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La tirana de los controles (I)

“En una economa libre se efectan transacciones entre entidades privadas: individuos, empresas comerciales, instituciones benficas. Las condiciones en que se realiza cualquier transaccin son aceptadas por todas las partes que intervienen en la misma. La transaccin no se producir mientras las partes no crean que van a resultar beneficiadas con su realizacin. Como consecuencia de ello, los intereses de las diversas partes se armonizan. La cooperacin, y no el conflicto, es la regla.”


Milton y Rose Friedman
LUNES, 18 DE ABRIL DE 2011
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Al examinar los aranceles y otras restricciones al comercio internacional en su obra La riqueza de las naciones, Adam Smith escribi:

"Lo que en el gobierno de toda familia particular constituye prudencia, difcilmente puede ser insensatez en el gobierno de un gran reino. Si un pas extranjero puede suministrarnos un artculo ms barato de lo que nosotros mismos lo podemos fabricar, nos conviene ms comprarlo con una parte del producto de nuestra propia actividad empleada de la manera en que llevamos alguna ventaja [...]. En cualquier pas, el inters del gran conjunto de la poblacin estriba siempre en comprar cuanto necesita a quienes ms baratos se lo venden. Esta afirmacin es tan patente que parece ridculo tomarse el trabajo de demostrarla; y tampoco habra sido puesta jams en tela de juicio si la retrica interesada de comerciantes y de industriales no hubiese enturbiado el buen sentido de la humanidad. En este punto, el inters de esos comerciantes e industriales se halla en oposicin directa con el del gran cuerpo social."

Estas palabras son tan vlidas hoy como eran entonces. Tanto en el comercio interior como en el exterior, es de inters para el gran conjunto de la poblacin comprar al que vende ms barato y vender al que compre ms caro. Con todo, la retrica interesada ha dado lugar a una asombrosa proliferacin de restricciones sobre lo que podemos comprar y vender, a quines podemos comprar y a quines podemos vender y en qu condiciones, a quines podemos dar empleo y para quines podemos trabajar, dnde podemos residir, y qu podemos comer y beber.

Adam Smith culp a la retrica interesada de comerciantes y de industriales Quiz fueran ellos sin duda los principales culpables en su poca. En la actualidad tienen mucha compaa. En realidad, difcilmente alguno de nosotros escapa a la retrica interesada. Segn la inmortal frase de Pogo, el personaje de tebeo, hemos descubierto al enemigo y se somos nosotros. Luchamos contra los intereses especiales, salvo cuando resulta que el inters especial somos nosotros mismos. cualquiera de nosotros sabe lo que es bueno para l lo es para el pas, por lo que nuestro inters especial es diferente. El resultado final es un laberinto de restricciones y ms restricciones que hacer que la mayora de nosotros seamos ms pobres de lo que seramos si se eliminasen todas. Perdemos mucho ms a consecuencia de las medidas que benefician a otros intereses especiales de lo que ganamos gracias a las medidas que benefician nuestro inters especial.

El ejemplo ms claro se halla en el comercio internacional. Las ganancias que obtienen algunos productores gracias a los aranceles y otras restricciones quedan compensadas con creces por las prdidas que sufren otros productores y especialmente los consumidores en su conjunto. La libertad de comercio no slo procurara nuestro bienestar general, sino que tambin promovera la paz y la armona entre las naciones y estimulara la competencia interna.

Los controles sobre el comercio exterior se extienden al comercio interior. Se entrelazan con todos los aspectos de la actividad econmica. Estos controles han sido defendidos a menudo, en particular por los pases menos desarrollados, por considerarlos muy importantes para la consecucin de su desarrollo y progreso. Una comparacin de la experiencia del Japn tras la Restauracin Meiji en 1867 y la de la India tras su independencia en 1947, sirve para contrastar esta opinin. Dicha comparacin indica, al igual que otro ejemplos, que la libertad de comercio interior y exterior es el mejor medio que tiene un pas pobre para promover el bienestar de sus ciudadanos.

Los controles econmicos que han proliferado en los Estados Unidos durante las pasadas dcadas no slo han restringido la libertad para utilizar nuestros recursos econmicos, sino que tambin han afectado la libertad de expresin, de prensa y de culto.

Comercio Internacional

Se suele afirmar que la mala poltica econmica refleja el desacuerdo entre los expertos; que si todos los economistas fuesen la misma opinin, la poltica econmica sera buena. Los economistas discrepan entre s con frecuencia, pero no con respecto al comercio internacional. En todo momento, desde los tiempos de Adam Smith, ha habido una virtual unanimidad entre los economistas, cualquiera que fuese su posicin ideolgica en otros aspectos, sobre la afirmacin de que la libertad de comercio internacional redunda en beneficio de los pases comerciales y del mundo. Pese a esto, los aranceles han constituido la regla. Las nicas excepciones de importancia son casi un siglo de libertad de comercio en Gran Bretaa despus de la abrogacin de las Leyes de Cereales en 1846, los treinta aos de libertad de comercio en Japn tras la Restauracin Meiji, y la actual libertad de comercio en Hong Kong. Los Estados Unidos aplicaron aranceles a lo largo de todo el siglo XIX, que incluso fueron incrementado en el siglo XX, sobre todo en virtud de la ley arancelaria de Smoot-Hawley de 1930, considerada por algunos como responsable en parte de la dureza de la depresin en los aos siguientes. Desde entonces, los aranceles han disminuido gracias a varios convenios internacionales, pero siguen siendo elevados, probablemente ms que en el siglo XIX, si bien los profundos cambios experimentados por los productos objeto de comercio internacional hacen imposible una comparacin exacta.

