La naturaleza de la competencia
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Gary S. Becker






La “mano invisible” de la competencia no es simplemente un tema de economistas en sus torres de marfil que saben poco del mundo real. La competencia es en realidad la sangre vital de cualquier sistema económico dinámico. Más aún, la competencia es el fundamento de la calidad de vida y está vinculado a los aspectos más trascendentes de la existencia humana desde el punto de vista educacional, civil, religioso y cultural, además del económico. Esta es la herencia intelectual de los debates que han ocurrido en los últimos siglos al efecto de explicar las consecuencias benéficas de la competencia, lo cual ha sido el mayor descubrimiento de este milenio.


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1. Introducción

Desde hace un tiempo me ha parecido que el rol de la competencia en la vida económica y social ha sido malinterpretado. Hasta el siglo XVIII las transacciones entre las personas y las empresas han sido visualizadas generalmente como un proceso de suma cero: lo que gana una persona es la pérdida de la otra. El notable ensayista francés del siglo XVI, el Marqués de Montaigne, escribió un ensayo corto donde decía que “Ninguna ganancia se efectúa sin la pérdida de otra persona”. Esto es, las transacciones se veían como una manifestación de explotación, por ende, los gobiernos debían regular o incluso monopolizar la mayor parte de las actividades. Esto constituyó el corazón del sistema mercantilista.

A partir del siglo XVIII en Europa, unos pocos pioneros reconocieron el error de este sistema y el consecuente análisis de la suma cero aplicada a las transacciones. Vieron claramente que las transacciones producían beneficio a las partes involucradas y que la regulación de las transacciones a través de la disciplina que impone la competencia resultaba sin duda mucho mejor que usando la intervención gubernamental.

Adam Smith acuñó la expresión “la mano invisible” para indicar que mientras los individuos y las empresas están interesados exclusivamente en su propio interés, están incentivados a través del ámbito de la competencia -como si fuera por medio de una “mano invisible”- a promover el interés del público.

Esto es así. En el análisis tradicional de los mercados que realizan los economistas donde los productos se compran y se venden, la competencia empuja los precios hacia abajo al nivel de los costos de producción, incluyendo las ganancias normales. Puesto que si los precios exceden los costos las ganancias anormales que se producen como resultado de vender unidades adicionales estimularán a los competidores a bajar sus precios para atraer clientes. De este modo, la presión de la competencia sobre los precios continúa hasta que equivalen a sus respectivos costos. Esta tendencia entre precios y costos explica por qué los economistas concluyen que la competencia es eficiente.

Considero que este análisis del valor y de los beneficios en la competencia y de las desventajas del monopolio, constituyen las mayores contribuciones hacia la mejor comprensión de cómo las economías y las sociedades pueden servir mejor los intereses de la mayoría de la gente.

Sin embargo, el análisis moderno de la competencia ha sido excesivamente estrecho. Se circunscribe y se limita a los mercados donde aparecen precios monetarios en las ventas de bienes y donde las corporaciones buscan utilidades. Como, por ejemplo, el mercado de las bananas, los automóviles, las peluquerías y similares.

Pero las ventajas de la competencia no sólo se ponen de manifiesto en aquellos mercados, aun siendo muy importantes para el bienestar material. La competencia también beneficia a las personas en áreas tales como la educación, la caridad, la religión, la oferta monetaria, la cultura y los gobiernos. En realidad la competencia resulta esencial en todos los aspectos de la vida independientemente de las motivaciones y la organización de los productores ya se trate de transacciones donde está involucrada la moneda o en aquellas donde no aparecen cotizaciones en términos monetarios.

El objeto de esta conferencia es mostrar los efectos beneficiosos de la competencia en aquellos campos en los que tradicionalmente no se incluye este concepto, esto es, en aquellas áreas donde los competidores no buscan exclusivamente la ganancia.

En realidad difiero con algunos economistas porque creo que los grados de competencia son más importantes para el bienestar que la misma motivación y estructura organizativa que revelan los competidores. Esto es, “la mano invisible” opera no sólo cuando los productores están constituidos por empresas que buscan ganancias sino también cuando se trata de organizaciones que no persiguen fines de lucro tales como hospitales y actividades caritativas, cooperativas e incluso algunos emprendimientos gubernamentales como el servicio postal.

