Por increíble que parezca incluso algunos especialistas –o que se presumen como tales- incurren en el síndrome de las críticas gratuitas. Tal vez les da flojera leer algo más que los titulares de los periódicos.
No es una novedad que algunos políticos,
ávidos de micrófonos que registren sus monólogos, emitan juicios tremendistas y
lancen condenas tronantes sin fundamento alguno. Lo que ya toma ribetes de
tragedia nacional es que presuntos especialistas elaboren críticas partiendo de
datos falsos y de una pasmosa ignorancia de la información veraz.
Hace unos días, un economista local de un
banco global que opera en México pontificó que la inversión en infraestructura
que promueve el gobierno federal, a través del Fondo Nacional de
Infraestructura, es una estrategia errada porque –según él- se basa en
transferir recursos de la sociedad al gobierno, a través de nuevos gravámenes
como el IETU. Es increíble que un profesional cuya tarea precisamente requiere
estar bien informado confunda de tal manera la gimnasia con la magnesia.
Primero, confunde lamentablemente el Fondo
Nacional de Infraestructura, lanzado en febrero de 2008, con el Programa de
Infraestructura difundido el año pasado. El Fondo NO es el Programa.
Segundo, y más grave, presume que los
recursos iniciales con que se inició el Fondo provienen de la recaudación de
nuevos impuestos cuando hasta en las notas más breves de periódico en las que
se anunció dicho Fondo se informa que los recursos provienen del Fideicomiso
para al rescate carretero (Farac) que ya cumplió la
tarea original para la que fue creado, así como del ahora extinto Finfra. No son absoluto recursos que provendrán de la recaudación
tributaria o de los ingresos ordinarios del gobierno.
Tercero, ignora que el Fondo pretende detonar
la inversión del sector privado en infraestructura y no sustituirla, también
ignora que promoverá proyectos de inversión público-privados, como se hace en
Irlanda o Gran Bretaña con los famosos PPP.
Por último, ignora que si bien el fondo
coadyuva a una estrategia anticíclica, no surgió como
respuesta coyuntural a una desaceleración económica en Estados Unidos, sino
como una respuesta estructural, planeada cuidadosamente, ante el tremendo
rezago de México en infraestructura y ante el hecho innegable de que una
infraestructura insuficiente, deficiente y obsoleta es
un abrumador obstáculo para incrementar la productividad.
Por cierto, la desinformación, involuntaria o
deliberada, también obstruye la productividad.
EntrarLa gente subestima la facilidad con la que los gobiernos pueden destruir una economía y lo difícil que es reiniciar esas economías.