La pomposamente apodada Carta Magna —esa vieja y raída colcha de parches protege al gobierno y no al ciudadano— poco sirve para nuestra legítima defensa contra abusos gubernamentales, con preciosuras como las bartlettianas que el “neoliberal” de la Madrid metió en febrero de 1983.
En el chaparro,
mediocre, aldeano e ignorante imaginario político nacional, el grisáceo pero
bien negro sexenio 1982-1988 figura como comienzo del “neoliberalismo”,
monstruo espantoso que nadie define pero que se come vivos a los pobres mexicanitos
que caen bajo sus garras desde que lo inauguró de la Madrid.
Curiosas cosas que el
disfuncional ambiente político mexicano no toma en cuenta: en todo ese
“neoliberal” sexenio, el secretario de Gobernación fue Manuel Bartlett.
El averno los prohíja y
ellos mismos se arrejuntan. Con Bartlett se alía hoy
por la “soberanía” el PRD —víctima como PSUM en Juchitán
y en otros lados de los fraudes “patrióticos” de ese sexenio, epítome del
fraude. En ese “neoliberal” sexenio la dupla constitucionalista del presidente
que firmaba lo que decidía en política el verdadero gobernante —su secretario
de Gobernación— echó a perder varias garantías individuales de la Constitución,
y la dejó roída de afrentas contra nuestra dignidad civil.
La pomposamente apodada
Carta Magna —esa maltrecha ley fundamental— poco sirve para nuestra legítima
defensa contra abusos gubernamentales, con preciosuras como las bartlettianas que el “neoliberal” de la Madrid metió en
febrero de 1983. Esto forma parte del capítulo I, llamado “De las Garantías
Individuales” (en serio, así se sigue llamando):
“25.
Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar (sic)
que éste sea integral (resic), que fortalezca la
soberanía de la nación y su régimen democrático y que, mediante el fomento del
crecimiento económico y el empleo (supersic) y una
más justa distribución del ingreso y la riqueza (recontrasic)...
“El
Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica
nacional, y llevará al cabo la regulación y fomento de las actividades que
demande el interés general en el marco de libertades que otorga esta Constitución…
“26. El
Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional
que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la
economía para la independencia y la democratización política, social y cultural
de la Nación... (sicsicsicsicsic)”.
“28. …No constituirán monopolios las funciones que el Estado
ejerza de manera exclusiva en las áreas estratégicas a las que se refiere este
precepto: …petróleo y los demás hidrocarburos; petroquímica básica; minerales
radioactivos y generación de energía nuclear; electricidad…”
Pusieron en ese mismo
artículo cosas que ya no están: banca y crédito, ferrocarriles, satélites. Y
luego de tanto manoseo, algunos piensan que el petróleo y la electricidad son
tan sagrados que sería sacrílego y reo de eterna condenación el impenitente
pecador que osare, cual extraño enemigo, mancillar a la nación modificando lo
que Bartlett-de la Madrid insertaron con el poder de
su firma. Y que el propio general Cárdenas no hizo en 1938. Ni lo hicieron
Echeverría y López Portillo. La obra del neoliberal de la Madrid no puede ser
tocada. Lo dice su antineoliberal autor: Bartlett y prirredistas que lo
acompañan en la defensa de nuestra soberanía. Pongámonos de pie.
No puede mancillarse
esa Constitución que nos “otorga” derechos (gracias, Bartlett)
salvo si eso conculca nuestras libertades. Ya la LX Legislatura mató la
autonomía de una institución ciudadana —el IFE— y nos limitó derechos
políticos.
El artículo 25 que hoy
monopoliza para el estado la rectoría económica decretaba en 1917 esta garantía
individual: “La correspondencia que bajo cubierta circule por las estafetas
estará libre de todo registro, y su violación será penada por la ley”. Era todo
el texto.
El 26, que declara a
México un estado socialista de planificación central, sólo decía en 1917 que en
tiempo de paz ningún soldado podía alojarse en casas particulares contra la
voluntad del dueño. El 28 atacaba los monopolios (excepto correos, moneda y derechos
de autor). Y desde entonces el 28 prometía que “la ley atacará severamente y
las autoridades perseguirán con eficacia” prácticas que, por nuevo mandato
constitucional, son de monopolios que no son monopolios: Luz y Fuerza del
Centro, por ejemplo. O Pemex.
Esa vieja y raída colcha de parches
protege al gobierno y no al ciudadano, especialmente gracias a quien más la
echó a perder: Bartlett de la Madrid. Los panprirredistas la reforman, siempre y cuando se vulneren
nuestras libertades y garantías. ¡Pero somos soberanos! Permanezcamos patrióticamente
de pie.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.