En todos los casos la actuación resulta cada vez mejor al efecto de satisfacer las respectivas necesidades cuando la competencia y la “mano invisible” lo fuerzan a proceder de esa manera, muchas veces en sentido contrario a los instintos y a los deseos de los operadores o simplemente por una cuestión de pereza. Quiero ilustrar este mensaje con ejemplos un tanto controversiales como son la religión y las necesidades espirituales, la educación y, asimismo, la información y las tareas formativas de la opinión.

2. ¿Una carrera hacia arriba o hacia abajo?

En primer término quiero precisar que muchas de las críticas a la competencia se mantienen activas no sólo en ámbitos académicos sino también a través de los comentarios de prominentes periodistas en los diarios, revistas y la televisión. Prefieren el puño visible del gobierno a la mano invisible de la competencia porque consideran que ésta última torna las cosas peores en lugar de lograr mejoras en los objetivos propuestos.

Una de las críticas más populares consiste en sostener que la gente frecuentemente es engañada por vendedores que no trasmiten la verdad respecto de lo que están promoviendo, ya se trate de automóviles, religión, opinión, el arte u otras formas de cultura. De este modo, se dice que la competencia conduce a una “carrera hacia lo más bajo” más bien que una presión hacia arriba ya que, se continúa sosteniendo que las presiones de la competencia supuestamente “fuerzan” a las empresas a reducir la calidad de lo que venden, lo cual no es siempre constatado por los consumidores.

De más está decir que los consumidores no tienen información perfecta, especialmente en aquellos atributos que resulta difícil observar y, sin duda, en algunas oportunidades se engañan. Pero Abraham Lincoln hizo un buen punto cuando sostuvo que “Uno puede engañar a toda la gente por algún tiempo, uno puede engañar a algunas personas todo el tiempo, pero uno no puede engañar a toda la gente todo el tiempo”.

Afortunadamente, una comprensión más profunda de la competencia revela que los mercados requieren que existan solamente algunos clientes bien informados. La actividad de arbitraje de los informados generalmente mejora las condiciones de todos, puesto que cuando los oferentes intentan ganar el apoyo de los clientes bien informados, ofrecen mejores productos y mejores términos en el acuerdo también para aquellos que están relativamente menos informados.

Un ejemplo obvio estriba en el cambio de carril en las autopistas. La mayor parte de los conductores raramente cambia de carril y si fuera por esa conducta el tráfico se congestionaría. Sin embargo, los pocos conductores que están alertas y que cambian de carril para entrar en aquellos en donde la velocidad es mayor hace que se produzca una tendencia a equilibrar la duración del trayecto para todos. Sin duda que los que cambian de carril se benefician a sí mismos cuando optan por otros en los que el tráfico es más rápido, pero su actividad de “arbitraje” también beneficia a los menos informados, menos preparados y más perezosos que nunca cambian de carril.

En verdad, la “carrera hacia arriba” como consecuencia de los pocos que están informados y, por ende, los clientes activos, se aplica también a otros mercados competitivos.

3. La competencia y el progreso tecnológico

¿Dónde hay mayor ritmo de progreso tecnológico, en las industrias o en las industrias monopólicas? Schumpeter creía que en las áreas monopólicas debido a que internalizarían los beneficios. Sin embargo, creo que la competencia es en la mayor parte de los casos más efectiva promoviendo nuevas ideas, precisamente porque permite la entrada más fácil de personas con enfoques de innovación. Esto puede ser visto a través de los siguientes ejemplos.

4. Religión

Puede parecer extraño el comenzar con la religión pero resulta un ejemplo excelente aunque inusual para ilustrar la fertilidad de los principios de competencia, precisamente porque las necesidades espirituales resultan tan importantes. El grado de competencia para satisfacer estas necesidades de hombres y mujeres ha variado a través de la historia.

