Por supuesto que se debe cambiar este modelo socialista de mercado laboral, que sólo garantiza la miseria de los más pobres.
Santiago de Chile (AIPE)- El
presidente de los grandes empresarios chilenos ha informado al país que éstos,
literalmente, “aman” al actual gobernante, Ricardo Lagos. Tanto, que le están
buscando un condigno destino para dentro de cuatro meses y algo, cuando deba
dejar el poder. Este idilio presidencial con el cinco por ciento más rico de
los chilenos es explicable porque éstos han visto aumentadas sus utilidades y,
según la encuesta Casen 2003, no sufren desempleo, dado que entre ellos éste es
apenas dos por ciento, es decir, inferior a la “tasa natural”, considerada
sinónima de pleno empleo.
¡Qué distinto es todo en el
otro extremo del espectro socioeconómico! Según la misma encuesta Casen 2003,
el cinco por ciento más pobre tiene una tasa de desempleo de 48,7 por ciento,
es decir, casi uno de cada dos de esos pobres está cesante.
Algunos dicen que “hay que
cambiar el modelo de libre mercado” porque la distribución del ingreso es
“escandalosamente” desigual. ¿Qué libre mercado es éste, que prohíbe ofrecer
libremente su trabajo al grupo más pobre de la sociedad, estableciendo normas
obligatorias e irrenunciables que hacen imposible su contratación?
Por supuesto que se debe
cambiar este modelo socialista de mercado laboral, que sólo garantiza la
miseria de los más pobres. ¿Cómo no van a tener ingresos 15 o 20 veces menores
que los más ricos, si sufren de 24 veces más desempleo? ¿Qué democracia es ésta,
que ni siquiera los deja mandarse a sí mismos? ¿Cómo va a ser éste el “gobierno
del pueblo” si a cada miembro del pueblo se le prohíbe contratar libremente? Ni
aun el desesperado que exhibe un letrero ofreciendo trabajar a cambio de comida
tiene posibilidad de lograrlo, porque la ley socialista lo veda.
El escandaloso desempleo de
los más pobres es el preciso resultado de las políticas del Bienamado y sus
antecesores de
Pero este reemplazo sólo lo
pueden hacer las empresas grandes, que tienen capital. Las pequeñas son, por
definición, poco capitalizadas y, por lo mismo, intensivas en mano de obra.
Así, han sido llevadas por el Bienamado a una situación crítica. ¿Consecuencia?
Lo hemos leído en una reciente columna de Pablo Baraona
en el diario “
En Chile, el 80 por ciento
de los empleos lo ofrecen éstas y las medianas, y sólo el 20 por ciento las que
“aman” al gobernante. Peor aún, las grandes están haciendo constantemente
“reingenierías” para reducir todavía más su contingente laboral, lo cual es
perfectamente racional porque la legislación ha convertido al trabajo en un
factor de producción caro en relación con el capital.
Esta pesada herencia de
pobreza y cesantía, que el Bienamado de las grandes empresas deja a los pobres
y a las más pequeñas, es el amargo fruto de sus reformas laborales, de su
reforzamiento de controles que hostigan a los empleadores, del incremento de
las indemnizaciones por despido, de las mayores cotizaciones por seguro de
desempleo y de las alzas del salario mínimo. Y el Bienamado se propone todavía
engrosar esa herencia con una nueva legislación para la judicatura laboral que
acentuará el sesgo contra los empleadores y establecerá sobre ellos más
penalizaciones.
Ojalá lo suceda alguien que, además de querido por la
gran empresa, lo sea por los pobres hoy cesantes y que al término de su
gobierno éstos hayan encontrado trabajo gracias a habérseles dado la libertad,
de que hoy carecen, para contratar.
___* Analista político chileno.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.