Hoy en da, como siempre, se apoya mucho la existencia de aranceles, denominados eufemsticamente proteccin, un buen nombre para una mala causa. Los productores de acero y los sindicatos metalrgicos presionan para que se apliquen restricciones a las importaciones de acero procedentes del Japn. Los fabricantes de televisores y sus obreros propugnan la adopcin de acuerdos voluntarios para limitar las importaciones de esos aparatos y sus componentes procedentes del Japn, Taiwn y Hong Kong. Fabricantes de tejidos y calzados, ganaderos, productores de azcar y muchos otros se quejan de la competencia desleal que les hace el extranjero y exigen que el gobierno haga algo para protegerles. Como es lgico, ningn grupo se queja basndose nicamente en su inters particular. Todos los grupos hablan del inters general, de la necesidad de preservar los puestos de trabajo o de promover la seguridad nacional. La necesidad de reforzar el dlar con respecto al marco o al yen se ha aadido recientemente a las alegaciones tradicionales en favor de la aplicacin de restricciones a las importaciones.

Las Razones Econmicas Para la Libertad de Comercio

Una voz que casi nunca se ha hecho or es la de los consumidores. Los denominados grupos de defensa y proteccin del consumidor han proliferado en los ltimos aos. Pero se buscara en vano en los peridicos o en las actas de las Comisiones del Congreso, para hallar alguna indicacin de que lanzasen un ataque concentrado sobre los aranceles u otras restricciones a las importaciones, pese a que los consumidores son las vctimas principales de tales medidas. Los sedicentes abogados del consumidor se interesan por otras cosas.

La voz del consumidor individual se pierde en la cacofona de la retrica interesada de comerciantes y de industriales y de sus empleados. Como resultado de ello, se produce una grave distorsin del problema. Por ejemplo, los partidarios de los aranceles consideran indiscutible que la creacin de puestos de trabajo es, de por si, un objetivo deseable, independientemente de en qu se ocupen las personas empleadas. Se trata de una clara equivocacin. Si lo que queremos son puestos de trabajo, podemos crear los que queremos: por ejemplo, hacer que la gente cave hoyos y que luego los vuelva a llenar, o que efecte otras tareas intiles. A veces, el trabajo queda compensado por las satisfacciones que produce. Casi siempre, empero, es el precio que pagamos por conseguir las cosas que deseamos. Nuestro verdadero objetivo no estriba slo en los puestos de trabajo, sino en los puestos de trabajo productivos, que se traducen en forma de ms bienes y servicios para consumir.

Otra falacia rara vez puesta en tela de juicio es que las exportaciones son buenas y que las importaciones son malas. Sin embargo, la verdad se revela muy diferente. No podemos comer, vestir o gozar de los bienes que enviamos al extranjero. Comemos pltanos procedentes de Amrica Central, calzamos zapatos italianos, conducimos automviles alemanes, y disfrutamos de programas a travs de televisores japoneses. Nuestra ganancia a causa del comercio exterior estriba en lo que importamos. Las exportaciones constituyen el precio que pagamos para obtener las importaciones. Como ya dijo claramente Adam Smith, los ciudadanos de un pas se benefician de la obtencin de un volumen de importaciones lo mayor posible a cambio de sus exportaciones o, lo que viene a ser los mismos, de exportar lo menos posible para pagar sus importaciones.

La engaosa terminologa que empleamos refleja estas ideas errneas. Proteccin significa en realidad explotacin del consumidor. Una balanza comercial favorable significa en realidad exportar ms de lo que importamos, enviando al exterior mercancas por un valor total que supera el de las mercanca que nos llegan del extranjero. En las cuentas de su casa, usted preferira seguramente pagar menos par obtener ms, y no al revs; sin embargo, eso sera calificado de balanza de pagos desfavorable en el comercio exterior.

El argumento favorable a los aranceles que ha tenido mayor repercusin entre el pblico en general es la supuesta necesidad de proteger el elevado nivel de vida de los trabajadores norteamericanos contra la competencia desleal de los trabajadores del Japn, Corea o Hong Kong, que estn dispuestos a trabajar a cambio de un salario mucho ms bajo.. Qu hay de falso en este argumento? Acaso no queremos proteger el elevado nivel de nuestro pueblo?