Muchas veces, una religión ha recibido privilegios especiales por parte del gobierno del momento, como es el caso del status especial del Islam en Irán y en otros países del mundo musulmán, del judaísmo ortodoxo en Israel y del catolicismo en la República de Irlanda y en otras naciones. Estos privilegios a veces prohíben y otras veces quitan incentivos para adoptar otras religiones, como fue el caso cuando los romanos perseguían a los cristianos, cuando los católicos perseguían a los protestantes en épocas de Lutero, cuando la Inquisición española atacaba a judíos y musulmanes y cuando los mormones fueron perseguidos en el siglo XIX en Estados Unidos porque eran polígamos.

Adam Smith consideraba que las necesidades religiosas serían mejor atendidas si fueran abolidos los subsidios y otros privilegios que se otorgaba a la Iglesia de Inglaterra, para que el catolicismo y otras religiones pudieran competir entre sí. En un sentido más general decía lo siguiente: “El clero de una religión establecida y bien financiada frecuentemente son hombres instruidos y elegantes que poseen todas las virtudes de un caballero… pero gradualmente pierden esas cualidades que le dan autoridad e influencia ante personas de rangos inferiores…. Un clero así cuando es atacado por gente tal vez estúpida e ignorante… recurre al magistrado para que los persiga, para que los destruya o para que no permita la actuación de esos adversarios considerados como responsables de alterar la paz pública” (Smith, 1937, 74).

Lannoccone (1991) verificó las conclusiones de Smith respecto de los efectos de la competencia al relacionar los grados de religiosidad en distintos países -la asistencia de gente a la iglesia, la creencia en Dios y otros criterios- con el grado de competencia medido a través de la concentración de integrantes a las diversas denominaciones religiosas. Encontró que las naciones religiosas tenían mayor distribución entre las diversas denominaciones lo cual interpreta como una indicación de que en los ámbitos en los que tiene lugar la competencia hay mayor devoción religiosa.

Estados Unidos constituye un buen ejemplo de esta conclusión ya que es una de las naciones más religiosas de occidente y, al mismo tiempo, el lugar donde hay más competencia entre religiones. Más de dos mil denominaciones compiten por miembros lo cual ha producido grandes cambios a través del tiempo respecto de los pesos relativos de las diversas denominaciones. Aquellas religiones que menos satisfacen los deseos de la feligresía pierden miembros mientras otros los ganan. Estas tendencias pueden observarse claramente durante el siglo XIX en los que los baptistas crecieron rápidamente a expensas de los metodistas y los congresionistas.

La religión entonces pone de manifiesto si los ámbitos de competencia o monopolísticos incentivan mayores innovaciones. Los mercados altamente competitivos de la religión en los Estados Unidos han producido numerosas innovaciones las cuales incluyen el crecimiento de muchas denominaciones cristianas, el introducir reuniones que incorporan distintos tipos de servicios religiosos, las modificaciones del Islam, las reformas del judaísmo y tantos otros ejemplos.

Los padres fundadores en los Estados Unidos tenían muy claras las ventajas de la competencia en el mercado de la religión. Se opusieron tenazmente a los subsidios especiales y otros privilegios y a la vinculación de la religión con el estado porque consideraban que esto reduciría la presión para aumentar y satisfacer las necesidades espirituales. Jefferson dijo en un ensayo sobre la libertad religiosa en la Universidad de Virginia lo siguiente (vid. Padover, 1943, p. 957):

“…Las relaciones que existen entre el hombre y su Hacedor y las obligaciones que resultan de aquellas relaciones son de gran interés y revisten gran importancia para todo ser humano y, asimismo, resulta muy pertinente su estudio en investigación. Pero el deseo de instrucción en varios credos de la fe religiosa que existe entre nuestros ciudadanos presenta un abismo respecto de lo que ocurre en muchas instituciones. Al contrario de lo que se ha pensado resulta de gran importancia que cada asociación pueda instruir en lo que cree y no debe encargarse a las autoridades públicas que dicten los modos o principios de la instrucción religiosa y no deben otorgar ventajas a una secta sobre otra.”

5. La educación

Los colegios gubernamentales que no cobran por la educación están muy difundidos. En muchos casos los estudiantes deben asistir a los colegios públicos locales que se encuentran en su vecindario aunque puedan asistir a colegios en otras partes.

Este sistema de mercados cautivos permite que sindicatos de maestros y agentes gubernamentales se hagan cargo del manejo de los colegios públicos y los manejen sus propios intereses más bien que los intereses de los estudiantes. En muchos países los estudiantes reciben una mala educación precisamente cuando el valor de una buena educación resulta esencial.

