Algunas revoluciones no son naturales y deben ser evitables. ¿Para qué producir descalabros en la economía y en las relaciones humanas que no van a conducir a una sociedad más productiva y coherente?
Arlington,
Virginia (AIPE)- La naturaleza está siempre en proceso de evolución y
adaptación, pero de vez en cuando el proceso es víctima de cambios estructurales
violentos que producen discontinuidades peligrosas. Los fenómenos telúricos –terremotos,
marejadas, tormentas asesinas– y los seres humanos
que nacen con cola de cochinito y cachos de diablo son ejemplos revolucionarios
de la naturaleza. Aunque las revoluciones son muy costosas, por su violencia,
destrucción y efecto sobre las primas de las compañías de seguros y la
fluctuación de precios que tanto atormentan a los consumidores, las
revoluciones son tan inevitables como las explosiones volcánicas. Pero algunas
revoluciones no son naturales y deben ser evitables. ¿Por qué producir sustos y
sobresaltos en los niños, cuando se les pueden cantar canciones de cuna para
que duerman bien y sean productivos en el colegio al día siguiente? Esta es la
función principal de padres abnegados y dignos. ¿Para qué producir descalabros
en la economía y en las relaciones humanas que no van a conducir a una sociedad
más productiva y coherente?
Por lo que se ve en Venezuela, y en otros países donde
aparecen gobiernos revolucionarios, la pobre población entusiasmada por la
posibilidad de un milagro "revolucionario" termina, como quien dice,
sin el chivo y sin el mecate.
Las magníficas "misiones" que entraron
barrio adentro y nos ilusionaron con la posibilidad de llevar servicios médicos
básicos a nuestra necesitada población han fracasado en una gran mayoría, con
excepción de una que otra que mantenemos en vitrina para incautos compradores
de revoluciones. Me dicen que hay más de 1,800 médicos cubanos que han huido de
su empleo revolucionario. Y algunos de esos traidores oportunistas están ya
probando suerte en Miami y Santo Domingo, en donde las cosas funcionan mejor
que en “barrio adentro”.
Lo triste es que por ser revolucionarios hemos
destruido la poca capacidad de prestar servicios médicos básicos a través del
Ministerio de Sanidad y los Seguros Sociales. Vacunaciones, tratamientos de
disentería y deshidratación en los niños, medicina básica que aplicada a tiempo
salva vidas, ya no se hacen porque la famosa revolución ha truncado la
evolución y funcionamiento de las instituciones que teníamos antes. Serían
malas o mediocres, pero existían y funcionaban mal que bien. Por lo menos no
nos atacaban pestes bubónicas y habíamos erradicado el paludismo y la polio.
Hoy día, los venezolanos estamos vulnerables a
cualquier plaga o epidemia conocida porque no tenemos ni mercurocromo. La
escasez de medicinas y médicos venezolanos es tan grande que la prevención y
tratamiento médico de pobres y ricos por igual están colapsados.
A mí que me den evoluciones y no revoluciones. Las
revoluciones se las regalamos a los franceses que han hecho un mito de ellas,
pero con el mito se han conformado por 200 años. ¡Una vez y más nunca! Cantan
ahora al son de La Marsellesa, particularmente después de que la Revolución
Francesa mató a más gente que las pestes medievales. Esa revolución les trajo
las guerras Napoleónicas que convirtieron a un soldado competente y audaz en un
emperador insoportable, que terminó vencido y desterrado en Santa Helena.
Hubiera sido mejor que Napoleón, el guerrero, se hubiera limitado a escribir el
Código Napoleónico. Pero nadie es perfecto. Por eso es que son siempre mejores
las evoluciones paulatinas que las revoluciones altaneras, confusas y
destructivas.
___* Analista
venezolana.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.