La borrachera monetaria de EU, definitivo, la terminarán pagando tanto los estadounidenses como el resto del mundo. Ello se traducirá en mayores impuestos, mayor inflación y menor crecimiento económico. Es el costo de la economía mentirosa, la "economía ficción".
La
borrachera monetaria de EU, definitivo, la terminarán pagando tanto los
estadounidenses como el resto del mundo. Ello se traducirá en mayores
impuestos, mayor inflación y menor crecimiento económico. Es el costo de la
economía mentirosa, la economía ficción.
Ahí están
las conclusiones de la reunión del Grupo de las 20 economías más grandes del planeta
(G-20). Mucho me temo, éstas avanzan hacia un mayor estatismo, tal como lo
desea el Presidente francés, el estatista Nicolás Sarcozy que exigió (junto con su colega la estatista Merkel) la abolición
del llamado consenso de Washington. ¡Muera el neoliberalismo! Clamaron estos
jefes de gobierno.
Vaya, como
si ese consenso fuera realmente liberal y el causante de la crisis mundial.
Hay que
recordar un poco de historia para realmente apreciar la estupidez de los que
piensan que este debe ser el fin del “neoliberalismo.” Recordemos brevemente
qué fue el patrón oro, para entender que lo que hoy proponen los líderes del
G-20 es proseguir con una economía
ficción.
El patrón
oro que imperó desde finales del siglo XIX (entre 1880 y 1914), se distinguía
por tres condiciones:
1) La oferta
monetaria (los billetes y monedas que circulan de su bolsillo a otro, amigo
lector) de cada nación estaba compuesta por oro ó papel moneda respaldado por el mismo metal.
2) Cada
nación que se adhería al patrón oro, definía el precio del mismo en términos de
su moneda nacional y estaba dispuesta a comprar y vender oro a ese precio.
3) Las
naciones permitían la libre exportación e importación de oro. En estas
circunstancias, la oferta monetaria de una nación estaba directamente atada a
su balanza de pagos, que es la balanza que resume todas las transacciones que
una nación hace con el resto del mundo en un año; ello incluye la balanza
comercial -exportación/importación de mercancías-, la de servicios -exportación/importación
de servicios- y la de capitales -exportación/importación de activos.
La nación
con un superávit en su balanza de pagos adquiría oro, lo que le permitía
expandir directamente su oferta monetaria. Por el contrario, ante una balanza
deficitaria, la nación vendía oro, lo que le permitía disminuir la oferta
monetaria.
El patrón
oro imponía disciplina monetaria a las naciones. Sólo podían “crear” papel
fiduciario -eso son los billetes- si estaba respaldado por mayores
transacciones, y en cambio, si disminuía el intercambio con el resto del mundo,
la nación era menos rica y por tanto sería ficticio tener más papel moneda no
respaldado por transacciones reales, por lo que se debía proceder a eliminar el
circulante sobrante.
Ah, pero
desgraciadamente, la política se impuso a la economía, y para los gobiernos era
incómodo enfrentar a las variables económicas reales (si había menos ahorro,
ello se debería traducir en menores inversiones y viceversa) pues ello
implicaba pérdida de votos, pérdida de poder. Así, los políticos lejos de crear
atmósferas institucionales que incentivaran la creación de riqueza, y por tanto
de ahorro y de inversión, se dedicaron a destruir el patrón oro y se apoderaron
total y perversamente de la imprenta de hacer billetes.
El patrón
oro, hoy menospreciado, tuvo importantes funciones en la historia, como la de
servir de unidad de cuenta y de reserva de valor aún en los peores momentos de
las naciones como guerras ó revoluciones.
Lamentablemente,
la crisis de 1929 satanizó y echó toda la culpa al patrón oro de la debacle
económica (además claro de la satanización del libre mercado), cuando, como lo
demostró Milton Friedman y Anna
Schwartz, la culpable fue la Reserva Federal (el
banco central gringo) con sus diversas pifias monetarias, como la de disminuir
la oferta monetaria, en tiempos en que de acuerdo al patrón oro, debía haberse
aumentado.
