Los políticos latinoamericanos suelen esconder sus decisiones tras un manto “democrático”, como si el ganar una elección significara impunidad para pisotear derechos y despojar propiedades, premiando a los amigos y castigando a los enemigos.
Miami (AIPE)- Llevo más de cuatro
décadas en periodismo, analizando las ventajas de la libertad individual, el respeto
por los derechos de propiedad, la libre economía donde las decisiones las toman
millones de consumidores y no algunos pocos burócratas, la igualdad ante la ley
y el estado de derecho, gobiernos limitados que protegen los derechos
fundamentales de minorías y las ventajas de la paz, luego de comprobar que las
guerras, además de arruinar y matar a inocentes, conducen ineludiblemente al
crecimiento del gobierno y a la violación de libertades civiles, todo bajo la
excusa de la defensa nacional.
Al igual que tantos otros
latinoamericanos, tuve que emigrar a Estados Unidos. En mi caso para poder
seguir expresando libremente mi opinión, algo que disgustaba profundamente a
gobernantes “democráticos” venezolanos en los años 80. Fue entonces cuando
aprendí, en carne propia, la inmensa diferencia entre “democracia” y
“libertad”.
Los políticos
latinoamericanos suelen esconder sus decisiones tras un manto “democrático”,
como si el ganar una elección significara impunidad para pisotear derechos y
despojar propiedades, premiando a los amigos y castigando a los enemigos.
Además, con gran desparpajo manipulan, modifican o suspenden principios
constitucionales que les resultan inconvenientes. Así vemos que las
constituciones latinoamericanas, lejos de proteger la libertad ciudadana del
abuso de los poderosos, son más bien interminables listas de pseudo-derechos, inventados para lograr apoyo popular, lo
cual da carta blanca a los gobernantes para planificar la economía en beneficio
propio y de los sectores que los apoyan, mientras aplastan o arruinan a sus
enemigos ideológicos.
Los resultados de tan
trágica comedia de errores están a la vista:
1.
América Latina, que durante más de un siglo fue el gran
imán que atraía inmigrantes de Europa y Asia, a la vez que miles de ejecutivos
y trabajadores extranjeros se quedaban a vivir en hermosas, seguras y encantadoras
capitales como
2.
Aunque duele admitirlo, América Latina es la única
región del mundo donde hay menos libertad hoy que hace 50 años. Nuestras malas
“democracias” hacen más daño e imponen mayores ataduras al libre albedrío de la
gente que las malvadas dictaduras militares de mediados del siglo XX.
Sólo si aceptamos esta
realidad hay esperanza de cambiar el rumbo y aquí relato un triste ejemplo. Entre
1927 y 1957, la economía venezolana creció 10% al año, mientras la población crecía
4%. Eso significó un crecimiento real similar al logrado por los tigres
asiáticos en décadas recientes. Entre 1950 y 1957, la economía venezolana
creció 87% mientras que en el mismo período el “milagro” alemán, aclamado mundialmente,
logró un crecimiento de 76%, 11 puntos por debajo de Venezuela. Estos
impresionantes datos fueron recientemente citados por el economista
Lo ocurrido posteriormente
en Venezuela es un milagro al revés. Nuestros políticos “democráticos”
decidieron redistribuir la riqueza, para lo cual estatizaron la industria
petrolera, destruyeron el valor de la moneda politizando al Banco Central y envilecieron
el sistema judicial con la venta de sentencias al mejor postor, todo lo cual abrió
las puertas al “socialismo del siglo XXI”, donde Chávez, con todas las riendas
del poder en sus manos, agudiza la reforma agraria, el control de cambios, los
impuestos, la devaluación y los ataques a la propiedad y a la libre expresión, a
la vez que financia sus fantasías imperiales con el petróleo “nacionalizado”
que supuestamente pertenece a todos los venezolanos.
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EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.