La falacia de este argumento reside en el inexacto uso de los calificativos elevados y bajo aplicados al salario. Qu significan salarios elevados y bajos? Los trabajadores norteamericanos son pagados con dlares; los trabajadores japoneses, con yens. Cmo comparamos salarios expresados en dlares con salarios expresados en yens? Cuntos yens equivalen a un dlar? Qu determina este tipo de cambio?

Tomemos un caso extremo. Supongamos que, para empezar, 360 yens equivalen a un dlar. A este tipo de cambio, vigente durante varios aos, suponga usted que los japoneses pueden producir y vender todo por menos dlares de lo que podemos hacerlo en los Estados Unidos: televisores, automviles, acero e incluso brotes de soja, trigo, leche y helados. Si tuvisemos libertad de comercio internacional, trataramos de adquirir todas nuestras mercancas en el Japn. Esto parecera confirmar los temores de quienes defienden los aranceles: nos veramos inundados de mercancas japonesas y no podramos vender nada en contrapartida.

Antes de que levanten sus manos horrorizados, prosigan con su anlisis. Cmo pagaramos a los japoneses? Les ofreceramos dlares en billetes? Qu haran con ellos? Hemos partido de que al cambio de 360 yens por un dlar todo es ms barato en el Japn, por lo que en el mercado norteamericano no habra nada que quisiesen comprar. Si los exportadores japoneses desearan quemar o enterrar los billetes, sera fantstico para nosotros. Obtendramos toda clase de mercancas a cambio de trozos de papel verde que podemos producir en gran abundancia y a bajo costo. Dispondramos de la industria exportadora ms maravillosa que se pudiese concebir.

Naturalmente, los japoneses no nos venderan mercancas tiles con el fin de obtener intiles trozos de papel para quemarlo o enterrarlos. Al igual que nosotros, quieren tener algo real a cambio de su trabajo. Si todas las mercancas fuesen ms baratas en el Japn que en los Estados Unidos al cambio de 360 yens por un dlar, los exportadores trataran de desembarazarse de sus dlares, procuraran venderlos al cambio de 360 yens por un dlar al objeto de comprar las mercancas japonesas ms baratas. Pero quin querra comprar los dlares? Lo que es cierto para el exportador japons lo es tambin para todos los habitantes del Japn. Nadie deseara dar 360 yens a cambio de un dlar si con 360 yens se pudiesen comprar ms cosas en el Japn que con un dlar en los Estados Unidos. Los exportadores, al descubrir que nadie querra comprar sus dlares a 360 yens, estaran dispuestos a cobrar menos yens por un dlar. El precio de un dlar expresado en yens disminuira: 300 yen por un dlar, 250 yens o 200 yens. Enfoque las cosas al revs: necesitaran un nmero creciente de dlares para adquirir un nmero dado de yens japoneses. Las mercancas japonesas expresan su precio en yens, con lo que su precio en dlares aumentara. A la inversa, las mercancas estadounidenses expresan su precio en dlares, por lo que cuantos ms dlares obtuviesen los japoneses por un nmero dado de yens, ms baratas resultaran las mercancas estadounidenses para los japoneses dispuestos a pagar en yens.

El precio del dlar expresado en yens disminuira hasta que el promedio del valor en dlares de las mercancas que los japoneses comprasen a los Estados Unidos fuese ms o menos igual al valor en dlares de las mercancas que los Estados Unidos comprasen al Japn. A este precio, todo el que quisiese comprar yens con dlares encontrara a alguien que estara dispuesto a venderle yens a cambio de dlares.

La situacin real, como es natural, se presenta ms complicada que en este ejemplo hipottico. Varias naciones comercian entre s, y solamente los Estados Unidos y el Japn, y el comercio suele seguir caminos indirectos. Los japoneses pueden gastar en el Brasil una parte de los dlares que ganan; a su vez los brasileos pueden gastar dichos dlares en Alemania, y los alemanes pueden hacerlo en los Estados Unidos, y as sucesivamente hasta una complejidad interminable. No obstante, el principio es el mismo. En cualquier pas la gente quiere dlares sobre todo para comprarse artculos tiles, no para amontonar ese dinero o quemarlo.

Otra complicacin reside en que los dlares y los yens no solo se utilizan para comprar bienes y servicios en otros pases, sino tambin para invertir y hacer donaciones. A lo largo del siglo XIX los Estados Unidos tuvieron casi cada ao una balanza de pagos deficitaria, una balanza comercial desfavorable que era buena para todos. Los extranjeros deseaban invertir capital en los Estados Unidos. Los britnicos, por ejemplo, producan mercancas y nos enviaban a cambio de trozos de papel: no billete de dlar, sino obligaciones, con la promesa de pagar ms adelante una suma de dinero ms los intereses. Los britnicos deseaban enviarnos sus mercancas porque consideraban que esas obligaciones constituan una buena inversin. En general, estaban en lo cierto. Obtenan mayores ganancias por sus ahorros de las que podan lograr de cualquier otra manera. En cuanto a nosotros, nos beneficiamos de inversiones extranjeras que nos permitan desarrollarnos con mayor rapidez que si nos hubisemos visto obligados a contar nicamente con nuestros propios ahorros.

