10/17/2008
¿Debe el gobierno reactivar el crédito a los corporativos?
Ricardo Medina

Desde hace semanas me atreví a calificar como “los años de la sequía” los que se iniciarán a partir de esta crisis financiera global. No era una figura retórica. La sequía ya la están sintiendo muchas empresas mexicanas a despecho de lo que digan las tasas de interés nominales, tal como lo reporta hoy El Economista en su nota principal.

 

La sequía que resienten quienes no pueden hoy colocar papel de deuda o no han podido hacerlo con las facilidades y los bajos costos del pasado – así como los fondos y los inversionistas institucionales que tampoco han podido fondearse con la misma soltura en el mercado secundario del papel comercial y de otros valores de deuda privados- es el aviso de que los tiempos del dinero fácil han terminado, aun cuando los bancos centrales parezcan vomitar todos los días inyecciones de liquidez.

 

Veamos las dos caras de la moneda: Quien quiere crédito de corto plazo está enojado porque los bancos de depósito han cerrado la llave y se resisten a tomar papel privado o a colocarlo con la misma facilidad con que lo hacían antes. Razonan que esto puede generar más miedo y hasta corridas cambiarias que no se podrán neutralizar a través de subastas de dólares.

 

Pero del otro lado de la mesa también tienen sus razones: 1. Los bancos de depósito deben ser cautelosos; en el pasado se les reprochó la soltura con que soltaron crédito, ¿por qué ahora se les reprocha actuar como prestatarios cautelosos?, 2. Los bancos de depósito, a diferencia de otras instituciones financieras, tienen que cuidar el dinero de sus depositantes, cumplir regulaciones más rigurosas (capital contra activos en riesgo) y volverse mucho más desconfiados a la vista de las malas experiencias.

 

El peligro es que ahora, cuando los gobiernos se han convertido al keynesianismo más rancio, alguien quiera añadir a las tareas del gobierno la de facilitar el crédito a los corporativos para que nadie sufra y nadie tenga que apretarse el cinturón.

 

La astringencia crediticia está dictada por el mercado. No le corrijamos la plana. Esas correcciones, ya deberíamos saberlo, siempre terminan mal.



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