La gran pregunta es: ¿hasta cuándo podrá el gobierno de Estados Unidos seguir pidiendo prestado unos 2 mil millones de dólares diarios?
Los latinoamericanos sabemos que cuando el
gobierno gasta demasiado tiene que pedir prestado, emitiendo bonos y, el siguiente
paso, es debilitar la moneda imprimiendo billetes y causando una inflación que empobrece
a todos. Lo sorprendente es que el gobierno de Estados Unidos está actuando de
manera muy parecida a tantas naciones tercermundistas: pelea largas guerras, gasta
mucho más que sus ingresos, emite bonos para cubrir el presupuesto anual,
redistribuye riqueza con motivación electoral, persigue a trabajadores indocumentados,
construye murallas y debilita la confianza del mundo en su moneda.
El valor de la moneda norteamericana ha caído de
alrededor de 250 dólares por onza de oro en el año
Actualmente, la deuda nacional (lo que debe el
gobierno de Estados Unidos) alcanza 10.847.000.000.000 dólares, cifra difícil
de comprender, pero que significa que cada persona de este país tendría que
aportar más de 35 mil dólares para pagarla. La deuda pública se ha disparado porque
los años de déficit fiscal ocurren con mucha mayor frecuencia que los años de superávit.
Entonces, la gran pregunta es: ¿hasta cuándo
podrá el gobierno de Estados Unidos seguir pidiendo prestado unos 2 mil
millones de dólares diarios? O, mejor dicho, ¿hasta cuándo estarán dispuestos los
extranjeros, especialmente los bancos centrales de China y otros países
asiáticos, a seguirle prestando con la compra de bonos? El nudo gordiano es que
los políticos tratan de arreglar todos los problemas aumentando el gasto
gubernamental, pero -en realidad- con ello apenas logran esconder y posponer
los problemas actuales.
El presidente Obama
promete un presupuesto balanceado en cinco años, una promesa que hemos oído durante
más de 25 años. Y, mientras tanto, en Washington se habla nuevamente de resolver
los graves problemas actuales distribuyendo miles de millones de dólares. Cada
“emergencia nacional” sirve de excusa para incrementar los gastos del gobierno.
Así, con cada aumento del circulante, nuestros ingresos, nuestros ahorros y
nuestras inversiones valen menos, pero eso no se lo oímos decir a los
gobernantes ni a los políticos.
Lamentablemente, los aumentos del presupuesto y
del gasto gubernamental poco o nada tienen que ver con los valores y principios
enunciados por los padres fundadores de la patria, tanto en
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EntrarLa gente subestima la facilidad con la que los gobiernos pueden destruir una economía y lo difícil que es reiniciar esas economías.