El volver al
patrón oro, es cierto, requeriría de una nueva y compleja arquitectura
financiera, lo que implica tiempo y esfuerzo que difícilmente los políticos
querrían realizar.
En vez de
hacer que las variables de la economía reflejen su valor real, los políticos se
inclinan mejor por la economía ficción,
sí, esa economía sustentada en variables cuyos valores numéricos -precios- son
falsos. Así las cosas, los políticos nos engañan con tasas de interés
artificialmente bajas, con cantidades enormes de dinero que no reflejan la
riqueza real, y claro, con mucha y mucha verborrea.
La actual
crisis que comenzó en EU fue provocada directamente por la FED -Reserva
Federal- al mantener artificialmente muy bajas las tasas de interés y luego
subirlas abruptamente (y esta historia se volverá a repetir con las actuales
tasas de prácticamente cero que la FED ha fijado actualmente).
La actual
crisis parece ver su terminación, pero ello será para evolucionar en
inflaciones de dos dígitos, especialmente en EU.
La
conclusión de la reunión del G-20, lejos de ser la solución a la crisis actual,
sólo propone engordar aún más a esos elefantes blancos, como son la burocracia
internacional que encarnan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Eso sí, ya
se decidió en el contexto de la economía ficción
dotar de más y más dinero al sistema monetario internacional (se aprobó un
billón de dólares que irán a parar a los elefantes blancos internacionales y de
ahí supuestamente a las naciones).
Lo único que
espero de estas medidas es un mayor dispendio fiscal y endeudamiento (eso es lo
que históricamente ha ocasionado el FMI al incentivar el riesgo moral, el
abandono de la responsabilidad financiera).
Eso sí, en
materia de comercio internacional, puro bla-bla. En el discurso se habla de libre comercio, pero en la
práctica el proteccionismo crece.
Y lo peor,
se pretende crear todo un entramado burocrático en los sistemas financieros,
desde prohibir los “paraísos fiscales” (quiero ver qué harán aquí, ¿le
declararán la guerra a Luxemburgo ó a las Islas Caimán? Vaya aberración. Ó si se
imponen sanciones a los paraísos fiscales, vaya violación a la soberanía de
cualquier nación a diseñar sistemas fiscales que atraigan inversiones) hasta
crear nuevos elefantes blancos que dizque supervisarán los riegos sistémicos.
Francamente
no esperaba el regreso al patrón oro, pero al menos conclusiones serias.
Conclusiones
serias habrían sido la de acordar la eliminación -con calendario en mano- inmediata
de los multimillonarios subsidios y aranceles agrícolas que EU y la Comunidad
Europea otorgan a sus parasitarios agricultores. Otra conclusión seria, por
supuesto, habría sido exigir el alto a EU de su producción monetaria sin respaldo
alguno y ello pasaría porque EU revisase una de los mandatos de su banco
central, el del crear dinero sin ton ni son que periódicamente meten al mundo
en recesión.
Por
supuesto, una conclusión seria también habría sido el impedir que los gobiernos
se vuelvan socios y rescaten vilmente con dinero ajeno -de los contribuyentes-
a las empresas mediocres que quiebran.
Finalmente
un llamado serio habría sido el de diseñar entornos institucionales que mejoren
el régimen de inversión, tal como serían reformas laborales que flexibilicen la
contratación y despido de los trabajadores (un entorno que proteja a las
personas que pierden la chamba no a los empleos improductivos).
Pero no, y
tal como siempre tememos los liberales, estas crisis terminan siempre por
alentar el estatismo. La historia es la historia y desgraciadamente la economía ficción se impone. Tenemos
mucha chamba los liberales para educar a la gente, a crear un escudo contra los
políticos demagogos. En fin, que ese es un consuelo personal.
Hay señales
hacia la recuperación, pero el escenario futuro se asociará a más regulación
burocrática, y lo peor, lo que afecta a los más pobres, el regreso de las
inflaciones crónicas.
EntrarLa gente subestima la facilidad con la que los gobiernos pueden destruir una economía y lo difícil que es reiniciar esas economías.