El argumento central de este ensayo es que las instituciones, junto con la ideolog�a, dan forma al desempe�o econ�mico. Las instituciones afectan el desempe�o econ�mico al determinar (junto con la tecnolog�a usada) el costo de transacci�n y de producci�n. Las instituciones se componen de reglas formales, restricciones informales, y caracter�sticas del cumplimiento de �stas. Mientras que las reglas formales pueden cambiarse de la noche a la ma�ana por la comunidad, las restricciones informales cambian muy lentamente. Ambas son moldeadas en �ltima instancia por las percepciones subjetivas de la gente sobre el mundo que los rodea; a la vez, estas percepciones determinan opciones expl�citas entre las reglas formales y las restricciones informales evolutivas. En las secciones siguientes desarrollar� esta estructura anal�tica, la cual utilizar� para diagnosticar el desempe�o contrastante de las econom�as occidentales de mercado con las del tercer mundo y con las econom�as socialistas.

Instituciones y Costos de Transacci�n

Las instituciones son las reglas del juego en una sociedad; m�s formalmente, son restricciones creadas por las personas para dar forma a la interacci�n humana. De esta manera estructuran incentivos en el intercambio, ya sea pol�tico, social o econ�mico. El cambio institucional da forma a la manera en que las sociedades evolucionan a trav�s del tiempo y, de esta forma, es la clave para entender el cambio hist�rico.

El hecho de que las instituciones afectan el desempe�o econ�mico no es controversial; tampoco lo es el que los diferentes desempe�os de las econom�as a lo largo del tiempo sean influenciados por la manera en que las instituciones evolucionan. Sin embargo, la teor�a econ�mica occidental neocl�sica no cuenta con instituciones y, por lo tanto, es de poca ayuda en el an�lisis de las fuentes del desempe�o econ�mico. No ser�a una exageraci�n decir que mientras la teor�a neocl�sica se enfoca en la operaci�n de mercados eficientes, son pocos los economistas occidentales que entienden los requisitos institucionales esenciales para la creaci�n de dichos mercados, porque simplemente los toman por sentado. Estos mercados est�n vinculados a una serie de instituciones pol�ticas y econ�micas que proveen costos bajos de transacci�n y compromisos cre�bles que hacen posible el factor de eficiencia y los mercados de productos que subyacen tras el crecimiento econ�mico.

Hay cuatro variables principales que determinan el costo de las transacciones en el intercambio. Primero est� el costo de medir los atributos valuables de los bienes y servicios o el desempe�o de agentes en intercambio. Los derechos de propiedad consisten en un pu�ado de derechos; al grado que no podemos medir precisamente los atributos valuables de los derechos que se intercambian, los costos de transacci�n y las incertidumbres asociadas con las transacciones crecen dram�ticamente. La medici�n consiste en definir las dimensiones f�sicas de los derechos intercambiados (color, tama�o, peso, n�mero, etc.), junto a las dimensiones en t�rminos de derechos de propiedad del intercambio (derechos que definen usos, el ingreso que se ha de derivar, y la alienaci�n). La inmensa cantidad de recursos que las sociedades dedican a las organizaciones y al cumplimiento de la ley ser�a superfluo en un mundo donde la medici�n de costos fuese cero, pero dado que esos costos son extremadamente altos y, en consecuencia, los derechos son especificados imperfectamente, otras variables se hacen importantes en el costo de transacci�n.

La segunda variable respecto al costo del proceso de intercambio es el tama�o del mercado, lo cual determina si se lleva a cabo un intercambio personal o impersonal. En el intercambio personal, los lazos familiares, las amistades, la lealtad personal y la repetici�n en las transacciones jugar�n un papel en la constricci�n de los participantes y reducir�n la necesidad de especificaciones y ejecuciones costosas. En contraste, en el intercambio impersonal, nada restringe a los participantes de aprovecharse los unos de los otros. De este modo, el costo de hacer contratos incrementa con la necesidad de especificaciones m�s elaboradas de los derechos intercambiados. La competencia eficiente act�a como una constricci�n esencial en los mercados impersonales cuando los participantes est�n involucrados en tratos repetitivos.

La tercer variable es el cumplimiento. En un mundo de cumplimiento perfecto, idealmente, una tercera parte evaluar�a de manera imparcial (y sin costo) las disputas y otorgar�a compensaciones a la parte afectada cuando hubiese una violaci�n del contrato. El oportunismo y las trampas no valdr�an la pena en esta clase de mundo, pero esta clase de mundo no existe.