En el siglo XX la situacin se invirti. Los ciudadanos estadounidenses se percataron de que podan obtener mayores ganancias invirtiendo su capital en el extranjero, que hacindolo en su pas. Consecuentemente, los Estados unidos enviaron al exterior mercancas a cambio de compromisos de deuda, como bonos. Despus de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano concedi prstamos al extranjero en el marco del Plan Marshall y otros programas de ayuda exterior. Enviamos bienes y servicios al extranjero como expresin de nuestra creencia de que con ello contribuamos a un mundo ms pacfico. Estas ayudas gubernamentales complementaban donaciones privadas de grupos caritativos, iglesias que pagaban a misioneros, personas que contribuan a la ayuda de parientes extranjeros, y as sucesivamente.

Ninguna de estas complicaciones altera la conclusin sugerida por el caso extremo que hemos imaginado. En el mundo real, al igual que en el mundo hipottico, no puede haber problema de balanza de pagos mientras el precio del dlar expresado en yens, en marcos o en francos, se determine en un mercado libre mediante transacciones voluntarias. Es sencillamente falso que los trabajadores norteamericanos que disfrutan de elevados salarios estn, como grupo amenazados por la competencia desleal de trabajadores extranjeros que perciben salarios bajos. Como es lgico, determinados trabajadores pueden verse perjudicados si aparece en el extranjero un producto nuevo o mejorado, o si los fabricantes extranjeros consiguen producirlo con menor costo. Pero esto no difiere de los efectos que se ejercen sobre un determinado grupo de trabajadores si otras firmas norteamericanas desarrollan nuevos productos, los mejoran o descubren la manera de producirlos ms baratos. Esto es sencillamente competencia de mercado en la prctica, la principal causa del elevado nivel de vida del trabajador norteamericano. Si queremos beneficiarnos de un sistema econmico vivo, dinmico e innovador, debemos aceptar la necesidad de la movilidad y de la transformacin. Puede ser aconsejable facilitar dichas transformaciones, y hemos adoptado varias medidas para que as sea, tales como el seguro de desempleo, pero debemos tratar de alcanzar ese objetivo sin destruir la flexibilidad del sistema, lo que habra sido matar a la gallina de los huevos de oro. En cualquier caso, todo lo que hicisemos debera ser imparcial con respecto al comercio exterior e interior.

Que determina los artculos que nos interesa importar y exportar? Un trabajador estadounidense es en la actualidad ms productivo que un trabajador japons. Es difcil precisar en qu grado, pues las estimaciones difieren. Pero supongamos que es una vez y media ms productiva. En ese caso, los salarios de los estadounidenses podrn comprar por trmino medio una vez y media ms cosas que los salarios de los trabajadores japoneses. Es antieconmico utilizar a trabajadores norteamericanos en algo en que sean menos de una vez y media ms eficientes que sus colegas japoneses. En la jerga econmica acuada hace ms de 150 aos, se le llama a eso principio de la ventaja comparativa. Aunque fusemos ms eficientes que los japoneses en la produccin de todo, no nos interesara producirlo todo. Deberamos concentrarnos en las cosas que hicisemos mejor, aquellas en que nuestra superioridad no ofreciera dudas.

Un ejemplo: acaso un abogado que escribiese a mquina dos veces ms de prisa que su secretara debera despedirla y escribir a mquina l mismo? Si el abogado es dos veces mejor mecangrafo que su secretaria pero cinco veces mejor abogado que ella, tanto l como su secretaria hacen bien practicando l la abogaca y escribiendo ella a mquina.

Se dice que otra fuente de competencia desleal son las subvenciones que los gobiernos extranjeros conceden a sus industriales, lo cual les permite vender en los Estados Unidos por debajo de su costo. Suponga que un gobierno extranjero concede dichas subvenciones, como sin duda hacen algunos. Quin resulta perjudicado y quin se beneficia? Para pagar las subvenciones el gobierno extranjero debe gravar con impuestos a sus ciudadanos. Estos son los que pagan las subvenciones, de las que se benefician los consumidores estadounidenses. Pueden comprar ms barato lo receptores de televisin, los automviles o todo lo que est subvencionado. Deberamos quejarnos contra este programa de ayuda extranjera? Fue acaso un gesto de nobleza por parte de los Estados Unidos enviar mercancas y servicios como donaciones a otros pases en el marco del Plan Marshall y, posteriormente, conceder ayuda al extranjero, y es en cambio un gesto vil el de esos pases que nos conceden donaciones bajo la forma indirecta de bienes y servicios que nos venden a precio inferior a su costo? Los sbditos de los gobiernos extranjeros tienen motivos de sobra para quejarse. Deben soportar un nivel de vida ms bajo en beneficio de los consumidores estadounidenses y de algunos conciudadanos suyos que poseen las industrias subvencionadas o trabajan en ellas. No cabe duda de que, si dichas subvenciones se conceden de forma repentina o irregular, la medida afectar negativamente a los propietarios y trabajadores estadounidenses de las industrias que produzcan los mismos artculos. Sin embargo, ste es uno de los riesgos ordinarios que corre el que est metido en negocios. Las empresas nunca se quejan de los acontecimientos inslitos o accidentales que les procuran ganancias inesperadas. El sistema de libertad de empresa es un sistema de beneficios y de prdidas. Tal como ya hemos indicado, cualquier medida tendente a facilitar la adaptacin a los cambios repentinos se debera aplicar de forma imparcial al comercio interior y exterior.