Las familias pudientes pueden sortear estos obstáculos de los colegios públicos y enviar a sus hijos a un buen colegio privado que opera en un ámbito competitivo. Incluso familias de clase media pueden sacar ventaja de la competencia del mismo modo “votando con sus pies”. Pueden moverse hacia comunidades que tienen relativamente un buen sistema educativo y un sistema impositivo razonable. La competencia entre comunidades chicas puede ser un sustituto para la competencia dentro de una comunidad más amplia.

Lamentablemente, los más pobres no pueden pagar colegios privados ni aprovechar las ventajas de la competencia entre comunidades. Son en realidad las víctimas principales de este sistema. Es interesante observar las contribuciones que han realizado muchos de los colegios católicos en los Estados Unidos. Si nos guiamos por la performance, la tendencia de sus alumnos a ingresar a la universidad y los salarios que obtienen en el mercado laboral. Estas ventajas se acentúan si se incluyen otros factores en el análisis de estudiantes en colegios católicos y colegios públicos.

Aquellos que proponen que los colegios públicos deben ser monopólicos insisten en que este es un sistema más democrático ya que incorpora estudiantes con muy diversos antecedentes en los mismos colegios. Tal vez esto haya sido cierto en algún momento, pero lo que hoy observamos en los colegios públicos es una segregación por ingreso, raza, características educativas de los padres y otras segregaciones. De hecho los colegios privados se integran mucho menos sobre la base de segregación por raza, ingreso, antecedentes sociales y prácticamente todas las características relevantes.

Independientemente del aumento en los gastos por estudiantes en los colegios públicos, las familias que mandan a sus chicos a estos colegios en los Estados Unidos y en muchos otros países se han visto severamente afectados por una marcada declinación en la calidad del sistema del colegio público. Cada vez hay más quejas en este sentido y pedidos de competencia, lo cual forzaría a los administradores a mejorar la calidad del servicio. Muchos padres han puesto presión a los políticos para que resistan las decisiones de los sindicatos de maestros y sus aliados, muchas veces líderes de comunidades minoritarias que quieren preservar el status quo.

En respuesta a esta presión, la competencia en los colegios en Estados Unidos se ha multiplicado durante la última década. En algunos casos, los estudiantes pueden asistir a colegios públicos fuera de su vecindario o las familias establecen sus propios colegios en el sistema “charter” y así elegir a los maestros. El paso más radical se inclina hacia los vouchers que las familias pueden usar para enviar a sus hijos al colegio que elijan.

Los vouchers han resultado por el momento en el mejor sistema para estimular la competencia y la innovación lo cual permite introducir cambios más rápidos en la estructura curricular y la enseñanza. Todos los tipos de colegios privados deberían ser susceptibles de elección para competir por estudiantes con vouchers y no sólo instituciones seculares sin propósito de lucro sino también aquellos que tienen propósito de lucro y aquellos que profesan distintas religiones.

Los que patrocinan el sistema de voucher no están de acuerdo sobre si debería de permitirse que todos los estudiantes participen en el sistema o solamente esté permitido para aquellos estudiantes relativamente más pobres. Personalmente yo me inclino por esto último puesto que tiene poco sentido establecer impuestos a todos y luego devolverlo en forma de vouchers. Pero, sin duda, los vouchers para todo el mundo serían mejores respecto de la situación que ofrece educación “gratuita” en los colegios públicos.

El sistema de la educación superior en Estados Unidos demuestra los beneficios de la competencia. Más de tres mil colleges y universidades de ese país ofrecen una muy amplia educación que va desde universidades como Princeton, Stanford, Chicago y otras universidades de primer nivel a programas de dos años para atender requerimientos vocacionales muy diversos. Este sistema es el mejor a juzgar por los muchos estudiantes de otros países que van a Estados Unidos a estudiar y no sólo a las universidades de elite.