De hecho, la creaci�n de un sistema judicial imparcial que vigila el cumplimiento de los contratos ha sido una pieza clave del desarrollo econ�mico. En el mundo occidental, la evoluci�n de cortes, sistemas legales, y un sistema judicial relativamente imparcial ha jugado un rol principal en el desarrollo de un sistema contractual complejo que puede extenderse a trav�s del tiempo y espacio�un requerimiento esencial en un mundo de especializaci�n.

Si retenemos la suposici�n neocl�sica de maximizaci�n del ingreso, estas tres variables determinar�n el costo del intercambio. De esta manera los individuos maximizar�an en cada margen (si vale la pena hacer trampa, uno hace trampa; si se puede haraganear en el trabajo, uno haraganea; si uno pudiese quemar a un competidor con impunidad, uno lo har�a). Pero es dif�cil de imaginar que una organizaci�n y un intercambio complejos fuesen posibles si esta fuera una descripci�n correcta del comportamiento humano. El costo de medir desempe�os, de cumplir contratos, y de hacer que se cumplan acuerdos, har�an imposible un mundo de especializaci�n y de divisi�n del trabajo. Pero las actitudes ideol�gicas y percepciones (la cuarta variable) son de importancia.

La ideolog�a no s�lo juega un papel esencial en las opciones pol�ticas, sino tambi�n es clave para las decisiones individuales que afectan el desempe�o econ�mico. Las percepciones individuales sobre la justicia y las reglas del juego obviamente afectan el desempe�o. De otra manera, no podr�amos explicar una buena parte de la educaci�n as� como la inmensa inversi�n hecha por pol�ticos, empleadores, l�deres laborales, y otros tratando de convencer a los participantes de la justicia o injusticia contractual. La importancia de la ideolog�a es una funci�n directa del grado en el que la medici�n y el cumplimiento de los contratos sean costosos. Si se puede medir y hacer cumplir los contratos a bajo costo, entonces hace muy poca diferencia el que la gente crea que las reglas del juego sean justas o injustas. Pero dado que la medici�n y el cumplimiento son costosos, la ideolog�a es importante.

Eficiencia Adaptable

Los mercados efectivos son una consecuencia de las instituciones que proveen maneras de bajo costo para medir y hacer cumplir contratos. Este resultado es logrado por medio de reglas que promueven la eficiencia en la adaptaci�n, con restricciones complementarias e informales, y por el cumplimiento efectivo. Analizar� cada una de �stas.

Reglas eficientes y adaptables proveen incentivos para la adquisici�n de conocimiento y aprendizaje, inducen a la innovaci�n, y promueven la toma de riesgos y actividad creativa. En un mundo de incertidumbre nadie sabe la soluci�n correcta a los problemas que enfrentamos, como Friedrich Hayek ha argumentado persuasivamente. De esta manera, las reglas deben motivar las pruebas y eliminar los errores. Un corolario l�gico es la toma de decisiones descentralizada que le permitir� a una sociedad explorar varias alternativas para la soluci�n de problemas. Es igualmente importante aprender de los fracasos y eliminarlos. Por lo tanto, las reglas deben comprender leyes de bancarrota, proveer incentivos para motivar la toma de decisiones descentralizada y mercados efectivos y competitivos, as� como tambi�n deben de proveer maneras de bajo costo para la medici�n de contratos.

Las reglas formales son tan s�lo parte de la matriz institucional. Deben complementarse con restricciones informales�extensiones, elaboraciones, y calificaciones de reglas que solucionan innumerables problemas de intercambio que no est�n cubiertos completamente por reglas formales y que tienen habilidades tenaces para sobrevivir. Las reglas informales le permiten a la gente cumplir con el proceso diario de hacer intercambios sin tener que pensar, exactamente en cada punto y en cada instancia, en los t�rminos del intercambio. Rutinas, costumbres y tradiciones son palabras que usamos para referirnos a la persistencia de reglas o restricciones informales. �stas incluyen (a) convenciones que evolucionan como soluciones a problemas de coordinaci�n y que todas las partes est�n interesadas en mantener, (b) normas de comportamiento que son est�ndares reconocidos de conducta, y (c) c�digos de conducta auto-impuestos tales como est�ndares de honestidad o integridad. Las convenciones vigilan su propio cumplimiento. Las normas de comportamiento deben ser aplicadas por una segunda o tercera parte (retribuci�n, sanciones sociales, o autoridad coercitiva) y su eficacia depende de la eficacia del cumplimiento.

