Un periodista
de radio se preguntaba azorado cómo era posible que de repente en el Congreso
mexicano se acabaran -por lo menos en esa sesión- las mezquindades, los
intereses de grupo, y actuaran los legisladores aprobando un presupuesto de
manera unánime, sin enfrentamiento alguno. Y lo más sorprendente -proseguía el
periodista- al final acabaran casi casi de la mano
entonando el himno nacional.
La respuesta
no es compleja. No, no se trata de que de repente a nuestros congresistas se
les haya metido un espíritu de patriotismo, de hacer su chamba de verdad, de
ahora sí desquitar sus generosos salarios y dietas. La razón es más simple y
menos afortunada.
El
Presidente Calderón ya comenzó a actuar irresponsablemente, a jugar con fuego en
materia fiscal, y con sus “maquillajes contables,” automáticamente el próximo
año (por primera vez en varios) habrá déficit presupuestario de 1.8%. Claro,
eso fascina a nuestros desmemoriados e ignorantes congresistas, pues creen en
el sofisma de que los aumentos constantes en el gasto público solucionan todos
los problemas de México entre los cuáles están los de desarrollo económico y
pobreza. De ahí el comportamiento patriotero, ridículo y populista de los
congresistas, que incluso aumentaron el monto de gasto sugerido por Calderón.
Claro, Calderón les puso “la pelota a modo” y los congresistas gastalones, pues muy felices de “salvar a la patria.” No
aprendemos, ahí está la historia. La indisciplina fiscal ha costado muchísimo a
los mexicanos. Sus consecuencias son funestas: endeudamiento, devaluaciones e inflaciones crónicas.
Calderón
está jugando con fuego. Su apuesta en medio de la debacle financiera
estadounidense es la de una estrategia totalmente keynesiana, que privilegia el
uso creciente e intenso del gasto público -cayendo en déficit público- para
dizque contrarrestar la caída mundial de los mercados. Ahí están ya las
autoridades financieras ofreciendo múltiples créditos blandos mediante la banca
de desarrollo,
Francamente
ya ni creo que el déficit fiscal será del monto que aprobó el Congreso. Con la
modificación a
Un estudio
interesante de Deutsche Bank
arroja resultados que las autoridades mexicanas deberían seguir de manera
cercana, para, insisto, dejar de jugar con fuego. En el estudio, la institución
bancaria estima qué precios (en dólares) por barril de petróleo requieren
algunas economías emergentes para mantener balanceadas sus finanzas públicas.
Por ejemplo, Nigeria puede balancear su presupuesto con un barril a 71 dólares, Irán
con 58, Arabia Saudita con 62, Kuwait 48, Emiratos Árabes 51, Argelia 35,
Venezuela e Irán requieren que el precio promedio del barril se ubique en 95
dólares, Arabia Saudita en 55 dólares y Rusia 70.
México por su parte, con un
presupuesto basado en un precio de 75 dólares, simplemente por la caída ya no
podrá mantener balanceadas sus finanzas públicas. Además, con las secuelas de
las crisis, la recaudación caerá de manera importante, lo que ahondaría el desequilibrio
en finanzas públicas.
Detesto parecer agorero del
desastre, pero la conducta gubernamental irresponsable en materia fiscal me
impide no hacer estas reflexiones. Es cierto, podría ocurrir que la crisis
toque fondo, que se empiecen a pagar los costos y el precio del barril no se
desplome más allá de los 50 dólares (de hecho eso estima Deutsche
Bank). Pero eso es jugar con probabilidades, y por
tanto podría también resultar un peor escenario. La obligación de una autoridad
hacendaria responsable es la de prevenir esto, pero
con un Presidente keynesiano-populista, que está más atento a los costos
políticos -de cara a las elecciones del 2009- ocasiona que juguemos con fuego y
el incendio podría acabar con una debacle cambiaria, al estilo del pasado negro
financiero de México.
Por lo pronto,
La
reforma petrolera
Tal vez esta semana tendremos más
información sobre si hay ó no reforma petrolera. Por lo pronto, por lo que
sabemos, parece que sólo se reforma la gestión de PEMEX, pero que se mantiene
el esquema estatista, que no admite inversión privada.
Si es así, craso error y es un ejemplo de cómo los políticos no están a la
altura de los problemas de México. Es precisamente en las épocas de crisis,
cuando es tiempo de las grandes reformas. Parece que no será así y que se
impondrá el estatismo priísta-perredista, con la
felicidad, claro, de López y sus secuaces. Qué tristeza.