Al consolidarse el periodo más prolongado de estabilidad económica de los últimos 35 años, a lo que contribuyó en forma importante la moderación fiscal, se protegió el patrimonio de los mexicanos, la creación de empleo formal y se brindó a los inversionistas nacionales y extranjeros un ambiente de mayor confianza y certidumbre.
Una de las críticas que se le han hecho
a la pasada administración pública es que no alcanzó el crecimiento económico
elevado y sostenido que se había propuesto y que ello se debió, al menos en
parte, a la insistencia de las autoridades financieras en mantener equilibradas
las finanzas públicas.
Tal afirmación tiene su origen en la
peregrina idea que un gasto público deficitario por sí mismo alienta un mayor
crecimiento económico, lo que constituye un error garrafal. Lo que impidió
acelerar el paso de la economía en el sexenio previo fue que no se consiguió
elevar su competitividad, lo que a su vez se debió a la carencia de reformas estructurales
indispensables.
Las virtudes de unas finanzas
públicas equilibradas son múltiples. Cae la vulnerabilidad de la economía ante
choques catastróficos externos o internos; se logran precios estables y más recursos
para la sociedad, al igual que tasas de interés menores y horizontes más
amplios para invertir y ahorrar.
Al evitarse crisis financieras, como
ocurrió a lo largo del sexenio previo y en la transición al nuevo gobierno por
primera vez en muchos años, las autoridades pudieron ocuparse de lo importante,
como el desarrollo social, sin distraerse en la gestión de crisis que han
tenido consecuencias terribles para el pueblo.
Entre los efectos favorables de la
estabilidad fiscal para la situación económica de los mexicanos, destacan los
siguientes:
·
Menor inflación. De
·
Más bajas tasas de interés. El rendimiento de los CETES a 28
días pasó de 15.2% en
·
La volatilidad del peso ha disminuido notablemente y es hoy
en día comparable a la de otras monedas como el dólar, el euro y el yen.
·
El indicador de riesgo-país cayó de 393 puntos base al
cierre del
·
Los desequilibrios externos se abatieron notablemente al
pasar el déficit en cuenta corriente de 3.2% del PIB en
Esta notable estabilidad económica se
tradujo en mayor bienestar para los mexicanos que se beneficiaron por al
aumentar sus salarios reales y por tener un mayor acceso al crédito para
vivienda, bienes durables y herramientas de trabajo, además de mayores
inversiones productivas que generaron empleo.
Gracias a las cada vez menores
necesidades de financiamiento del sector público, durante el sexenio anterior
se liberaron recursos para el sector privado por un monto de 250 mil millones
de pesos, lo que alentó la elevación del gasto y la inversión productiva,
resultando en mayor crecimiento.
Al consolidarse el periodo más
prolongado de estabilidad económica de los últimos 35 años, a lo que contribuyó
en forma importante la moderación fiscal, se protegió el patrimonio de los
mexicanos, la creación de empleo formal y se brindó a los inversionistas
nacionales y extranjeros un ambiente de mayor confianza y certidumbre en cuanto
a la rentabilidad de sus proyectos.
La información anterior disipa
cualquier duda respecto a que la gestión de Gil Díaz al frente de las finanzas
nacionales puede compararse en sus logros en materia de estabilidad económica
sólo con la de ese otro gran secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena (1958-70).
Mañana seguiré esta revisión de lo
conseguido por Gil Díaz en lo que se refiere a la modernización y progreso del
sistema financiero.