Los c�digos de conducta auto-impuestos, a diferencia de las convenciones o las normas de comportamiento, no involucran comportamientos de maximizaci�n de la riqueza sino un sacrificio de riqueza o de ingreso a cambio de otros valores. Su importancia en la restricci�n de opciones es sujeto de mucha controversia�por ejemplo, en c�mo afectan la manera en que votan los miembros del Congreso de Estados Unidos (Kalt y Zupan 1984). Mucha de la controversia ha pasado por alto la raz�n crucial por la que este comportamiento puede ser y es importante: las instituciones formales (reglas) disminuyen los costos a veces deliberadamente y otras accidentalmente, y pueden hacer que sus est�ndares normativos, los cuales se encuentran en su c�digos de conducta auto-impuestos, sean de gran importancia. Los votos individuales usualmente no importan individualmente, pero en el agregado dan forma al mundo pol�tico de comunidades democr�ticas y el costo para el votante es muy bajo. Al votar estrat�gicamente, los legisladores com�nmente encuentran maneras para votar de acuerdo con sus preferencias personales y no con las de su electorado (Denzau, Riker, y Shepsle 1985). Los jueces con inamovilidad vitalicia est�n escudados deliberadamente de grupos interesados para que puedan tomar decisiones de acuerdo con su propia interpretaci�n de la ley. En cada caso las medidas tomadas pueden ser distintas de c�mo ser�an si el individuo tuviera que asumir el costo total que resultara de esas acciones. Mientras m�s bajo sea el costo que debemos pagar por nuestras convicciones (ideas, dogmas, prejuicios), m�s contribuyen �stas a los resultados (para evidencia emp�rica, ver Nelson y Silberg 1987).

El determinante m�s importante del desempe�o econ�mico es el cumplimiento de los acuerdos. La habilidad de hacer que se cumplan acuerdos a trav�s del tiempo y el espacio es la piedra fundamental de un mercado eficiente, cosa que en la superficie puede parecer f�cil de lograr. Lo �nico que se necesita es un sistema efectivo e imparcial de leyes y cortes que vigilen el cumplimiento eficiente de reglas formales, sanciones sociales "correctas" que hagan que se cumplan las normas de comportamiento, y est�ndares personales s�lidos de honestidad e integridad. La creaci�n y el cumplimiento de derechos de propiedad eficientes dependen de la comunidad, pero un modelo como �ste es dif�cil de alcanzar si uno retiene el postulado est�ndar de maximizaci�n de la riqueza y acepta los horizontes de tiempo que caracterizan las decisiones pol�ticas.

Tecnolog�a Moderna y Organizaci�n

El p�rrafo anterior se�ala el gran dilema que resulta de la revolucionaria tecnolog�a moderna que subyace tras el crecimiento econ�mico contempor�neo. Es f�cil dise�ar una serie de derechos de propiedad que, de ser cumplidos a bajo costo, crear�n una econom�a eficiente adaptable. Pero como se�alamos anteriormente, los costos de medici�n y de hacer cumplir los acuerdos son influenciados fundamentalmente por las restricciones informales en una econom�a. Este fen�meno ocurre porque las econom�as de escala modernas (las cuales pueden realizarse s�lo por medio de la especializaci�n y la divisi�n del trabajo), y la emergencia de mercados internacionales involucran intercambio impersonal. En este tipo de intercambio, las partes ya no son restringidas por fuerzas que cementan acuerdos en intercambio personal�lealtad, familiaridad, reciprocidad y clientela. Es m�s, las ganancias de la defecci�n crecen dram�ticamente. Crecen porque las ganancias de hacer trampa, de evitar el trabajo, y del robo incrementan junto con los costos de monitoreo, y medici�n del desempe�o.

La revoluci�n tecnol�gica del siglo XIX alter� fundamentalmente el desempe�o de esas econom�as que aprovecharon la nueva tecnolog�a. Esta segunda revoluci�n econ�mica tiene implicaciones igualmente radicales para la organizaci�n de las sociedades.

