Fairfax,
Virginia (AIPE)- El Juez de la Corte Suprema Louis Brandeis
nos advertía que “el mayor peligro a la libertad proviene de insidiosas
invasiones por parte de fervorosos y bien intencionados hombres sin comprensión”.
La tiranía, el control arbitrario y el abuso por parte del gobierno siempre fue
la situación normal de la humanidad. Los próceres fundadores de nuestra nación
buscaban una excepción a este sapecto tan feo de la
historia de la humanidad. Lamentablemente, por petición pública, estamos en
proceso de regresar al pasado.
Los americanos exigen que el Congreso gaste billones
de dólares en subsidios agrícolas, en rescatar a empresas quebradas, en
subsidios a la educación, en Seguro Social, atención médica, medicamentos y
demás elementos del estado benefactor. El problema es que el Congreso no
produce nada. Todo lo que el Congreso regala lo hace con dinero de la gente.
Por lo tanto, el fundamento del estado de bienestar es la inmoral intimidación,
amenazas y coerción apoyadas en amenazas de violencia por parte del Congreso.
Para que el Congreso pueda hacer lo que unos consideran bueno, tiene primero
que hacer daño. Tiene que hacer lo que a nivel de la gente significaría una
sentencia de cárcel, es decir, quitarle a alguien para darlo a otro.
Según un reciente reportaje del diario Washington Post, en el año 2004 había casi
35 mil muy bien remunerados cabilderos en Washington, quienes gastaron 2.100
millones de dólares buscando favores de la Casa Blanca, el Congreso y las
agencias gubernamentales para beneficio de determinados grupos. Las campañas
electorales reciben miles de millones de dólares en contribuciones. ¿Acaso
usted cree que el propósito de todo ese dinero es ayudar al presidente y a los congresistas
a rendir más en su trabajo de preservar, proteger y defender la Constitución? Si
lo cree así habría que amarrarlo por loco. La finalidad de casi todo ese dinero
es que los políticos y burócratas utilicen su poder coercitivo en favores y privilegios para beneficiar a unos pocos, a
costa de todos los demás.
El inmenso poder que el Congreso ejerce sobre nuestras
vidas revela el grado de corrupción que vemos en Washington. El problema de que
el Congreso produzca un río de favores y privilegios en beneficio de ciertos y
determinados grupos es que entonces se crea lo que ninguno de nosotros quiere:
controles masivos y la manipulación de nuestras vidas.
No hay duda de que si hoy nos preguntan si avanzamos
hacia más libertad o hacia mayor control de nuestras vidas por parte del
gobierno, la lamentable realidad es la segunda. Inclusive, podemos haber
alcanzado una trágica situación donde esta trágica tendencia se ha vuelto
irreversible.
___* Profesor de economía de la Universidad George Mason.