LUNES, 17 DE DICIEMBRE DE 2012
El dilema de la educación superior en México, ¿calidad o cantidad?
¿A quién apoya usted en el conflicto por el ejercicio de la revocación de mandato?
Al INE
A López Obrador

Godofredo Rivera






Ahora que el nuevo gobierno en México ha decidido retomar su rectoría en el sistema educativo, podemos estar seguros de que la educación no hará más competentes a los mexicanos. Es más, la educación será el principal obstáculo para que México entre de lleno a la senda del desarrollo.


Un agradecimiento a Ricardo Estrada por su libro profesionistas en vilo editado por el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC). En este artículo, además de mis ideas, he agregado y resumido las contribuciones y datos estadísticos de Ricardo Estrada. Cualquier falla es responsabilidad totalmente mía.

Nuestro problema a abordar es sobre la cobertura y calidad de la educación superior en México. Con frecuencia se escucha que ante la creciente demanda de los jóvenes por asistir a la universidad, es necesario que el gobierno asigne más recursos a las universidades públicas federales y estatales. Así mismo se plantea que los gobiernos federales y estatales asuman como prioridad el construir más y más centros de educación superior en todos los estados de la República Mexicana. No obstante, esta creencia popular es incierta cuando no que falsa.

Desde hace más de tres décadas diversos especialistas en educación superior han señalado los graves problemas que la masificación de la matrícula estudiantil ha traído a la calidad de enseñanza de las universidades mexicanas. Especialistas en educación superior mexicana como Rollin Kent[1] han contribuido a demostrar las distintas problemáticas de la educación superior, de cómo la masificación se reflejó en el desarrollo no articulado de las instituciones de tercer nivel, en su aislamiento, en el deterioro académico al no contar con el personal docente suficiente tanto en número como en preparación, en la heterogeneidad de la demanda para los estudios de licenciatura, en la falta de coordinación entre instituciones y en la duplicidad de carreras, programas y proyectos.

Cuando el entonces presidente Luis Echeverría decidió abrir las puertas de la educación superior a todos aquellos que lo solicitaran, posiblemente no calculó que la oferta superaría a la demanda desde el primer momento en que se tomó esta determinación; así, en 1972, las instituciones de educación superior podían ya absorber al 104.91%; en 1975 al 102.2% y al año siguiente al 100.2% del total de egresados de educación media superior[2] con lo que prácticamente las instituciones de educación superior nacionales tuvieron un problema inédito: debían buscar alumnos incluso hasta en el extranjero para poder ocupar medianamente sus instalaciones y dar alguna ocupación a los nuevos trabajadores docentes, técnicos y manuales contratados para tal efecto. Así que las sugerencias sobre ampliar aún más el número de lugares, por ejemplo en la UNAM, para los estudiantes rechazados es simplemente irresponsable. Del total de alumnos que la institución recibe cada año, menos del 20% se gradúan[3], por tanto, ampliar la cobertura sin corregir el problema de eficiencia terminal, simplemente es dar una salida política y no académica.

Entonces surge la siguiente inquietud; si no es correcto masificar más a instituciones como la UNAM, la UAM o el Politécnico, ¿es rentable la inversión de los padres de familia en la universidad? Si la respuesta es afirmativa, ¿debe el gobierno asignar más recursos para construir más universidades que hagan frente a la creciente demanda por educación superior?

Recientemente, el Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (CIDAC), publicó un libro de Ricardo Estrada[4] sobre la rentabilidad de la educación superior en México. De acuerdo a los hallazgos de Estrada, la educación superior sigue siendo rentable, y esto se demuestra porque la brecha salarial entre alguien que concluye el bachillerato y alguien que termina estudios de licenciatura supera el 70%, es decir, alguien con nivel licenciatura percibe en promedio un salario más alto de poco más del 70% que alguien que sólo cursó hasta el bachillerato. Así las cosas, concluye Estrada, no es raro ni atípico ver cómo cada vez más jóvenes quieren ingresar a una universidad para concluir estudios superiores. Incluso los que queden truncos piensan que estarán mejor preparados que aquellos que sólo concluyeron la educación media superior.