El t�rmino "revoluci�n econ�mica" sirve para describir tres grandes cambios en un sistema econ�mico: (1) un cambio en el potencial productivo de una sociedad, lo cual es una consecuencia de (2) un cambio b�sico en el acervo cognoscitivo, lo cual implica (3) un cambio igualmente b�sico en la organizaci�n, para poder desarrollar este potencial. El cambio en el potencial productivo ocurri� en la �ltima mitad del siglo XIX como consecuencia de cambios en el conocimiento que surgieron del desarrollo e implementaci�n de disciplinas cient�ficas modernas. Estos cambios llevaron a la uni�n sistem�tica de la tecnolog�a y la ciencia. La tecnolog�a que caracteriz� esta revoluci�n fue una en la que hubo indivisibilidades significativas en los procesos de producci�n y gran inversi�n de capital fijo. Las implicaciones generales para las econom�as que pudieron aprovecharse de esta tecnolog�a fueron retornos crecientes y altas tasas de crecimiento econ�mico como consecuencia. �stas han sido caracter�sticas del mundo occidental a lo largo del �ltimo siglo y medio.

Para tomar provecho de esta tecnolog�a y realizar este potencial se debi� hacer una reorganizaci�n fundamental de las econom�as. En las econom�as que lograron hacerlo, el resultado ha sido tensiones que amenazan su adaptabilidad eficiente. En los pa�ses que no han podido reorganizarse y realizar su potencial, el resultado ha sido subdesarrollo e inestabilidad pol�tica. Es una iron�a extraordinaria el que Karl Marx, quien fue el primero en se�alar la necesidad de reestructurar las sociedades para realizar el potencial de una nueva tecnolog�a, sea el responsable de crear econom�as que han fallado precisamente en este tema. Examinaremos las caracter�sticas de los requisitos organizacionales a nivel micro antes de voltear nuestra atenci�n a implicaciones de nivel m�s amplio.

Para realizar las ganancias de un mundo de especializaci�n se requiere una especializaci�n ocupacional y territorial sin precedente, lo cual hace que el n�mero e intercambios crezca exponencialmente. Para desarrollar el potencial productivo asociado con una tecnolog�a de retornos crecientes uno debe invertir una enorme cantidad de recursos en las transacciones. En Estados Unidos, por ejemplo, la fuerza laboral pas� de 29 a 80 millones de personas entre 1900 y 1970. Durante ese per�odo el n�mero de trabajadores en producci�n creci� de 10 a 29 millones y los trabajadores de cuello blanco (los que est�n involucrados en transacciones) pasaron de 5 a 38 millones. En 1970 el sector de transacciones (la parte de los costos de transacci�n que pasa por el mercado) conform� un 45 por ciento del Producto Nacional Bruto (Wallis y North 1986).

Perm�tanme describir brevemente algunos problemas de medici�n y cumplimiento que subyacen al tama�o del sector de transacciones. Control sobre la calidad en la cadena creciente de producci�n y una soluci�n a los problemas que surgen de las cada vez m�s costosas relaciones entre los agentes son necesarios para obtener ganancias en un mundo de especializaci�n. Mucha tecnolog�a se ha dise�ado para reducir los costos, sustituyendo mano de obra con capital o reduciendo los grados de libertad del trabajador en el proceso de producci�n y midiendo autom�ticamente la calidad de los bienes intermedios. Un problema subyacente ha sido el de medir los insumos y los productos de manera que uno pueda afirmar la contribuci�n de factores individuales, la producci�n en etapas distintas y los resultados finales. Para los insumos, no hab�a una medida acordada de la contribuci�n de un insumo particular. De igual manera, hab�a lugar para conflicto sobre el pago consecuente de factores de producci�n. Con la producci�n, el problema era que no s�lo hab�a productos residuales invaluados, sino tambi�n costos complicados de especificar las propiedades deseadas de los bienes y servicios producidos en cada etapa del proceso de producci�n.

Otra caracter�stica de esta nueva tecnolog�a fue que uno ten�a grandes inversiones de capital fijo a largo plazo y pocas alternativas para obtener el valor de ellas antes del vencimiento. Como resultado, el proceso de intercambio involucrado en los contratos ten�a que ser extendido a trav�s de largos per�odos, lo cual involucraba incertidumbre acerca de los precios y de los costos, adem�s de la posibilidad de comportamientos oportunistas por parte de uno de los involucrados en el intercambio. Una serie de dilemas organizacionales han sido el resultado de estos problemas.

