

El lunes 4 de agoto, en 9.98 pesos, el tipo de cambio alcanzó el que, hasta hoy, es su menor nivel del 2008. Ayer, martes 6 de octubre, en 12.26 pesos por dólar, el tipo de cambio alcanzó su máximo histórico, lo cual quiere decir que nunca antes el dólar había estado tan caro.

 

¿Por qué la devaluación? En primer lugar, por la caída en el envío de remesas que, en agosto pasado, registraron una baja anual del 12.6 por ciento y, en segundo lugar, por la baja en el precio del petróleo que, entre el jueves 3 de julio y el martes 7 de octubre pasó de 132 a 78 dólares por barril, una baja de 54 dólares, equivalente al 41 por ciento. A lo anterior hay que sumarle, en los últimos días, la muy probable salida, precautoria, de dólares de México ¡hacia los Estados Unidos!, ya que los Bonos del Tesoro estadounidense siguen considerándose, ¡pese a la desastrosa situación financiera del gobierno de aquel país!, la opción más segura de inversión financiera. La caída en el envío de remesas, la menor entrada de dólares por cada barril de petróleo exportado, y la salida precautoria de dólares, se tradujo en una reducción en la oferta de la divisa estadounidense en México, con su consecuencia inevitable, la devaluación, ante la cual más de uno exclama: “¡Qué bueno que el Banco de México tiene más de 84 mil millones de dólares en sus reservas, mismas que nos protegen de un problema devaluatorio!” ¿Será?

 

Continuará.



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