La educación está descentralizada y los diversos sistemas educativos compiten entre ellos, lo cual apoya mi punto anterior en el sentido de que la intensidad de la competencia es mucho más importante que las características de los competidores. El sector privado ha sido siempre mucho más innovador y la mayor parte de las universidades de primer nivel son privadas, aunque también existen instituciones públicas de buen nivel a pesar de que incluso las que cobran a sus estudiantes están subsidiadas, lo cual requiere un esfuerzo adicional de las instituciones privadas para resultar más eficientes.

6. Información y opinión

La libertad de prensa se ha considerado un punto central para salvaguardar la sociedad de tendencias dictatoriales. Una prensa libre básicamente quiere decir la posibilidad de entrada al mercado de diarios, revistas, libros, programas de diario y televisión para competir por audiencias sin censura ni obstáculos artificiales. Aquellos que patrocinan la libertad de hablar y publicar entienden que la competencia produce la mejor información posible al proporcionar acceso a los argumentos alternativos a los reclamos y las opiniones.

De Tocqueville creía que los sistemas descentralizados de gobierno también estimulaban un gran número de diarios para proveer la información sobre políticas locales “La extraordinaria subdivisión del poder administrativo tiene mucho más que ver con el inmenso número de diarios estadounidenses que la libertad política del país y la absoluta libertad de prensa” (vol. II, p. 121, 1945).

Los efectos de la competencia en el mundo de la información y la opinión no son fundamentalmente diferentes de los efectos que se producen en la producción de bienes y servicios. Sin embargo, los partidarios de la libertad de información y opinión frecuentemente se oponen a la competencia en los bienes y viceversa. Por ejemplo, durante el siglo XX los socialismos democráticos han apoyado fuertemente la libertad de prensa y de palabra pero, simultáneamente, han promovido el monopolio gubernamental en la producción de bienes en lugar de la competencia. Nunca han explicado por qué consideran tan valiosa la competencia en la producción de opinión e información pero no en la producción de bienes y servicios (para algunas críticas de esta inconsistencia véase Director, 1964, y Coase, 1974).

Algunos de los que apoyan las libertades económicas también han sido inconsistentes al no reconocer el valor de la libertad de acceso a la información y las opiniones. Singapur es relativamente una economía abierta pero su gobierno ha suprimido diarios y revistas que pretenden imprimir opiniones desfavorables de sus políticas y de los líderes políticos.

China se ha movido hacia una economía relativamente más libre pero al mismo tiempo no permite que los diarios y las organizaciones políticas tengan una libertad comparable.

Incluso en los Estados Unidos algunos de los más ávidos partidarios de la libertad de mercado en cuanto a los bienes pretenden censurar el arte, el cine y la televisión para así prevenir la publicación de materiales que consideran pornográficos o antirreligiosos.

Los críticos de la competencia libre y abierta en el mundo de la opinión no tienen confianza en la persona común para elegir racionalmente entre puntos de vista rivales.

Piensan que, especialmente en el corto plazo, la mayor parte de la gente no distingue entre la propaganda en la información, entre la pornografía y el arte y, en general, entre afirmaciones correctas e incorrectas. La evidencia es enorme en el sentido de mostrar que la libertad intelectual, económica y política es indivisible, que la apertura y la competencia en un área no se puede mantener sin la apertura y la competencia en otras.

Las libertades económicas no sólo promueven la prosperidad y el progreso sino que estimulan la incorporación de la democracia política (véaseLipset, 1959, y Barro, 1996) y, asimismo, este sistema estimula la innovación en la cultura y en el arte general (véase Cowen, 1998).

Afortunadamente, los desarrollos recientes en la comunicación electrónica han bloqueado la capacidad de los gobiernos totalitarios para eliminar el acceso a información y opiniones “indeseables”. Internet ha sido la innovación más importante para un sistema descentralizado y competitivo de la información que, al mismo tiempo de ser un modo rápido y barato, permite la comunicación entre los individuos.

Hasta los setentas los países podían tener algún grado de libertad en las transacciones de bienes y movimientos de capital sin permitir el acceso al mundo exterior a la mayor parte de las personas. Esto no es posible ahora. Cualquier país que participa en el mundo moderno de la economía debe permitir el fax e Internet y no puede evitar que la información que llegue a la televisión vía satélite sea bloqueada. Como consecuencia, la gente puede oír y ver información y opinión muy crítica de sus propios gobiernos y, al mismo tiempo, informarse acerca de las ventajas de sistemas abiertos desde el punto de vista social, económico y político.