Primero, cada vez se necesitan m�s recursos para medir la calidad de la producci�n. Los mecanismos existentes para medir las caracter�sticas de los bienes y servicios, tales como la clasificaci�n, calificaci�n, marcas registradas, garant�as y licencias, son costosos e imperfectos. A pesar de su existencia, la disipaci�n del ingreso es evidente en las dificultades de medir reparaciones automotrices, la evaluaci�n de caracter�sticas de seguridad de productos, o la calidad de servicios m�dicos y educativos.

Segundo, mientras que el equipo de producci�n permite econom�as de escala, lo logra alienando al trabajador. La disciplina de la f�brica no es m�s que una respuesta al problema de controlar la ociosidad individual posible en la producci�n en equipo. Desde el punto de vista del empleador, la disciplina consiste de reglas, regulaciones, incentivos y sanciones esenciales para un desempe�o efectivo. Innovaciones como los estudios de tiempo y movimiento son m�todos para medir el desempe�o individual. Desde el punto de vista del trabajador estos m�todos son formas inhumanas de explotaci�n y aceleraci�n. Dado que no hay medidas objetivas establecidas, ambos tienen la raz�n.

Tercero, las ganancias potenciales del comportamiento oportunista incrementa y lleva al comportamiento estrat�gico tanto en la firma como en las relaciones contractuales entre diferentes firmas. En todas partes de los mercados de productos, las ganancias de retener servicios o alterar los t�rminos de un acuerdo en puntos estrat�gicos ofrecen grandes ganancias potenciales.

Cuarto, el desarrollo de jerarqu�as de gran escala trae consigo los problemas conocidos de la burocracia. La multiplicaci�n de reglas y regulaciones dentro de grandes organizaciones para controlar la ociosidad resulta en rigidez, disipaci�n del ingreso, y p�rdida de la flexibilidad esencial para adaptarse eficientemente.

Finalmente, hay efectos externos: los costos invaluados que se reflejan en las crisis ambientales de la actualidad. La interdependencia de un mundo de especializaci�n y divisi�n del trabajo incrementa exponencialmente la imposici�n de costos sobre terceras partes.

Adaptaci�n Eficiente y Tecnolog�a Moderna

Los marxistas contender�an que estos problemas son una consecuencia del capitalismo y que las contradicciones inherentes entre la nueva tecnolog�a y la organizaci�n consecuente del capitalismo llevar�an a esta sucesi�n. Pero se equivocan. Estos problemas son ubicuos a toda sociedad que intenta adoptar la tecnolog�a de la segunda revoluci�n econ�mica. Sin embargo, los marxistas tienen raz�n al ver un dilema fundamental en las tensiones emergentes entre la nueva tecnolog�a y la organizaci�n. Estas tensiones se han resuelto s�lo parcialmente en las econom�as de mercado del mundo occidental. La tecnolog�a de la segunda revoluci�n, el enorme incremento en la especializaci�n y divisi�n del trabajo, y la alteraci�n consecuente de precios relativos han alterado la estructura tradicional de la sociedad�no s�lo la organizaci�n de la econom�a, pero tambi�n la de la familia y de la comunidad. El crecimiento del gobierno, la desintegraci�n de la familia, y las incompatibilidades de incentivos de muchas organizaciones son s�ntomas de los problemas consecuentes que acechan a las econom�as occidentales.

Sin embargo, ha sido la relativa flexibilidad de las instituciones occidentales�tanto econ�micas como pol�ticas�lo que ha funcionado como factor mitigante al tratar con estos problemas. La habilidad de adaptarse eficientemente, si bien no es perfecta, ha sido responsable por el grado de �xito de estas instituciones. La estructura institucional b�sica ha promovido el desarrollo de organizaciones pol�ticas y econ�micas que han reemplazado las funciones tradicionales de la familia; han mitigado la inseguridad asociada con un mundo especializado, han llevado al desarrollo de instituciones econ�micas flexibles que han resuelto algunas incompatibilidades de incentivos en las jerarqu�as y han impulsado el talento empresarial, a la vez que han lidiado (aunque sea imperfectamente) con los problemas no solo ambientales sino sociales del mundo urbano.

