Empecemos por poner la basura en su lugar.
Me gustaría
saber en qué universidad enseñan que la transmisión de grabaciones ilícitas de
conversaciones privadas, cuyo contenido es irrelevante para los asuntos
públicos, es periodismo.
El lunes
pasado, Jesús Silva Herzog Márquez, competente
comentarista de asuntos políticos, lamentaba que se ventilen conversaciones
privadas de personajes más o menos públicos con el pretexto de que las personas
públicas no tienen derecho a la privacidad y deben ser juzgadas por el público
hasta por su forma de expresarse ante sus amigos –en privado–
o por sus virtudes o vicios íntimos. Se refería, obviamente, a la divulgación
de una conversación que Luis Téllez Kunzler sostuvo -siendo entonces, por cierto, un ciudadano
como cualquier otro-, con amigos o parientes cercanos; conversación en la que Téllez
dice saber o suponer que Carlos Salinas de Gortari dispuso indebidamente de (o
robó) la mitad de “la cuenta secreta”.
En eso
acierta Silva Herzog, tal divulgación es execrable
por varias razones: 1. Atenta contra el derecho a la privacidad, 2. Se hace
cómplice inexcusable de un delito grave y especialmente repulsivo, que es la
escucha ilegal de conversaciones privadas que son ajenas al emisor, y 3. Para
colmo, resulta del todo irrelevante porque lo dicho ahí ni prueba nada, ni
sirve en lo absoluto para esclarecer un hecho público (cómo se gastó la dichosa
“partida secreta” en ese periodo presidencial) y, en cambio, contribuye a
facilitar una extorsión a un funcionario público y, tal vez, al gobierno
federal en turno. ¿De parte de quién?
En lo que se
equivoca Silva Herzog es en presumir que tal conducta
delictiva (divulgar conversaciones privadas obtenidas ilícitamente) es práctica
común y aceptada del periodismo. Mentira. Eso no es periodismo, es basura y
punto.
Supongo que
a Silva Herzog no le agradaría que se juzgase a todos
los académicos por las estupideces que hace o dice alguno de ellos, por famoso que ése sea; supongo que no aceptaría que a
todos los graduados en derecho, como es su caso, se les juzgase de acuerdo con
el comportamiento de abogados cómplices de delincuentes.
Aun entre
los perros, suele decirse, hay distinciones de razas.
Lo que
debería provocar indignación no es lo que haya dicho o dejado de decir Téllez,
sino que se califique como “periodismo” lo que simple y llanamente es una
muestra más de la falta de ética y de profesionalismo de una locutora y del medio
de comunicación que le da cabida.
Si eso es
periodismo, prefiero decir que soy pianista en un burdel.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.