Queda claro que la educación superior es aún rentable en México[5], si no fuera así, la brecha salarial entre el bachillerato y la universidad se cerraría, llegando a casos en que los profesionistas aceptarían trabajar por el salario de un bachiller. Pero entonces surge la siguiente pregunta fundamental, ¿es necesario construir más universidades e institutos de educación superior públicos (cobertura) para asegurar la formación de capital humano de calidad que contribuya al crecimiento de la economía mexicana?

Si bien en general sigue siendo rentable los estudios universitarios, ¿por qué se ha vuelto tan rutinario hablar de un profesionista que ejerce como taxista o que vende tacos?, ¿por qué existen vacantes profesionales sin cubrir durante más de un año?, ¿por qué el salario profesional medio es bajo en México en comparación con otras naciones? Lo cierto es que la actual oferta de profesionistas no está cumpliendo con los estándares productivos requeridos por las empresas (Estrada, 2011), y los gobiernos han apostado más a la cobertura que a la calidad en la educación superior[6].

En México se ha avanzado en la cobertura de educación superior entre los jóvenes, lo que en décadas anteriores era el privilegio de unos cuantos. Sin embargo, el aumento en la educación formal no ha tenido el impacto deseado en el bienestar de la población, en parte porque no se ha traducido en un incremento en habilidades de la misma proporción. Como ya se ha demostrado, escolaridad no es igual a capital humano[7]. En otras palabras, acumular años estudiados de escuela no es garantía de aprendizaje.

Un sistema de educación de calidad dota a sus egresados de destrezas relevantes (ej. el dominio del idioma inglés -una debilidad muy común en las universidades mexicanas-, buena redacción y ortografía en la lengua materna, propensión a la lectura, trabajo en equipo, negociación y relaciones personales, liderazgo, iniciativa en toma de decisiones, disciplina de auto aprendizaje, énfasis en razonamiento y solución de problemas, buen manejo del software(s) aplicado en la rama de estudio que se cursó, etc.) para la vida profesional[8]. Cuando esto no sucede, sus perspectivas de empleo se ven seriamente limitadas. Incluso cuando hay interesados por sus servicios.

Un estudio de McKinsey Global Institute[9] realizado entre empresas internacionales que operan en México es ilustrativo al respecto. El ejercicio reveló que -al concluir un proceso hipotético de entrevistas- las empresas participantes contratarían solamente a 20 de cada 100 recién graduados de ingeniería y a 24 de cada 100 de contabilidad y finanzas. ¡Aún y cuando tuvieran vacantes disponibles para todos!

En otras palabras, según la opinión de buena parte de los empleadores privados, apenas uno de cada cinco egresados en ingeniería y uno de cada cuatro en contabilidad y finanzas tienen la formación adecuada para ser contratados.

De acuerdo al estudio de McKinsey, las empresas internacionales tienen que invertir más tiempo en procesos de reclutamiento en nuestro país en comparación con otras naciones en desarrollo. En un caso extremo, una multinacional tuvo que realizar una evaluación en México a 500 candidatos para llenar 10 vacantes. La empresa considera que en la India hubiera tenido que entrevistar a un máximo de 50 aspirantes para cubrir los 10 lugares. Así, no sorprende que en una encuesta reciente la mayoría de los profesionistas en México se declaren preocupados por la calidad de la educación que recibieron durante sus estudios universitarios y de posgrado[10].