Es f�cil, en abstracto, se�alar las condiciones que subyacen tras la adaptaci�n eficiente. Consisten en reglas formales (tanto pol�ticas como econ�micas) que resultan en derechos de propiedad bien especificados, competencia efectiva, toma de decisiones descentralizada y eliminaci�n de fracasos. Pero tales reglas formales, en s�, no son una garant�a de adaptabilidad eficiente. Al fin y al cabo, muchas econom�as latinoamericanas adoptaron la constituci�n estadounidense (o variantes de �sta) cuando se independizaron, y muchas econom�as han copiado los sistemas legales de occidente. De hecho, la noci�n simplista de que la privatizaci�n es lo �nico que se necesita para colocar a econom�as tambaleantes o fracasadas en el camino del crecimiento, es una gran mal interpretaci�n que refleja el entendimiento primitivo de la mayor parte de los economistas sobre la historia del crecimiento econ�mico. Para crear mercados eficientes de productos se requiere de un proceso complicado acerca del cual conocemos poco. Lo �nico que sabemos es que las reglas formales deben complementarse con restricciones informales. Para explicar el mundo que les rodea, los individuos deben emplear estructuras informales tales como la forma en que se adoptan las reglas formales de una sociedad y la eficiencia del cumplimiento de acuerdos.

Ideolog�a, Decisiones y Adaptaci�n Eficiente

Las ideolog�as subyacen las estructuras que poseen los individuos para explicar el mundo que los rodea. Las ideolog�as contienen un elemento normativo esencial; es decir, explican tanto c�mo es el mundo y c�mo debiera ser. Mientras que los modelos subjetivos suelen ser una combinaci�n de creencias, dogmas, teor�as cuerdas y mitos, usualmente contienen tambi�n elementos de una estructura organizada que los hacen mecanismos econ�micos para recibir e interpretar informaci�n.

La ideolog�a no juega un papel en la teor�a econ�mica neocl�sica. Los modelos racionales asumen que los actores poseen modelos correctos para interpretar el mundo que los rodea o para recibir informaci�n que los llevar� a revisar y corregir sus modelos incorrectos. Quienes no se adapten fracasar�n en los mercados competitivos que caracterizan a las sociedades. Uno de los temas importantes es la informaci�n que reciben los individuos acerca de sus modelos subjetivos, lo cual los llevar� a ponerlos al d�a. Si la racionalidad instrumental de la teor�a econ�mica fuese correcta, anticipar�amos que las teor�as falsas ser�an descartadas, y en cuanto a que la maximizaci�n de la riqueza es una caracter�stica del comportamiento humano, podr�amos decir que el crecimiento ser�a caracter�stico en toda econom�a. Con un horizonte lo suficientemente lejano, puede ser que esto sea correcto, pero luego de 10,000 a�os de historia econ�mica humana seguimos lejos de un crecimiento econ�mico universal. El hecho simple es que no poseemos la informaci�n para poner al d�a nuestras teor�as subjetivas y llegar a una sola teor�a ver�dica; consecuentemente, no hay un equilibrio que se obtenga como producto. Al contrario, lo que existen son varios equilibrios que nos llevan en varias direcciones, incluida la estagnaci�n y el decrecimiento de las econom�as. La ideolog�a importa, pero �de d�nde vienen los modelos subjetivos de los individuos, y c�mo se alteran?

Los modelos subjetivos que las personas utilizan para descifrar el ambiente son en parte una consecuencia del crecimiento y de la transmisi�n del conocimiento cient�fico, y en parte de la herencia cultural de cada sociedad. En la medida en que la primera forma de conocimiento (cient�fico) determine las decisiones, un enfoque racional e instrumental es la mejor manera de analizar el desempe�o econ�mico, pero la gente siempre ha acudido a mitos, tab�es, religiones, y otras formas de herencia cultural para explicar su ambiente. La cultura es m�s que una mezcla de distintas formas de conocimiento; est� cargada de valores y est�ndares de comportamiento que han evolucionado para resolver problemas de intercambio, ya sea �ste social, pol�tico o econ�mico. En toda sociedad evoluciona una estructura informal para estructurar la interacci�n humana. Esta estructura es el "inventario de capital" b�sico que define la cultura de una sociedad; es decir, que la cultura provee un orden conceptual basado en el idioma para codificar e interpretar la informaci�n que los sentidos le presentan al cerebro. Como resultado, la cultura no s�lo juega un papel en formar las reglas formales sino tambi�n est� por debajo de los frenos informales que son parte de las instituciones.

