Hace unos días el ecologista Björn Lomborg describió de manera
accesible –para nosotros, los neófitos- el fenómeno de las “ciudades horno” o
del calentamiento local en las grandes concentraciones urbanas, donde el
asfalto, el concreto y las construcciones que incrementan la temperatura le
ganan terreno, día a día, a parques arbolados y otros espacios que refrescan y
oxigenan el ambiente.
Lomborg mencionó, entre otros casos, el
de la ciudad de Houston que en los últimos doce años creció 20% (unos 300 mil
habitantes) y, como consecuencia, ha incrementado su temperatura nocturna 0.8
grados centígrados en el mismo periodo, lo que significaría un aumento
impresionante de siete grados en un siglo (para leer el artículo de Lomborg, ver, entre otros, el periódico colombiano “El
Tiempo” del 19 de noviembre, http://www.eltiempo.com/).
Si eso sucede en una ciudad del
tamaño de Houston, el lector podrá imaginar que el grado de calentamiento y la
velocidad a la que se incrementa la temperatura son mucho más graves aún en la
ciudad de México. Y uno de los principales responsables es todo el asfalto que
hemos sembrado para servicio de “su majestad, el automóvil”.
Por eso resulta criminal que
sigamos teniendo políticas públicas tales como el contraproducente programa
“Hoy no circula”, la libre importación de automóviles usados sin verificaciones
ambientales previas y el impuesto a la tenencia de vehículos, que premian e
incentivan la proliferación de chatarra automovilística, incrementando las
temperaturas y deteriorando el ambiente.
Un ejemplo: El viernes 16 de
noviembre la ciudad de México padeció los usuales embotellamientos de tráfico
típicos del último día laborable previo a un “puente”; la lentitud exasperante
de la circulación en varias arterias, y la consecuente contaminación, se
agravaron exponencialmente por las descomposturas de automóviles chatarra (y
por los frecuentes accidentes causados por ellos). Autos de esos que fácilmente
se regularizan en estados como Michoacán, de esos que pagan una tenencia ridícula,
de esos que proliferan –como auto “comodín”- cuando se restringe la circulación
mediante programas como el “Hoy no circula” y de esos que el gobierno de la
ciudad de México permite circular sin seguro de daños a terceros por puro
desplante demagógico.