En cualquier caso, es probable que las perturbaciones sean temporales. Suponga que, por el motivo que sea, el Japn decidiese subvencionar fuertemente el acero. Si no se adoptasen nuevos aranceles o cupos, las importaciones de acero en los Estados Unidos aumentaran vigorosamente. Esto provocara la cada del precio del acero en los Estados Unidos y los acereros norteamericanos pararan la produccin del mismo, con lo cual se producira desempleo en el sector. Por otra parte, los productos hechos con acero se podran adquirir a precio ms barato. Los compradores de dichos artculos dispondran de dinero sobrante para gastar en otras cosas. La demanda de otros artculos aumentara, como tambin el nmero de trabajadores empleados en las empresas que los fabricasen. Naturalmente, requerira tiempo absorber a los trabajadores del acero que se habran quedado sin empleo. No obstante, en compensacin, trabajadores de otros sectores que estaban parados dispondran ahora de puestos de trabajo. No tendr por qu haber una prdida neta de empleo, y se producira un aumento de la produccin porque los obreros que ya no hiciesen falta para producir acero estaran disponibles para producir cualquier otra cosa.

La misma falacia de mirar slo un aspecto de la cuestin se presenta cuando se solicitan aranceles con la finalidad de crear puestos de trabajo. Se dice que, si se aplican aranceles a las importaciones textiles, se fomentar la produccin y el empleo en la industria textil nacional. Sin embargo, los fabricantes extranjeros que no pueden vender ya sus tejidos en los Estados Unidos ganan menos dlares y dispondrn de menos dinero para gastar en los Estados Unidos. Las exportaciones disminuirn para equilibrar la disminucin en las importaciones. El nivel de empleo aumentar en la industrial textil y disminuir en las industrias exportadoras. Y el traslado de empleo a actividades menos productivas reducir la produccin total.

El argumento de seguridad nacional de que una prspera industria nacional de produccin de acero, por ejemplo, es necesaria para la defensa, no se apoya en bases ms slidas. Las necesidades de la defensa nacional slo representan una pequea fraccin del volumen total de acero empleado en los Estados Unidos. Y no es probable que la libertad total en el comercio del acero acabase con la industria acerera estadounidense. Las ventajas de estar cerca de las fuentes de suministro y de combustible, y la proximidad del mercado garantizaran la existencia de una industria acerera nacional garantizaran la existencia de una industria acerera nacional relativamente grande. De hecho, la necesidad de hacer frente a la competencia exterior, en lugar de buscar refugio tras las barreras proteccionistas gubernamentales, habra podido dar perfectamente lugar a una industria del acero ms fuerte y ms eficaz que la actual.

Suponga que ocurriese lo improbable. Suponga que se revelase ms barato comprar todo nuestro acero en el extranjero. Hay otras formas de garantizar la seguridad nacional. Podramos constituir un stock de acero. Esto es fcil, puesto que el acero ocupa relativamente poco espacio y no es un bien perecedero. Podramos mantener alguna acereras en reserva, del modo que mantenemos barcos, que entraran en produccin en caso de necesidad. Sin duda hay an otras alternativas. Antes de que una compaa acerera decida la construccin de una nueva planta de produccin, investiga las alternativas posibles y los emplazamientos adecuados, al objeto de elegir el ms eficaz y econmico. Con todo, en sus solicitudes de subvencin alegando pretextos de seguridad nacional, la industria del acero jams ha presentado presupuestos para formas alternativas de garantizar la seguridad nacional. Mientras no lo haga, podemos estar seguros de que el argumento de seguridad nacional es una manifestacin del inters particular de la industria, no una razn vlida para las subvenciones.

No cabe duda que los ejecutivos de la industria acerera y los dirigentes de los sindicatos metalrgicos son sinceros cuando alegan argumentos de seguridad nacional. La sinceridad es una virtud cuyo valor se exagera. Todos somos capaces de persuadirnos de que lo que es bueno para nosotros lo es para el pas. No deberamos quejarnos de que los productores de acero esgriman dichos argumentos, sino por dejarnos convencer.

