Desde hace semanas me atreví a calificar como “los años de
la sequía” los que se iniciarán a partir de esta crisis financiera global. No
era una figura retórica. La sequía ya la están sintiendo muchas empresas
mexicanas a despecho de lo que digan las tasas de interés nominales, tal como
lo reporta hoy El Economista en su
nota principal.
La sequía que resienten quienes no pueden hoy colocar papel
de deuda o no han podido hacerlo con las facilidades y los bajos costos del
pasado – así como los fondos y los inversionistas institucionales que tampoco
han podido fondearse con la misma soltura en el mercado secundario del papel
comercial y de otros valores de deuda privados- es el aviso de que los tiempos
del dinero fácil han terminado, aun cuando los bancos centrales parezcan
vomitar todos los días inyecciones de liquidez.
Veamos las dos caras de la moneda: Quien quiere crédito de
corto plazo está enojado porque los bancos de depósito han cerrado la llave y
se resisten a tomar papel privado o a colocarlo con la misma facilidad con que
lo hacían antes. Razonan que esto puede generar más miedo y hasta corridas
cambiarias que no se podrán neutralizar a través de subastas de dólares.
Pero del otro lado de la mesa también tienen sus razones: 1.
Los bancos de depósito deben ser cautelosos; en el pasado se les reprochó la
soltura con que soltaron crédito, ¿por qué ahora se les reprocha actuar como
prestatarios cautelosos?, 2. Los bancos de depósito, a diferencia de otras
instituciones financieras, tienen que cuidar el dinero de sus depositantes,
cumplir regulaciones más rigurosas (capital contra activos en riesgo) y
volverse mucho más desconfiados a la vista de las malas experiencias.
El peligro es que ahora, cuando los gobiernos se han
convertido al keynesianismo más rancio, alguien quiera añadir a las tareas del
gobierno la de facilitar el crédito a los corporativos para que nadie sufra y
nadie tenga que apretarse el cinturón.
La astringencia crediticia está dictada por el mercado. No
le corrijamos la plana. Esas correcciones, ya deberíamos saberlo, siempre
terminan mal.