Con el resurgimiento de los mercados en los años 80s como el
mejor medio para la creación y distribución de riqueza, en las agendas
políticas mundiales cesaron los ataques al capitalismo. Pero la ola está de
regreso, furiosa y vigorizada. Hoy día atestiguamos el linchamiento mundial de
lo que el establishment considera el gran peligro
para sus planes; el mercado.
Obama no ha perdido tiempo e inició una
serie de ataques al sector privado que culminan con los sindicatos propietarios
de Chrysler, y en la mira está GM en lo que ya se
conoce como Obama Motors.
Su elección nos indica que su retórica populista no solo no lo perjudicó,
cómodamente le sirvió la presidencia. Las manifestaciones que infinidad de
“intelectuales” arrecian culpando al capitalismo de la presente crisis, son el
corolario del plan.
Sin embargo, economistas liberales contraatacan señalando la
competencia dista mucho de ser “ruda” puesto que, en estimación de la empresa
consultora, McKinsey, menos de una quinta parte de la
economía mundial está abierta a la competencia. Es decir, más de cuatro quintas
partes de la producción mundial han estado bajo controles estatales y su
capitalismo crony. El verdadero capitalismo no ha
existido durante años y lo confundimos con lo que Mises bautizara como
Intervencionismo.
Sin embargo, el capitalismo de EU—maneado y patuleco—en su
momento eclipsó al mercado social de Europa y al corporativismo de Japón que
tanto admiraron “los revisionistas”. Entonces, si las agresiones al capitalismo
fueron tales en momentos de gran crecimiento, ¿qué podemos esperar hoy día ante
una economía mundial en crisis? Los arquitectos sociales culpan al mercado
desde la crucifixión de Jesucristo hasta las guerras mundiales, pasando por la
hambruna en África y el sida en San Francisco.
Escuchamos alaridos contra los empresarios estatistas en los capitalismos crony,
al mismo tiempo que se pide la intervención del gobierno para remediar una
situación que él mismo ha causado. Los gritos de enrabiados grupos progresistas
exigiendo una economía mundial semejante a la reforma agraria mexicana, o al
socialismo Europeo canalizando riqueza de quienes la producen hacia aquellos
que no tienen ninguna participación en tal proceso. Pero ¡cuidado! en los
últimos 30 años Europa creció menos de la mitad que los EU.
Nos encontramos ante algo similar al enfrentamiento a
principios de los 80s entre los economistas liberales y los llamados
“revisionistas,” quienes promovían los EU adoptara un modelo similar al de
Japón Inc. Ellos argumentaban los EU jamás podrían competir con el capitalismo
estatal de Japón y afirmaban: “A menos que los EU adopte el estilo japonés,
abandone los mercados libres en favor de un comercio internacional controlado,
y la hiperactiva participación del estado en la economía con objetivos
sociales, se convertirá en una colonia de Japón.”
Afirmaban el secreto del sistema japonés era su visión
estatal a largo plazo. Japón invertía capital, no para lograr rendimientos en
el corto plazo, sino para penetrar los mercados, dar empleo de por vida a sus
trabajadores y de esa forma maximizar sus rendimientos en el largo plazo. Esto
contrastaba con la visión—según ellos miope—de los financieros americanos
quienes se manejaban rimando con el comportamiento de los mercados de capitales,
tan exigentes en la producción de utilidades en el corto plazo.
Los admiradores del sistema japonés pensaron haber
encontrado una forma superior de capitalismo; el llamado capitalismo de
desarrollo estatal y lo describían: “Representa un camino a través del cual el
gobierno establece objetivos sociales, pero utiliza los mecanismos del mercado
para lograrlos. La propiedad privada y el libre intercambio existen, pero la
planeación gubernamental y la manipulación del mercado son el timón de la nave.
El ‘capitalismo administrado’ de Japón enterrará a los mercados libres de los
EU.”
James Fallows, el más famoso
revisionista recitaba:
“El estilo asiático
desconfía profundamente de los mercados. Ve la competencia como un medio para
mantener las empresas nerviosas, pero no el camino para resolver ninguna
interrogante de la vida. Como la sociedad se manifieste, es en la dirección que
la economía se debe desarrollar.”
Pero al inicio de los 90s, cuando las economías asiáticas
entraban en agonía y la de EU cabalgaba sobre el periodo más largo de
crecimiento de su historia, fue hora de una profunda reflexión. Los
revisionistas afirmaban haber descubierto un capitalismo superior, el
capitalismo japonés de desarrollo estatal. Pero poco después se conocería como
capitalismo oligárquico y su fracaso provocaría gran pena y dolor en toda la
cuenca del Pacifico.
La magnitud de la caída fue impresionante: La economía
japonesa se mantuvo diez años sin crecimiento. El Yen se depreció a la mitad
respecto al dólar. El mercado bursátil perdió el 60% de su valor y los valores
de los bienes raíces hasta un 80%. Esa depresión dejó a los bancos japoneses
con niveles de deuda mortales. Poco después las autoridades estimaron el
problema de préstamos “desahuciados” en $800 mil millones de dólares, casi el
25% del PIB.
Aun ante esa evidencia, desde el final de la era de Reagan, los EU calladamente tomaron una ruta similar a la
de los revisionistas. Bush I, Clinton
y Bush II, lentamente se dieron a demoler el legado
del Giper agigantando el estatismo. Pero lo hacían en
complicidad de un Greenspan quien, bajo el efecto de
potentes esteroides, se dio a la creación masiva de dinero inflando una
gigantesca burbuja. Los resultados los tenemos a la vista.
Los revisionistas se equivocaron. Pero sus errores se
desprenden de una sola cosa; su inhabilidad para entender el poder de los
mercados libres. Sufrieron lo que F.A. Hayek llamó EL CAPRICHO FATAL. Creyeron que un puñado de
burócratas podía tomar mejores decisiones que millones de consumidores. Podían
escoger industrias estratégicas, invertir capital desafiando la fórmula de
oferta—demanda, inflar permanentemente sus mercados, moldear una economía que
convertiría a Japón en el país más rico y poderoso de la tierra…. con un
“estado repartidor.” Pero no se puede retar a los mercados.
Las economías se pueden manipular durante algún tiempo, se
puede, inclusive, lograr ciertos resultados, pero tarde o temprano la burbuja
se revienta, los mercados pasan la factura y hay que pagarla, por más dolorosa
que sea. Los ejemplos son múltiples, desde Japón,
Ante la euforia de Obanomics
devorando la economía privada frente al llanto de los fundadores del país, la
lección parece olvidada pero la historia debe ser nuestro mejor maestro. A los
intelectuales, a Barak Obama,
a los proponentes de la tercera vía estatal, a los progresistas del mundo; no
griten tanto y revisen la historia de “los revisionistas.”