7. Competencia entre monedas

Me he opuesto al Euro mucho antes de que se presentaran las dificultades que son del dominio público. Una propuesta mucho mejor hubiera sido adoptar la competencia entre monedas en el mercado como lo propuso hace años Hayek.

Una propuesta alternativa hubiera sido permitir a cada uno de los miembros de la Comunidad Europea que autorice que la gente pueda pagar sus impuestos en cualquiera de las monedas de los países miembros de esa Comunidad. Los negocios, los empleados y los productores también deberían de poder realizar sus transacciones en aquellas monedas. La oferta y la demanda de dinero hubiera determinado los tipos de cambio entre las distintas monedas de modo que las que resultan impopulares hubieran perdido valor. Este tipo de competencia entre monedas hubiera permitido la disciplina en los gobiernos y hubiera reducido los incentivos para expandir sus monedas y financiar presupuestos a través de déficit y, asimismo, hubiera eliminado las empresas estatales.

Las monedas caen en su valor si los gobiernos intentan recurrir a la inflación para evitar dificultades fiscales ya que los individuos y las empresas se dirigen hacia monedas más estables.

Eventualmente la población de cada país hubiera continuado con su propia moneda, pero, a medida que aumenta la familiaridad con el nuevo sistema los consumidores, los trabajadores y los hombres de negocios hubieran hecho mayor uso de otras monedas consideradas más estables.

Después de un período de ajuste los costos de transacción que implica el negociar en distintas monedas resulta un inconveniente muy menor. Después de todo, muchos son los negocios y los aeropuertos internacionales que aceptan docenas de monedas, lo cual encuentran muy parecido a operar con las tarjetas de American Express, Eurocard y otras tarjetas de crédito. Más aún, algunos negocios pueden economizar estos costos si deciden operar en una o dos monedas lo cual puede hacer que aparezca eventualmente una moneda dominante pero fruto de la libertad de elección debido a la estabilidad de ese signo monetario cualquiera sea éste. Las naciones de todos los países en todos los tiempos han encontrado en la práctica enormes ventajas de la competencia sobre el monopolio en la producción del acero, las telecomunicaciones, el aerotransporte y otros bienes y servicios. La comunidad europea ha ignorado esta lección en la creación de una moneda única.

De hecho, la unidad monetaria hubiera sido apoyada por la mayoría de la población de los quince miembros de la Comunidad Económica Europea si tuvieran la confianza en que el Banco Central Europeo se comporta como el Alemán. Sin embargo, temen que las políticas monetarias de la Unión Monetaria Europea resulten de compromisos y estructuras políticas de acuerdo a los distintos requerimientos monetarios y fiscales.

Prueba de ello, es que la mayoría de los alemanes piensan que una moneda común no será ni remotamente tan estable como el marco alemán, lo cual es la razón por la que el canciller no se arriesgó a un referéndum sobre el tema. Esta es también la razón por la cual en Inglaterra se decidió no entrar en este sistema hasta el 2002 y los daneses decidieron no adoptar el Euro.

8. Conclusiones

He tratado de mostrar que todas las áreas importantes de la actividad humana se basan en el rol fundamental de la competencia a los efectos de promover los intereses de la gran mayoría de los participantes. Esto resulta especialmente relevante en el mundo moderno dado que las diferentes libertadas se han tornado cada vez más interdependientes. La eliminación de algunos tipos de competencia y algunas libertades tiende ahora más rápidamente a debilitar la competencia y las libertades en otras áreas.

De modo que el énfasis en la “mano invisible” de la competencia no es simplemente un tema de economistas en sus torres de marfil que saben poco del mundo real. La competencia es en realidad la sangre vital de cualquier sistema económico dinámico. Más aún, la competencia es el fundamento de la calidad de vida y está vinculado a los aspectos más trascendentes de la existencia humana desde el punto de vista educacional, civil, religioso y cultural, además del económico. Esta es la herencia intelectual de los debates que han ocurrido en los últimos siglos al efecto de explicar las consecuencias benéficas de la competencia, lo cual ha sido el mayor descubrimiento de este milenio.