Con aplausos, globos y fanfarrias,
Primero, el precio de los alimentos
ha aumentado de manera sostenida durante los últimos tres años y no es sino
desde hace pocos meses que la tasa de aumento se ha acelerado. El aumento
estructural del precio de los alimentos se debe a dos razones fundamentales. La
primera es que debido al crecimiento que han experimentado varias economías en
los últimos años, particularmente China, India y algunos países de África y
América Latina, hay menos pobres en el mundo, lo que ha llevado a un aumento en
la demanda mundial de alimentos (granos y carne) ante una oferta relativamente
inelástica. El segundo elemento es la caída en la oferta mundial de granos
debido a la errónea decisión de producir biocombustibles
con maíz amarillo lo cual ha cambiado el uso de la tierra, particularmente en
Estados Unidos. El resultado natural de ambos elementos es un aumento del
precio de los granos, de las vacas, cerdos y pollos así como de los lácteos. A
estos elementos hay que agregar dos; el primero es la notablemente estúpida
decisión del gobierno argentino de imponer un gravamen expropiatorio
sobre las exportaciones de granos lo que ha reducido la oferta mundial de estos
bienes y el segundo la política monetaria expansiva del gobierno de Estados
Unidos que ha derivado en un aumento en el precio de los contratos a futuros de
granos. ¿Es esto inflación? No, el aumento en el precio de los alimentos es
solamente un cambio en precios relativos que se traduce en un aumento en el
índice nacional de precios al consumidor.
Segundo, ¿sirven los controles de
precios para controlar la inflación? No, nunca han servido; es solamente una
forma de esconderla, de reprimirla y el efecto directo de este tipo de
políticas es reducir la cantidad ofrecida por parte de los productores, en
donde los productores y los consumidores pierden, particularmente estos
últimos.
Tercero, ¿qué hay de la canasta de
bienes que
¡Que viva el populismo!