Qu ocurre con el argumento de que debemos defender el dlar y evitar que pierda valor frente a otras monedas (el yen japons, el marco alemn o el franco suizo)? Se trata de un problema completamente artificial. Si los tipos de cambio de las monedas se establecen en un mercado libre, quedarn fijados al nivel que determine el mercado. El precio resultante del dlar expresado en yens, por ejemplo, puede situarse provisionalmente por debajo del nivel justificado por el costo respectivo en dlares y en yens de las mercancas norteamericanas y japonesas. Si es as, se dar a las personas involucradas en esta situacin en incentivo para adquirir dlares y conservarlos durante un tiempo con el fin de realizar un beneficio cuando el precio suba. Al disminuir el precio de yens de las exportaciones norteamericanas al Japn, se estimularn dichas exportaciones; al aumentar el precio en dlares de las mercancas japonesas se desalentarn las importaciones procedentes del Japn. Estos fenmenos harn aumentar la demanda de dlares corrigiendo de ese modo su bajo precio inicial. El precio del dlar, si se determina libremente, cumple la misma funcin que todos los dems precios: transmite informacin y procura un incentivo para actuar con arreglo a la misma, porque afecta las rentas que perciben los que participan en el mercado.

Entonces, a qu viene tanto furor a causa de la debilidad del dlar? Por qu se suceden las crisis del comercio internacional? La razn inmediata es que los tipos de cambio internacional no los ha fijado un mercado libres. Las autoridades de los bancos centrales intervienen en gran escala con la finalidad de influir en la cotizacin de sus monedas. Al hacerlo pierden enormes sumas de dinero de sus ciudadanos (para los Estados Unidos, cerca de dos mil millones de dlares desde 1973 hasta principios de 1979), y lo que es ms importante, impiden que este grupo de precios realice la funcin que le es propia. No logran en cambio impedir que las fuerzas econmicas bsicas hagan sentir finalmente sus efectos sobre los tipos de cambio, pero son capaces de mantener tipos de cambio artificiales durante largos intervalos. El efecto ha consistido en impedir su gradual ajuste a las fuerzas subyacentes. Las pequeas perturbaciones se han sumado a las grandes, dando lugar a una importante crisis> de los cambios internacionales.

Por qu intervienen los gobiernos en los mercados de cambios internacionales? Porque los tipos de cambio exteriores reflejan las polticas econmicas interiores. El dlar estadounidense se ha mostrado dbil en comparacin con el yen japons, el marco alemn y el franco suizo, principalmente debido a que la inflacin ha sido mucho mayor en los Estados Unidos que en dichos pases. Inflacin significa que el dlar tena un poder adquisitivo cada vez menor en el mercado interior. Deberamos sorprendernos de que su poder adquisitivo se reduzca tambin en el exterior? O de que los japoneses, alemanes o suizos se nieguen a intercambiar la misma cantidad de su moneda nacional por un dlar? Pero los gobiernos, como todos nosotros, tratan por todos los medios de ocultar o compensar las consecuencias indeseables de su propia poltica. Un gobierno que provoca inflacin se ve conducido a tratar de manipular el tipo de cambio exterior. Si fracasa, culpa de la inflacin interna a la baja experimentada por el tipo de cambio exterior, en vez de reconocer que causa y efecto siguen el camino inverso.

En toda la voluminosa literatura escrita durante los ltimos siglos sobre la libertad de comercio y proteccionismo, slo se exponen tres argumentos en favor de los aranceles que, en principio, pueden tener cierta validez.

El primero es el argumento de seguridad nacional ya mencionado. Aunque este argumento suele ser con mucha frecuencia ms una manifestacin en favor de aranceles particulares que una razn vlida para los mismos, no se puede negar que a veces puede justificar el mantenimiento de medios de produccin antieconmicos. Para profundizar este reconocimiento de posibilidad y establecer que en un caso especfico un arancel u otra restriccin comercial se justifican en aras de la seguridad nacional, sera necesario comparar el costo de consecucin del objetivo de seguridad especfico que distintas polticas alternativas y presentar argumentos que mostrasen claramente que el arancel es la alternativa menos costosa. Estas evaluaciones rara vez se dan en la prctica.

El segundo es el argumento de industria naciente esgrimido, entre otros autores, por Alexander Hamilton en su Report on Manufactures. Se denomina as la actividad potencial que, una vez establecida y apoyada durante sus crisis de crecimiento, es capaz de competir en igualdad de condiciones en el mercado mundial. Se dice que en arancel provisional se justifica el objeto de proteger a la industria potencial durante su infancia y permitirle crecer hasta alcanzar su madurez, momento en que es capaz de desenvolverse por s sola. Aunque la industria pudiese competir con xito una vez enraizada, esto no justificara un arancel inicial. Slo es til para los consumidores subvencionar la industria inicialmente -lo cual es lo que en realidad hacen exigiendo un arancel- si luego pueden volver a recibir como mnimo el importe de dicha subvencin de alguna otra manera, a travs de precios futuros ms bajos que el precio mundial, o por medio de otras ventajas que les procure el hecho de tener esa industria. Pero, en este caso, se necesita una subvencin? No compensar entonces a los distintos inversores en al industria soportar las prdidas iniciales mientras esperan hallarse en condiciones de recuperarlas ms tarde Despus de todo, la mayora de las empresas sufren prdidas en los primeros aos, mientras se estn estableciendo. Esto es cierto tanto si las empresas se crean en un sector nuevo como en uno tradicional. Puede que exista alguna razn concreta por la que los participantes originales no puedan recuperar sus prdidas iniciales, an siendo til para la comunidad en general efectuar la inversin inicial. Pero la carga de la prueba recae sobre quienes alegan esto.