Las construcciones ideol�gicas que los individuos poseen para explicar su ambiente cambian. Estas construcciones son claramente influenciadas por los cambios fundamentales en los precios relativos, lo cual resulta en una inconsistencia persistente entre los resultados percibidos y los resultados predichos por los modelos subjetivos que poseen los individuos. Pero eso no es todo. Las ideas importan; la combinaci�n de cambios generados en precios relativos filtrada a trav�s de las ideas condicionadas culturalmente es la responsable de que los modelos subjetivos evolucionen.

La segunda revoluci�n econ�mica indujo a una revoluci�n similar en las percepciones individuales. Cuestion� muchos valores tradicionales y creencias que hab�an sido asociados con el rol de la familia, comunidad, y organizaci�n econ�mica. La agitaci�n intelectual del �ltimo siglo y medio, incluyendo las diversas percepciones de economistas desde Marx hasta Keynes, pasando por Hayek, han sido parte integral de este cambio en las percepciones que a la vez han formado las construcciones ideol�gicas y de esta manera las decisiones de los jugadores. Pero ni la forma de pensar de los economistas, ni las percepciones subjetivas de quienes toman decisiones sobre instituciones pol�ticas y econ�micas han permanecido desligadas de la evoluci�n del medio pol�tico y econ�mico. O, para repetir mi propuesta anterior, lo que da forma a los modelos evolutivos es la interacci�n entre la evoluci�n de ideas condicionadas culturalmente, las restricciones impuestas por la estructura institucional, y la consistencia o inconsistencia entre los resultados esperados y los resultados reales.

Lo que caracteriza al mundo occidental es la estructura institucional de las econom�as de mercado, que se han ajustado para resolver parcialmente los problemas de costos asociados con la segunda revoluci�n econ�mica y han permitido que el potencial productivo genere econom�as de alto ingreso. Para el tercer mundo y las econom�as socialistas, las consecuencias de las estructuras institucionales han sido que han tenido que absorber los costos sin desarrollar el potencial productivo de la nueva tecnolog�a.

La dram�tica ca�da de los costos de la informaci�n en esta tecnolog�a moderna no s�lo ha afilado la percepci�n de las inconsistencias, sino que ha hecho que la gente est� m�s consciente de las distintas alternativas disponibles para la soluci�n de los problemas econ�micos. Una cosa es desencantarse con los antiguos modelos subjetivos y otra, m�s dif�cil de alcanzar, es llegar a un equilibrio en el cambiante contexto de los eventos externos. La recepci�n de informaci�n produce se�ales confusas que pueden ser interpretadas de maneras distintas. La raz�n de esto es que es dif�cil alterar fundamentalmente el rumbo de una econom�a. Las organizaciones de una econom�a y los grupos de inter�s que generan son una consecuencia de las oportunidades que provee la estructura institucional. Las externalidades resultantes reflejan la interdependencia simbi�tica entre las reglas existentes, las restricciones informales complementarias y los intereses de aquellos miembros de organizaciones creadas como consecuencia de la estructura institucional.

Un cambio en las percepciones subjetivas acerca de la eficacia de la estructura existente producir� inestabilidad pol�tica y fragmentaci�n social. Por ejemplo, un cambio en las reglas formales y, espec�ficamente en los derechos de propiedad, debe ser complementado por restricciones informales consistentes y el cumplimiento efectivo de �stas para producir los resultados deseados. Pero las normas de comportamiento, convenciones, y c�digos auto-impuestos de conducta cambian muy lentamente; m�s a�n, el cumplimiento tendr�a que llevarse a cabo, al menos parcialmente, por organizaciones y grupos de inter�s cuyos intereses descansaban en la vieja matriz institucional.

Un equilibrio nuevo, estable, ser�a uno que produjera nuevas restricciones informales (convenciones, normas de comportamiento y c�digos de conducta personales) que resuelvan los nuevos problemas de la interacci�n pol�tica, social y econ�mica que surge, y que es complementario a las nuevas reglas formales que se establecen.

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Douglass C. North es profesor de derecho y libertad en el departamento de econom�a y director del Centro de Pol�tica Econ�mica de la Washington University. Fue galardonado con el Premio Nobel de Econom�a de 1993. Este ensayo se public� originalmente en el Cato Journal de Invierno de 1992. Este art�culo es una cortes�a de Cato Institute para Asuntos Capitales.