Otro sondeo llevado a cabo por la empresa Manpower, revela que el manejo de idiomas está a la cabeza de las habilidades más difíciles de encontrar para los empleadores[11]. Al respecto, la encuesta CIDAC sobre Capital Humano en México documenta que la mayoría de los profesionistas sabe aunque sea un poco de inglés (el 82%), pero que son muy contados quienes tienen un dominio funcional de este idioma[12]. Las habilidades analíticas y de investigación, junto con el dominio del inglés y la computación forman parte del núcleo central de un perfil atractivo para el mercado laboral. Pero hay más. De acuerdo al mismo estudio de Manpower, los empleadores de Latinoamérica están en búsqueda de personas con habilidades inter-personales sólidas, esto es con competencias de trabajo en equipo, de comunicación y relaciones personales, de toma de decisiones, negociación y liderazgo; siendo estas últimas tres las más difíciles de encontrar para los reclutadores. Con frecuencia, escuchamos que nuestro país vive una crisis de empleo que se refleja en falta de oportunidades laborales y salarios bajos. La frase puede hacernos olvidar que detrás hay una crisis de habilidades.

En su estudio Where has all gone? el economista Lant Prittchard encontró que la relación entre escolaridad y producción por trabajador es incluso negativa en una amplia variedad de países -aplicando técnicas estadísticas para controlar por otros factores-. Una serie de investigaciones han llegado a conclusiones similares: más educación no se traduce necesariamente en progreso económico[13].

En cambio, los países sí podrían crecer más cuando tienen un sistema educativo que desarrolla habilidades. En una investigación reciente, Erick Hanushek y Ludger Woesmann -profesores de las universidades de Stanford y Munich, respectivamente- encontraron que el pobre desempeño económico de los países latinoamericanos durante los últimos 50 años se debe en buena medida a un problema de habilidades educativas. Y es que, como bien dicen, sin estas habilidades (cognitivas), no hay productividad posible, y sin ésta no hay crecimiento económico[14].

En México nos hemos enfocado en aumentar los espacios educativos al alcance de los jóvenes; pero hemos puesto menos atención a cuidar la calidad de la enseñanza. Los resultados están a la vista: el sistema educativo está fallando, en todos sus niveles, en desarrollar habilidades.

Distintas evaluaciones a nivel internacional y nacional han documentado serias deficiencias en la formación de la inmensa mayoría de los estudiantes. Los niños y jóvenes mexicanos no están aprendiendo a entender lo que leen, ni a utilizar las matemáticas y el razonamiento científico para resolver problemas.

La prueba internacional PISA, que se aplica a adolescentes de 15 años en más de 30 países, muestra un panorama preocupante. En su última edición, más de la mitad de los estudiantes examinados en México no pudieron superar el nivel más elemental de competencias. Esto significa que tuvieron problemas para recordar conceptos científicos básicos y para justificar una decisión utilizando datos presentados en una tabla[15].

El examen de ingreso a licenciatura de la UNAM es reconocido como uno de los concursos más competidos de su tipo en el país. En el 2007, más de 150 mil jóvenes se registraron para competir por los 13 mil 200 lugares ofertados en el sistema escolarizado de la institución. Sin embargo, con todo y la gran demanda, en 44 de las 237 opciones sometidas a concurso el nivel académico fue tan bajo que fue suficiente contar con 60 por ciento de aciertos en la prueba para obtener un lugar de estudio en la institución (una barrera que no pudieron superar el 85% de los aspirantes de estos programas)[16].

En resumen, el dilema entre cantidad y calidad es real. No basta con aumentar las oportunidades para que más jóvenes ingresen a la educación superior. La expansión de la matrícula puede ser sólo el preludio de desilusión en el mercado laboral, si no se garantiza que tanto en las universidades como en los niveles educativos previos se desarrollen las habilidades suficientes para que la educación superior sea una experiencia significativa.

Es pues irresponsable afirmar que los problemas de la educación superior se resolverán con más asignación de recursos y construcción para nuevas universidades. Lo mismo aplica para la educación del nivel básico.

El recién nuevo gobierno electo en México ya ha declarado que el Estado retomará su rectoría en educación para que ésta avance. Esto es un grave error, pues si algo ha caracterizado al sistema educativo mexicano es una total y arbitraria intervención del Estado. En todos sus niveles, la educación mexicana está altamente estatizada.