El argumento de la industria naciente es una cortina de humo. Este tipo de industrias nunca se desarrollan. Una vez establecidos, los aranceles son rara vez eliminados. Adems, el argumento casi nunca se utiliza en nombre de verdaderas industrias nacientes an no establecidas de las que hubiese motivos para pensar que, s se estableciesen, podran sobrevivir recibiendo una proteccin provisional. Estas empresas no tienen propagandistas. El argumento citado se emplea para justificar aranceles en favor de industrias ms bien veteranas que pueden ejercer presiones polticas.

El tercer argumento en favor de los aranceles que no se pude dejar de lado es el denominado de la explotacin, que justifica la proteccin contra posturas de fuerza. Un pas productor importante de algo, o que se pueda unir a otros pocos productores que controlen una gran parte de la produccin, est en condiciones de aprovecharse de su posicin de monopolio aumentando el precio del producto (la OPEP es el ejemplo actual ms claro). En vez de aumentar directamente el precio, el pas puede hacerlo indirectamente imponiendo una tasa a la exportacin del producto (gravamen a la exportacin). El beneficio para s mismo ser inferior al costo para los dems, pero puede haber una ganancia desde el punto de vista nacional. De forma parecida, un pas que sea el principal comprador de un producto -en trminos econmicos, un monopsonio- puede beneficiarse entablando duras negociaciones con los vendedores e imponindoles un precio excesivamente bajo. Un modo de hacerlo es aplicar un arancel a la importacin del producto. La ganancia neta para el vendedor es el precio menos el arancel, razn por la cual esto puede equivaler a comprar a precio inferior. En este caso, el arancel es satisfecho por los extranjeros (podemos pensar en ejemplos imaginarios). En la prctica, esta medida nacionalista tiene grandes probabilidades de suscita represalias en otros pases. Adems, como en el caso del argumento de la industria naciente, las presiones polticas reales tienden a establecer estructuras arancelarias que en realidad no sacan partido de ninguna posicin de monopolio o de monopsonio.

Un cuarto argumento, que ya fue esgrimido por Alexander Hamilton y que se sigue repitiendo en la actualidad, es que la libertad de comercio estara muy bien si la practicasen todos los pases, pero como no lo hacen, los Estados Unidos no pueden implantarla por su cuenta. Este argumento no tiene validez en ningn caso, ni a nivel de principios ni a nivel prctico. Otros pases que imponen restricciones al comercio internacional nos perjudican, pero tambin se perjudican a s mismos. Aparte de los tres casos ya mencionados, si por nuestra parte imponemos restricciones, lo nico que conseguimos en contribuir a nuestro perjuicio perjudicando asimismo a los dems. Difcilmente cabe mayor sadismo y masoquismo en la sensible poltica econmica internacional! Lejos de suscitar una reduccin de las restricciones aplicadas por los dems pases, esta clase de actos de represalia lo nico que hacen es provocar ms restricciones indiscriminadamente.

Somos una gran nacin, los lderes del mundo libre. Mal podemos permitirnos exigir a Hong Kong y Taiwan la imposicin de cupos a la exportacin textiles para proteger nuestra industria textil a expensas de los consumidores norteamericanos y de los trabajadores chinos de Hong Kong y Taiwan. Hablamos entusisticamente de las virtudes de la libertad de comercio, mientras utilizamos nuestro poder poltico y econmico para inducir al Japn a que reduzca sus exportaciones de acero y de televisores. Deberamos adoptar unilateralmente la libertad de comercio, no de forma instantnea, sino a lo largo de un perodo de, pongamos por caso, cinco aos, a un ritmo anunciado de antemano.

Pocas medidas que pudisemos tomar lograran hacer ms para promover la causa de la libertad en nuestro pas y en el exterior, que la libertad total de comercio. En lugar de conceder subvenciones a los gobiernos extranjeros en nombre de la ayuda econmica -promoviendo con ello el socialismo-, imponiendo al mismo tiempo restricciones a los artculos que producen -entorpeciendo con ello la libertad de comercio-, podramos adoptar una postura slida y basada en principios. Podramos decir al resto del mundo: creemos en la libertad y tratamos de ponerla en prctica. No podemos forzarles a que sean libres, pero s ofrecerles nuestra total cooperacin en igualdad de condiciones. Nuestro mercado les est abierto sin aranceles u otras restricciones. Vendan en l lo que puedan y quieran. Comprenden lo que puedan y quieran. De esta manera, la cooperacin entre individuos podr hacerse a escala mundial y libremente.

Las Razones Polticas Para la Libertad de Comercio

La interdependencia es una caracterstica omnipresente en el mundo moderno: en la propia esfera econmica, entre un grupo de precios y otro, entre una industria y otra, entre un pas y otro: en la sociedad en general entre la actividad econmica y las actividades culturales, sociales y asistenciales; en la organizacin de la sociedad, entre la disposiciones econmicas y las polticas, entre la libertad econmica y la libertad poltica.

Tambin en la esfera econmica, las disposiciones econmicas se entrelazan con las polticas. La libertad de comercio internacional favorece las relaciones armoniosas entre naciones de distintas culturas e instituciones, de igual modo que la libertad de comercio interior favorece las relaciones armoniosas entre individuos de distintas creencias, actitudes e intereses.

En un mundo que practique a libertad de comercio, como en una economa libre en cualquier pas, se efectan transacciones entre entidades privadas: individuos, empresas comerciales, instituciones benficas. Las condiciones en que se realiza cualquier transaccin son aceptadas por todas las partes que intervienen en la misma. La transaccin no se producir mientras las partes no crean que van a resultar beneficiadas con su realizacin. Como consecuencia de ello, los intereses de las diversas partes se armonizan. La cooperacin, y no el conflicto, es la regla.

Cuando intervienen los gobiernos, la situacin es muy distinta. Dentro de un pas, las empresas buscan la concesin de subvenciones por parte de su gobierno, ya se directamente o bien en forma de aranceles u otras restricciones al comercio. Tratarn de escapar a las presiones econmicas de los competidores que amenazan su capacidad de obtencin de beneficios, o su misma existencia, recurriendo a la adopcin de presiones polticas que impongan costes a los dems. La intervencin de un gobierno en favor de las empresas de su pas hace que las empresas de los dems pases busquen la ayuda de sus propios gobiernos para contrarrestar las medidas tomadas por aquel gobierno. Las disputas privadas generan las disputas entre gobiernos. Cualquier negociacin comercial se convierte en una cuestin poltica. Altos funcionarios del gobierno asisten en todo el mundo a conferencias comerciales. Las fricciones se multiplican. Varios ciudadanos de todos los pases resultan insatisfechos al final de las negociaciones y terminan creyendo que han sido los que se han llevado la peor parte. El conflicto, y no la cooperacin, es la regla.

Los cien aos que van desde la batalla de Waterloo hasta la Primera Guerra Mundial ofrecen un notable ejemplo de los beneficiosos efectos del librecambismo sobre las relaciones entre las naciones. Gran Bretaa era la primera nacin del mundo, y en el transcurso de dicho siglo desarroll una libertad de comercio completa. Otras naciones, especialmente las occidentales, entre las que se encontraban los Estados Unidos, adoptaron una poltica econmica similar, si bien en forma menos decidida. En lo esencial, la gente era libre de comprar y vender mercancas de quien y a quien quisiese dondequiera que viviese, tanto si habitaba el mismo o distinto pas, y en las condiciones que acordaban mutuamente. An hay algo que nos puede sorprender ms en la actualidad, y es que la gente era libre de viajar por toda Europa y por gran parte del mundo sin pasaporte y sin demasiadas inspecciones de aduana. Tena libertad para emigrar y poda entrar y hacerse residente y ciudadana en casi todos los pases, especialmente en los Estados Unidos.

Como consecuencia de ello, el siglo que va de Waterloo a la Primera Guerra Mundial fue uno de los ms pacficos de la historia humana entre las naciones occidentales, y se vio sacudido nicamente por algunas guerras secundarias: la de Crimea y las franco-prusianas fueron las ms destacadas, y, naturalmente, una importante contienda civil en los Estados Unidos, consecuencia de la cuestin capital de la esclavitud, que haba apartado al pas de la libertad poltica y econmica.

En el mundo moderno, los aranceles y restricciones similares al comercio han sido una fuente de fricciones entre los pases. Pero una fuente mucho mayor de perturbaciones ha sido el trascendental intervencionismo en la economa de estados tan colectivistas como la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la Espaa de Franco, y especialmente en los pases comunistas, desde Rusia y sus satlites hasta China. Los aranceles y las restricciones similares perturban las seales trasmitidas por el sistema de precios, pero al menos da libertad a los individuos para responder a dichas seales perturbadas. Los pases colectivistas han introducido elementos autoritarios de mucho mayor alcance.

Las transiciones completamente privadas son imposibles entre ciudadanos de una economa predominantemente de mercado y de un Estado colectivista. Una parte est representada necesariamente por funcionarios gubernamentales. Las consideraciones polticas son ineludibles, pero las fricciones se minimizaran si los gobiernos de las economas de mercado diesen a sus ciudadanos la mxima libertad posible de accin para hacer sus propios negocios con los gobiernos colectivistas. Tratando de emplear el comercio como arma poltica, o las medidas polticas como un medio para incrementar el comercio con los pases colectivistas, slo se consigue empeorar las inevitables fricciones polticas.


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