Si México quiere seriamente tener avances en materia educativa, el gobierno debe abandonar el control estatal y dejar que sea la competencia entre las instituciones la que defina la calidad educativa. Países como EU construyeron sistemas universitarios competitivos gracias a la iniciativa de los particulares. Las universidades públicas estadounidenses competentes lo son porque emulan la organización de sus pares privadas.

La educación básica estadounidense, por su parte, ha mantenido estándares mediocres gracias a la incompetencia de su sindicato. No obstante, ello está siendo corregido gracias a la instrumentación del voucher educativo (instrumento para que sean los padres de familia y los estudiantes quienes decidan en qué colegio estudiar), que en estados como Arizona está ya teniendo sus primeros frutos.

El éxito educativo es todo, menos una cuestión de ideologías. La libertad de elegir, la competencia entre instituciones educativas, la inexistencia de cualquier control gubernamental, la ausencia de sindicatos todopoderosos, la formación de profesores competentes, son los ingredientes para que la educación verdaderamente sea un factor que detone el crecimiento económico.

Si el sistema educativo mexicano sigue tercamente el camino del estatismo, de la injerencia gubernamental en todo sus ámbitos, entonces la educación no sólo no hará más competentes a los mexicanos, ni será un factor decisivo para el crecimiento económico, sino que por el contrario, será el principal obstáculo para que México entre de lleno a la senda del desarrollo.

Si deseamos buena educación para los mexicanos, que la educación sea una verdadera fuente de formación de capital humano bien preparado, definitivo, calidad antes que cantidad.



[1] Kent Serma, Rollin 1990, El desarrollo de políticas en educación superior en México: 1960-1990, en Jorge Balan et al. Políticas comparadas en educación superior en América Latina, Chile, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

[2] Varela Petito, Gonzalo 1996, Después del 68. Respuestas de la política educativa a la crisis universitaria, México, Coordinación de Humanidades / Miguel Angel Porrúa.

[3] Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, 2009.

[4] Estrada Ricardo. Profesionistas en Vilo. ¿Es la Universidad una buena inversión? CIDAC, Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C, 2011.

[5] Estrada Ricardo. Ingreso laboral de los profesionistas en México por área de conocimiento 1988-2007. Documento de trabajo CIDAC.

[6] Kent, ibídem.

[7] Becker, GS, Human Capital. A theoterical and empirical analysis with especial reference to education. Columbia Universitiy Press, NY, 1964.

[8] Muchas instituciones de educación superior tienen también otros objetivos (e.g. avance del conocimiento, difusión de la cultura, etc.), pero esta es una cualidad mínima.

[9] Farrel, D, Purón, A. y Quesada (2007). “Cómo desarrollar las oportunidades de off-shoring en México”. The McKinsey Quaterly. McKinsey and Company. Edición especial 2007.

[10] Arturo Rivero. “Decepciona a 65% de egresados su carrera”. Periódico Reforma. 14 de julio de 2008.

[11] Manpower. Paradoja de la escasez de talent. 2008.

[12] Encuesta CIDAC sobre Capital Humano en México Centro de Investigación para el Desarrollo, AC, 2008.

[13] Pritchett, L (1996) Where has all education gone? Policy Research Working Paper Series. The world Bank. Para una revisión no técnica de la literatura relacionada con la decepcionante relación entre escolaridad y progreso económico ver el  capítulo Educated for What? en Easterly, W. (2001) The Elusive Quest for Growth: economists’ misadventures in the tropics, MIT press.  

[14] Hanushek, E. y Woesmann L (2009) Schooling, Cognitive Skills, and the Latin American Growth Puzzle. National Buerau of Economic Research Working Papers. Cambridge, MA.

[15] PISA 2010  Science  Competencies for Tomorrow’s world,  en  http://www.oecd.org/dataoecd/16/21/39723468.pdf

[16] Estimado con base en: Resultados del Examen de Admisión a Nivel Licenciatura  de las convocatorias de febrero y junio de 2007 (Universidad Nacional Autónoma de México, abril y agosto de 2007)


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